¡Ay, Dios mío, qué ganga de historia nos salió acá en Costa Rica! Resulta que Ariana Castillo, una diseñadora tica que pasó por un brete feísimo de salud hace unos años, ahora anda haciendo joyas que están a toda raja. No es cualquier cosita, ¿eh? Estas son piezas originales, hechas a mano, con cariño y con la magia de nuestras tierras.
La verdad es que la movida empezó porque ella necesitaba un respiro mental, una distracción después de salir de ese lío de salud. Se aventuró en un taller de joyería sin saber ni un pepino de tallar metal, pero parece que el arte sí que cura, porque ahí se prendió como chimenea. Descubrió que trabajar con las manos, darle forma al metal, era como si se estuviera reconectando con ella misma, con su creatividad, con su esencia pura.
Y así, poco a poco, lo que empezó siendo un pasatiempo para sanar, se convirtió en un negocio serio. Al principio, eran solo pruebas, experimentos con alambre y piedritas, pero pronto la gente cercana empezó a pedirle cosas hechas a medida. Ahí vio la oportunidad, pero sabía que necesitaba organizarse, ponerle orden a la vaina, porque emprender no es juego de niños, máxime cuando uno no sabe mucho del mundo empresarial.
Gracias al apoyo de un amigo de su mamá, que vio el potencial de su trabajo, pudo acceder a cursos de administración y gerencia. Aprendió a manejar inventarios, a fijar precios, a promocionar sus productos. En fin, le dio una vuelta profesional al asunto, y eso marcó la diferencia. Porque no basta con hacer cosas bonitas, hay que saber venderlas bien, ¿entienden?
Ahora, Ariana se especializa en joyería artesanal al 100%. Desde fundir el metal hasta darle la última pulida, todo lo hace ella misma. No usa moldes, ni máquinas sofisticadas, ni esas vainas industriales. Cada pieza es única, diseñada pensando en la personalidad y el gusto de la persona que la va a usar. Anillos de compromiso, aretes, collares… Lo que se les ocurra, ¡ella lo hace!
Lo interesante es que también ofrece el servicio de “reconstrucción” de joyas antiguas, esas que tienen valor sentimental. Imagínate, tomar esa abuelita que ya está medio dañada y convertirla en otra cosa totalmente nueva, pero conservando la esencia original. Eso le da un toque muy personal a su trabajo, ¿no creen? Demuestra que valora la historia detrás de cada pieza, que entiende que una joya puede ser mucho más que un simple adorno.
Para promocionarse, utiliza principalmente redes sociales, especialmente Instagram, donde publica fotos de sus creaciones, videos mostrando el proceso de elaboración y testimonios de clientes satisfechos. También tiene una página web para mostrar su portafolio y facilitar las ventas online. Ha reconocido que la constancia y la disciplina son claves para mantener este tipo de negocios a flote, porque no se hacen milagros de la noche a la mañana. Requiere dedicación, esfuerzo, y mucha pasión por lo que uno hace.
Y precisamente por esa pasión, por ese amor por el detalle, por esa autenticidad tan nuestra, Ariana Castillo ha logrado hacerse un huequito en un mercado competitivo. Pero dime, ¿crees que el auge de la joyería artesanal es una muestra de que estamos buscando volver a valorar lo hecho a mano, lo auténtico, lo que tiene alma y corazón, en contraposición a la producción masiva y sin personalidad? ¿O es simplemente una moda pasajera?
La verdad es que la movida empezó porque ella necesitaba un respiro mental, una distracción después de salir de ese lío de salud. Se aventuró en un taller de joyería sin saber ni un pepino de tallar metal, pero parece que el arte sí que cura, porque ahí se prendió como chimenea. Descubrió que trabajar con las manos, darle forma al metal, era como si se estuviera reconectando con ella misma, con su creatividad, con su esencia pura.
Y así, poco a poco, lo que empezó siendo un pasatiempo para sanar, se convirtió en un negocio serio. Al principio, eran solo pruebas, experimentos con alambre y piedritas, pero pronto la gente cercana empezó a pedirle cosas hechas a medida. Ahí vio la oportunidad, pero sabía que necesitaba organizarse, ponerle orden a la vaina, porque emprender no es juego de niños, máxime cuando uno no sabe mucho del mundo empresarial.
Gracias al apoyo de un amigo de su mamá, que vio el potencial de su trabajo, pudo acceder a cursos de administración y gerencia. Aprendió a manejar inventarios, a fijar precios, a promocionar sus productos. En fin, le dio una vuelta profesional al asunto, y eso marcó la diferencia. Porque no basta con hacer cosas bonitas, hay que saber venderlas bien, ¿entienden?
Ahora, Ariana se especializa en joyería artesanal al 100%. Desde fundir el metal hasta darle la última pulida, todo lo hace ella misma. No usa moldes, ni máquinas sofisticadas, ni esas vainas industriales. Cada pieza es única, diseñada pensando en la personalidad y el gusto de la persona que la va a usar. Anillos de compromiso, aretes, collares… Lo que se les ocurra, ¡ella lo hace!
Lo interesante es que también ofrece el servicio de “reconstrucción” de joyas antiguas, esas que tienen valor sentimental. Imagínate, tomar esa abuelita que ya está medio dañada y convertirla en otra cosa totalmente nueva, pero conservando la esencia original. Eso le da un toque muy personal a su trabajo, ¿no creen? Demuestra que valora la historia detrás de cada pieza, que entiende que una joya puede ser mucho más que un simple adorno.
Para promocionarse, utiliza principalmente redes sociales, especialmente Instagram, donde publica fotos de sus creaciones, videos mostrando el proceso de elaboración y testimonios de clientes satisfechos. También tiene una página web para mostrar su portafolio y facilitar las ventas online. Ha reconocido que la constancia y la disciplina son claves para mantener este tipo de negocios a flote, porque no se hacen milagros de la noche a la mañana. Requiere dedicación, esfuerzo, y mucha pasión por lo que uno hace.
Y precisamente por esa pasión, por ese amor por el detalle, por esa autenticidad tan nuestra, Ariana Castillo ha logrado hacerse un huequito en un mercado competitivo. Pero dime, ¿crees que el auge de la joyería artesanal es una muestra de que estamos buscando volver a valorar lo hecho a mano, lo auténtico, lo que tiene alma y corazón, en contraposición a la producción masiva y sin personalidad? ¿O es simplemente una moda pasajera?