Maes, parece que la campaña electoral se nos adelantó y ya se armó el primer despiche oficial. Cuando uno pensaba que todavía faltaba para que los candidatos empezaran a tirarse con todo, sale Claudio Alpízar, de Esperanza Nacional, y le pone un freno de mano a Laura Fernández, la aspirante del partido de gobierno. Y no lo hizo con un ataque cualquiera, no, le sacó un refrán de esos que duelen porque tienen un filo de verdad: “No hay peor cuña que la del mismo palo”. ¡Qué torta para el equipo de campaña oficialista! Arrancar así, con un cuestionamiento tan directo a la coherencia, es un golpe difícil de esquivar.
Pongamos la vara en contexto para entender el tamaño del lío. Según Alpízar, la candidata Fernández se ha pasado las últimas semanas tirándole durísimo al aparato estatal, hablando de ineficiencia y criticando la administración pública. Diay, hasta ahí todo normal, es el discurso que uno espera de casi cualquier candidato. El problema, y aquí es donde el argumento de Alpízar agarra fuerza, es que Laura Fernández es, en sus propias palabras, una funcionaria pública de toda la vida. Su currículum es un tour completo por el Estado: Mideplan, asesora en la Asamblea, la Muni de Cartago, Ministra de Planificación y hasta Ministra de la Presidencia. O sea, nunca ha pulseado un brete en la empresa privada.
Idiay, mae, es que si uno lo piensa, la movida de Alpízar es una jugada de ajedrez bastante astuta. La está acusando, sin muchos filtros, de morder la mano que le ha dado de comer por décadas. Es como si el panadero de toda la vida, de repente, sale a decir que el pan es malísimo solo porque ahora quiere vender repostería. La crítica de Alpízar va directo al corazón de la credibilidad: “No se vale ser parte por años, comer del servicio público (...) y de repente tratar al sector en forma peyorativa y grotesca solamente por un interés electoral”. Para el candidato de Esperanza Nacional, esto es una hipocresía de manual, un intento de distanciarse de su propio pasado para sonar más atractiva a un electorado que, seamos honestos, a menudo está harto del Estado.
Pero la cosa no se queda ahí. Alpízar no solo ataca, también defiende. Salió a ponerle el pecho a los más de 300 mil funcionarios públicos, calificándolos como profesionales de alta calidad. Si bien reconoce que se necesitan reformas para mejorar la eficiencia, deja clarísimo que una vara es proponer cambios y otra muy distinta es basurear a todo un gremio para ganar puntos. Y aquí es donde lanza la pregunta que deja a la campaña de Fernández en una posición incómoda: ¿Cómo piensa gobernar a un sector al que está insultando desde ahora? Si llegara a ganar, empezaría con el pie izquierdo con la misma gente que necesita para ejecutar su plan de gobierno. Con esta estrategia, todo el plan se le podría ir al traste antes de empezar.
Este primer encontronazo nos deja clarísimo el tono que va a tener esta campaña: va a ser personal, va a sacar trapitos al sol y va a poner a prueba la coherencia de cada candidato. Alpízar ya marcó su cancha y puso a Fernández a la defensiva, obligándola a justificar por qué ahora critica la casa donde vivió toda su vida profesional. Sin duda, un inicio de campaña bastante salado para el oficialismo, que ahora tiene que decidir si responde, ignora o cambia de táctica. La pelota está en su tejado, pero el primer gol lo anotó la oposición.
Foristas, aquí les dejo la pregunta para que se arme el debate: ¿Creen que lo de Alpízar es un golpe maestro que expone una hipocresía real de Laura Fernández, o es simplemente una jugada política de bajo nivel para empezar a embarrar la cancha desde temprano? ¿Pesa más la experiencia de Fernández dentro del monstruo o su aparente cambio de discurso? ¡Los leo!
Pongamos la vara en contexto para entender el tamaño del lío. Según Alpízar, la candidata Fernández se ha pasado las últimas semanas tirándole durísimo al aparato estatal, hablando de ineficiencia y criticando la administración pública. Diay, hasta ahí todo normal, es el discurso que uno espera de casi cualquier candidato. El problema, y aquí es donde el argumento de Alpízar agarra fuerza, es que Laura Fernández es, en sus propias palabras, una funcionaria pública de toda la vida. Su currículum es un tour completo por el Estado: Mideplan, asesora en la Asamblea, la Muni de Cartago, Ministra de Planificación y hasta Ministra de la Presidencia. O sea, nunca ha pulseado un brete en la empresa privada.
Idiay, mae, es que si uno lo piensa, la movida de Alpízar es una jugada de ajedrez bastante astuta. La está acusando, sin muchos filtros, de morder la mano que le ha dado de comer por décadas. Es como si el panadero de toda la vida, de repente, sale a decir que el pan es malísimo solo porque ahora quiere vender repostería. La crítica de Alpízar va directo al corazón de la credibilidad: “No se vale ser parte por años, comer del servicio público (...) y de repente tratar al sector en forma peyorativa y grotesca solamente por un interés electoral”. Para el candidato de Esperanza Nacional, esto es una hipocresía de manual, un intento de distanciarse de su propio pasado para sonar más atractiva a un electorado que, seamos honestos, a menudo está harto del Estado.
Pero la cosa no se queda ahí. Alpízar no solo ataca, también defiende. Salió a ponerle el pecho a los más de 300 mil funcionarios públicos, calificándolos como profesionales de alta calidad. Si bien reconoce que se necesitan reformas para mejorar la eficiencia, deja clarísimo que una vara es proponer cambios y otra muy distinta es basurear a todo un gremio para ganar puntos. Y aquí es donde lanza la pregunta que deja a la campaña de Fernández en una posición incómoda: ¿Cómo piensa gobernar a un sector al que está insultando desde ahora? Si llegara a ganar, empezaría con el pie izquierdo con la misma gente que necesita para ejecutar su plan de gobierno. Con esta estrategia, todo el plan se le podría ir al traste antes de empezar.
Este primer encontronazo nos deja clarísimo el tono que va a tener esta campaña: va a ser personal, va a sacar trapitos al sol y va a poner a prueba la coherencia de cada candidato. Alpízar ya marcó su cancha y puso a Fernández a la defensiva, obligándola a justificar por qué ahora critica la casa donde vivió toda su vida profesional. Sin duda, un inicio de campaña bastante salado para el oficialismo, que ahora tiene que decidir si responde, ignora o cambia de táctica. La pelota está en su tejado, pero el primer gol lo anotó la oposición.
Foristas, aquí les dejo la pregunta para que se arme el debate: ¿Creen que lo de Alpízar es un golpe maestro que expone una hipocresía real de Laura Fernández, o es simplemente una jugada política de bajo nivel para empezar a embarrar la cancha desde temprano? ¿Pesa más la experiencia de Fernández dentro del monstruo o su aparente cambio de discurso? ¡Los leo!