¡Ay, Dios mío! Quién lo diría, ¿verdad? El asunto del Christian Fernando Castillo Calvo, hijo del magistrado Fernando Castillo –ese señor que anda en la Sala IV–, se ha puesto más turbio que el café sin leche. Resulta que este jovencito, luego de protagonizar un asalto bien desproposito en un bar de Alajuela, ahora andará rascándose la barriga en la cárcel por cuatro añitos. ¡Un brete legal tremendo!
Todo empezó un 9 de junio del 2024, allá por La Garita de Alajuela, en el Bar La Isabel. Según cuentan los hechos, el Christian entró como torbellino en el lugar, gritándole a los presentes “¡Esto es un asalto, todos al suelo!”. Imagínense la bronca que debió ser. No precisamente el momento ideal para tomar unos chillitos tranquilos, ¿eh?
La cosa quedó registrada en un expediente de la Fiscalía de Alajuela: 24-002963-0057-PE. Él, aparentemente convencido de que era Rambo, amenazó a los clientes y empleados con lo que parecía un arma de fuego, exigiéndoles entre celulares, dinero en efectivo y hasta documentos personales. ¡Una mezcla rara de cosas! Además, robarle el permiso laboral a alguien… ¡qué poca falta!
El botín fue considerable: cinco celulares de diferentes marcas, una suma de ¢66.000 sacados de la caja registradora, además de las carteras, documentos y demás pertenencias de las siete víctimas. Según el reporte, la Policía tuvo que perseguirlo a toda velocidad hasta darle alcance a unos 400 metros del Centro de Alto Rendimiento. ¡Imagínate el pique! El mae corriendo como alma que lleva diablo.
Lo curioso de todo este rollo es que, antes de caerle encima a la justicia por este asalto, el Christian ya tenía un historial bastante extenso. ¡No es ningún ángel, vamos! Se habla de 26 partes policiales por portación ilegal de armas y drogas, cuatro presentaciones ante la Fiscalía por distintos delitos, e incluso una denuncia por incumplir una orden de protección relacionada con violencia doméstica. ¡Parece que el mae no aprende, ey!
El tribunal no se anduvo con rodeos y lo sentenció a cuatro años de prisión. Aunque algunos argumentan que la pena pudo haber sido mayor, considerando el tipo penal y sus antecedentes, el proceso se agilizó notablemente. En apenas un mes y tres días, desde el momento del arresto hasta la sentencia final, ¡una velocidad impresionante para nuestros estrados judiciales!
Y aquí viene lo interesante, maes. Este caso pone en evidencia varios puntos delicados. Por un lado, la justicia parece haber actuado con rapidez en este caso específico, quizás motivada por la notoriedad del padre. Pero, ¿será que todos los acusados reciben el mismo trato? ¿O hay privilegios ocultos detrás de ciertos apellidos? Además, nos hace reflexionar sobre la necesidad de abordar los problemas de adicción y violencia que parecen estar afectando a jóvenes de familias influyentes.
Ahora la pregunta queda abierta: ¿Debería el magistrado Fernando Castillo considerar renunciar a su cargo tras este escándalo familiar? ¿O cree que, pese a todo, puede seguir desempeñándose con imparcialidad? ¡Déjennos sus opiniones en los comentarios! Vamos a ver qué piensa el pueblo sobre este tema tan controversial.
Todo empezó un 9 de junio del 2024, allá por La Garita de Alajuela, en el Bar La Isabel. Según cuentan los hechos, el Christian entró como torbellino en el lugar, gritándole a los presentes “¡Esto es un asalto, todos al suelo!”. Imagínense la bronca que debió ser. No precisamente el momento ideal para tomar unos chillitos tranquilos, ¿eh?
La cosa quedó registrada en un expediente de la Fiscalía de Alajuela: 24-002963-0057-PE. Él, aparentemente convencido de que era Rambo, amenazó a los clientes y empleados con lo que parecía un arma de fuego, exigiéndoles entre celulares, dinero en efectivo y hasta documentos personales. ¡Una mezcla rara de cosas! Además, robarle el permiso laboral a alguien… ¡qué poca falta!
El botín fue considerable: cinco celulares de diferentes marcas, una suma de ¢66.000 sacados de la caja registradora, además de las carteras, documentos y demás pertenencias de las siete víctimas. Según el reporte, la Policía tuvo que perseguirlo a toda velocidad hasta darle alcance a unos 400 metros del Centro de Alto Rendimiento. ¡Imagínate el pique! El mae corriendo como alma que lleva diablo.
Lo curioso de todo este rollo es que, antes de caerle encima a la justicia por este asalto, el Christian ya tenía un historial bastante extenso. ¡No es ningún ángel, vamos! Se habla de 26 partes policiales por portación ilegal de armas y drogas, cuatro presentaciones ante la Fiscalía por distintos delitos, e incluso una denuncia por incumplir una orden de protección relacionada con violencia doméstica. ¡Parece que el mae no aprende, ey!
El tribunal no se anduvo con rodeos y lo sentenció a cuatro años de prisión. Aunque algunos argumentan que la pena pudo haber sido mayor, considerando el tipo penal y sus antecedentes, el proceso se agilizó notablemente. En apenas un mes y tres días, desde el momento del arresto hasta la sentencia final, ¡una velocidad impresionante para nuestros estrados judiciales!
Y aquí viene lo interesante, maes. Este caso pone en evidencia varios puntos delicados. Por un lado, la justicia parece haber actuado con rapidez en este caso específico, quizás motivada por la notoriedad del padre. Pero, ¿será que todos los acusados reciben el mismo trato? ¿O hay privilegios ocultos detrás de ciertos apellidos? Además, nos hace reflexionar sobre la necesidad de abordar los problemas de adicción y violencia que parecen estar afectando a jóvenes de familias influyentes.
Ahora la pregunta queda abierta: ¿Debería el magistrado Fernando Castillo considerar renunciar a su cargo tras este escándalo familiar? ¿O cree que, pese a todo, puede seguir desempeñándose con imparcialidad? ¡Déjennos sus opiniones en los comentarios! Vamos a ver qué piensa el pueblo sobre este tema tan controversial.
