Hay noticias que a uno le caen como un baldazo de agua fría, y la de ayer en San Rafael de Heredia es una de esas. Uno lee el titular: “Chef muere en explosión de soda”, y de inmediato se imagina un escenario caótico, casi de película. Pero cuando se escarba un poco en los detalles, la cosa se pone peor, porque te das cuenta de que fue una de esas tragedias que, con un poquito más de malicia, quizás se pudo evitar. Una prueba de rutina, un aparente descuido, y en cuestión de segundos, todo un plan de vida se fue al traste de la forma más violenta posible.
La vara es que José Roberto Quirós, un chef de 43 años, estaba en la cocina de la soda Santuario del Monte, un chante conocido por todos los que agarran para el Monte de la Cruz. Según la versión que manejan los bomberos, el mae intentó prender un horno de gas y el chunche simplemente no dio señales de vida. ¿Qué hacemos la mayoría cuando algo no enciende? Le damos una segunda oportunidad. El problema es que, en su intento, parece que el gas se empezó a acumular sin que nadie se diera cuenta. La decisión fatal fue tomar un encendedor y un pedazo de papel para forzar la llama. En el momento en que acercó el fuego, se armó el despiche.
Lo que ocurrió, en términos técnicos, se llama una “deflagración”. Para los que no somos expertos, Bomberos lo explica fácil: no es que el cilindro de gas explotó, sino que todo el gas que se había fugado y acumulado en el espacio cerrado se encendió de un solo golpe. Es una onda expansiva brutal, casi como una bomba. El impacto fue tan salvaje que una de las puertas metálicas del horno salió volando como un proyectil y, diay, le dio de lleno a don José. Muerte instantánea. ¡Qué sal! Uno se pone a pensar en la mala suerte, en ese segundo de diferencia que pudo haber cambiado todo. Cuando los cuerpos de emergencia llegaron, ya no había nada que hacer.
Esta desgracia nos deja una lección durísima y nos obliga a poner los pies en la tierra. La soda era un punto de encuentro, un lugar de paso para familias y deportistas. Ahora, será recordada por esta tragedia. Y lo más preocupante es que este caso pone sobre la mesa un tema que muchos ignoramos: la seguridad con el gas LP. ¿Cuántos de nosotros tenemos un cilindro en la casa o en el brete y nunca revisamos las mangueras, las válvulas o el estado del tanque? Damos por sentado que esos chunches son seguros, que nunca van a fallar, y nos olvidamos de que estamos sentados sobre una potencial bomba de tiempo si no le damos el mantenimiento adecuado.
La gente de Bomberos no se cansa de repetirlo hasta el cansancio: hay que revisar las instalaciones de gas periódicamente, usar solo equipos certificados y, por lo que más quieran, nunca usar métodos improvisados para encender un aparato de estos. No hay que jugársela. Un simple olor a gas ya es una bandera roja gigante para cerrar la válvula principal, ventilar el área y llamar a un experto. Un despiste, una pequeña fuga, una decisión apresurada como la de usar un papel con fuego… y las consecuencias, como vimos en San Rafael, son irreversibles y devastadoras. Una vida perdida por un error que nos pudo pasar a cualquiera.
Maes, más allá de la tristeza que da esta noticia, ¿qué tan en serio nos tomamos esta vara del gas en la casa o en los bretes? ¿Alguno ha tenido un susto parecido o somos de los que decimos 'a mí no me pasa' hasta que pasa?
La vara es que José Roberto Quirós, un chef de 43 años, estaba en la cocina de la soda Santuario del Monte, un chante conocido por todos los que agarran para el Monte de la Cruz. Según la versión que manejan los bomberos, el mae intentó prender un horno de gas y el chunche simplemente no dio señales de vida. ¿Qué hacemos la mayoría cuando algo no enciende? Le damos una segunda oportunidad. El problema es que, en su intento, parece que el gas se empezó a acumular sin que nadie se diera cuenta. La decisión fatal fue tomar un encendedor y un pedazo de papel para forzar la llama. En el momento en que acercó el fuego, se armó el despiche.
Lo que ocurrió, en términos técnicos, se llama una “deflagración”. Para los que no somos expertos, Bomberos lo explica fácil: no es que el cilindro de gas explotó, sino que todo el gas que se había fugado y acumulado en el espacio cerrado se encendió de un solo golpe. Es una onda expansiva brutal, casi como una bomba. El impacto fue tan salvaje que una de las puertas metálicas del horno salió volando como un proyectil y, diay, le dio de lleno a don José. Muerte instantánea. ¡Qué sal! Uno se pone a pensar en la mala suerte, en ese segundo de diferencia que pudo haber cambiado todo. Cuando los cuerpos de emergencia llegaron, ya no había nada que hacer.
Esta desgracia nos deja una lección durísima y nos obliga a poner los pies en la tierra. La soda era un punto de encuentro, un lugar de paso para familias y deportistas. Ahora, será recordada por esta tragedia. Y lo más preocupante es que este caso pone sobre la mesa un tema que muchos ignoramos: la seguridad con el gas LP. ¿Cuántos de nosotros tenemos un cilindro en la casa o en el brete y nunca revisamos las mangueras, las válvulas o el estado del tanque? Damos por sentado que esos chunches son seguros, que nunca van a fallar, y nos olvidamos de que estamos sentados sobre una potencial bomba de tiempo si no le damos el mantenimiento adecuado.
La gente de Bomberos no se cansa de repetirlo hasta el cansancio: hay que revisar las instalaciones de gas periódicamente, usar solo equipos certificados y, por lo que más quieran, nunca usar métodos improvisados para encender un aparato de estos. No hay que jugársela. Un simple olor a gas ya es una bandera roja gigante para cerrar la válvula principal, ventilar el área y llamar a un experto. Un despiste, una pequeña fuga, una decisión apresurada como la de usar un papel con fuego… y las consecuencias, como vimos en San Rafael, son irreversibles y devastadoras. Una vida perdida por un error que nos pudo pasar a cualquiera.
Maes, más allá de la tristeza que da esta noticia, ¿qué tan en serio nos tomamos esta vara del gas en la casa o en los bretes? ¿Alguno ha tenido un susto parecido o somos de los que decimos 'a mí no me pasa' hasta que pasa?