¡Aguante, pura vida! Parece mentira, ¿verdad?, que todavía estamos sacudiéndonos el polvo del Covid y ya nos toca pensar en si nos va a caer otro traspié sanitario encima. Pero así es la vaina, mai, hay que estar prevenidos. Un estudio nuevo del Icomvis-UNA puso la lupa en qué cantones anduvieron más aprietados durante la pandemia y, bueno, digamos que no es la noticia más alentadora para algunos de nosotros.
Resulta que el estudio, que analizó datos desde 2021 hasta 2023, encontró una correlación bastante clara entre la densidad urbana, la longevidad de la población, la prevalencia de enfermedades crónicas (como la diabetes y la hipertensión) y el impacto del Covid-19. Y ojo, que no hablamos de un par de casos aislados; esto involucró datos del Ministerio de Salud, la CCSS, el INEC, MIVAH y un mapeo exhaustivo de la flora y fauna silvestre. Se pusieron a picarle duro a la vaina, diay.
Lo que encontraron los investigadores es que los cantones más urbanizados, con poblaciones más envejecidas y con altas tasas de enfermedades crónicas, fueron los que sufrieron más contagios y fallecimientos por Covid. Montes de Oca y Curridabat, esos lugares donde parece que siempre hay construcción nueva, estuvieron en la lista negra. No es ninguna sorpresa, claro, pero saberlo a ciencia cierta da un poco de escalofrío, ¿no creen?
Pero la cosa no termina ahí, porque el estudio también descubrió algo sorprendente: la diversidad de la vida silvestre juega un papel importante. Sí, así como lo escuchan. Según Joel Sáenz, director del Icomvis-UNA, “un ecosistema diverso funciona como una barrera natural que diluye la presencia de patógenos”. En otras palabras, tener más árboles, animales y plantas alrededor ayuda a prevenir que los virus salten de los animales a los humanos. Quién lo diría, ¡donde la naturaleza sí nos rescata!
Esto me hace pensar, mai. ¿Cuántos de nosotros hemos visto cómo han ido desapareciendo los bosques y los espacios verdes en nuestro alrededor? A cambio, han surgido más edificios, más calles, más cemento... y eso, aparentemente, nos pone en peligro. No digo que no haya progreso, pero tenemos que encontrarle la forma de equilibrar las cosas, ¿me entienden? Porque irnos al traste por culpa de una pandemia que podríamos haber evitado sería una verdadera torta.
El mapa que elaboró el Icomvis-UNA muestra claramente estos riesgos. Los cantones con alto riesgo aparecen en rojo, los de riesgo medio en amarillo y los de bajo riesgo en verde. Es una imagen bien clara, aunque no precisamente bonita. Nos demuestra que la salud pública no depende solamente de hospitales y doctores, sino también de cómo cuidamos nuestro entorno natural. Y eso requiere un esfuerzo colectivo, chunche, no solo del gobierno, sino de todos nosotros.
Ahora, claro, alguien puede decir que esto ya pasó y que no hay necesidad de preocuparse. Pero yo creo que es justo lo contrario. El Covid-19 nos dio una lección dura, una vareta que nos dejó pensando. Y si queremos evitar repetir la historia, necesitamos tomar medidas ahora mismo. Eso implica invertir en salud pública, proteger nuestros ecosistemas y promover estilos de vida más saludables. También significa escuchar a los científicos, mai, y dejar de lado las excusas.
Así que aquí les dejo la pregunta para darle caña al foro: ¿Qué medidas cree usted que debemos tomar urgentemente para reducir la vulnerabilidad de los cantones costarricenses ante futuras pandemias? ¿Estamos dispuestos a cambiar nuestros hábitos y prioridades para proteger nuestra salud y nuestro planeta?
Resulta que el estudio, que analizó datos desde 2021 hasta 2023, encontró una correlación bastante clara entre la densidad urbana, la longevidad de la población, la prevalencia de enfermedades crónicas (como la diabetes y la hipertensión) y el impacto del Covid-19. Y ojo, que no hablamos de un par de casos aislados; esto involucró datos del Ministerio de Salud, la CCSS, el INEC, MIVAH y un mapeo exhaustivo de la flora y fauna silvestre. Se pusieron a picarle duro a la vaina, diay.
Lo que encontraron los investigadores es que los cantones más urbanizados, con poblaciones más envejecidas y con altas tasas de enfermedades crónicas, fueron los que sufrieron más contagios y fallecimientos por Covid. Montes de Oca y Curridabat, esos lugares donde parece que siempre hay construcción nueva, estuvieron en la lista negra. No es ninguna sorpresa, claro, pero saberlo a ciencia cierta da un poco de escalofrío, ¿no creen?
Pero la cosa no termina ahí, porque el estudio también descubrió algo sorprendente: la diversidad de la vida silvestre juega un papel importante. Sí, así como lo escuchan. Según Joel Sáenz, director del Icomvis-UNA, “un ecosistema diverso funciona como una barrera natural que diluye la presencia de patógenos”. En otras palabras, tener más árboles, animales y plantas alrededor ayuda a prevenir que los virus salten de los animales a los humanos. Quién lo diría, ¡donde la naturaleza sí nos rescata!
Esto me hace pensar, mai. ¿Cuántos de nosotros hemos visto cómo han ido desapareciendo los bosques y los espacios verdes en nuestro alrededor? A cambio, han surgido más edificios, más calles, más cemento... y eso, aparentemente, nos pone en peligro. No digo que no haya progreso, pero tenemos que encontrarle la forma de equilibrar las cosas, ¿me entienden? Porque irnos al traste por culpa de una pandemia que podríamos haber evitado sería una verdadera torta.
El mapa que elaboró el Icomvis-UNA muestra claramente estos riesgos. Los cantones con alto riesgo aparecen en rojo, los de riesgo medio en amarillo y los de bajo riesgo en verde. Es una imagen bien clara, aunque no precisamente bonita. Nos demuestra que la salud pública no depende solamente de hospitales y doctores, sino también de cómo cuidamos nuestro entorno natural. Y eso requiere un esfuerzo colectivo, chunche, no solo del gobierno, sino de todos nosotros.
Ahora, claro, alguien puede decir que esto ya pasó y que no hay necesidad de preocuparse. Pero yo creo que es justo lo contrario. El Covid-19 nos dio una lección dura, una vareta que nos dejó pensando. Y si queremos evitar repetir la historia, necesitamos tomar medidas ahora mismo. Eso implica invertir en salud pública, proteger nuestros ecosistemas y promover estilos de vida más saludables. También significa escuchar a los científicos, mai, y dejar de lado las excusas.
Así que aquí les dejo la pregunta para darle caña al foro: ¿Qué medidas cree usted que debemos tomar urgentemente para reducir la vulnerabilidad de los cantones costarricenses ante futuras pandemias? ¿Estamos dispuestos a cambiar nuestros hábitos y prioridades para proteger nuestra salud y nuestro planeta?