¡Ay, Dios mío! Qué bronca más grande nos cayó encima. Resulta que la violencia intrafamiliar está agarrándole con pinzas al rendimiento escolar de nuestros puros, y parece que nadie le da mucha bola al asunto. Varios profes de orientación están encendidos porque la cosa está feísima y necesitamos ponerle remedio rápido, antes de que se les vaya todo a pique.
Según datos duros del Ministerio de Educación Pública, en 2023 se reportaron casi seis mil casos de violencia contra niños y adolescentes en nuestras escuelas. De esos, más de mil ochocientas fueron golpes directos, quinientos noventa casos de abuso sexual, ¡y más de tres mil relacionados con negligencia! Eso sí que es una vara bien pesada para cargar sobre las espaldas de nuestros muchachos.
José Miguel Chavarría, del Colegio de Profesionales en Orientación, nos explica que esas cifras son solo la punta del iceberg. Dice que hay una 'cifra oscura' enorme: los casos que no se denuncian por miedo, vergüenza o porque ya se acostumbran a vivir así. Imagínate, chavalitos sufriendo en silencio, tratando de estudiar entre tanto calvario... qué harta.
Y ni hablar de cómo les afecta esto académicamente. Deserción escolar, notas bajas, dificultad para concentrarse, cero interés en las clases… ¡una espiral descendente total! Además, empiezan a cambiar sus comportamientos, se retraen, andan ansiosos, comen diferente… ¡todo revuelto, diay!
Pero lo peor es que, según Chavarría, este problema puede repetirse como un ciclo vicioso. Un niño que vive violencia en casa corre el riesgo de volverse violento él mismo en la escuela, acosando a otros, metiéndose en peleas, hasta consumiendo drogas. Aprenden a resolver los problemas a base de puño, en lugar de diálogo y respeto. ¡Eso sí que es un brete!
El problema, claro, es la falta de personal capacitado para atender estos casos. Tenemos más de mil psicólogos en todo el país, pero tienen que cubrir más de cinco mil centros educativos. Eso quiere decir que un psicólogo tiene que atender a casi mil alumnos, ¡una locura! Y ni hablemos de los profesionales en orientación, que apenas cubren el 6% de las escuelas. Es un maaaal rato.
Cynthia Castro, otra representante del CPO, dice que lo primero que tenemos que hacer es crear un ambiente de confianza en las escuelas, donde los estudiantes se sientan seguros para hablar de lo que les pasa. También urge aumentar el número de profesionales de apoyo, para poder darles la atención individualizada que necesitan. Pero, sobre todo, tenemos que dejar de normalizar la violencia y enseñarle a nuestros hijos que merecen ser tratados con amor y respeto.
Estamos hablando de nuestro futuro, amigos. ¿Cómo vamos a construir una sociedad justa y equitativa si nuestros jóvenes crecen rodeados de violencia y trauma? ¿Ustedes creen que el gobierno debería invertir más recursos en programas de prevención y apoyo psicológico en las escuelas, o prefieren seguir esperando a que la ‘cifra oscura’ siga creciendo?
Según datos duros del Ministerio de Educación Pública, en 2023 se reportaron casi seis mil casos de violencia contra niños y adolescentes en nuestras escuelas. De esos, más de mil ochocientas fueron golpes directos, quinientos noventa casos de abuso sexual, ¡y más de tres mil relacionados con negligencia! Eso sí que es una vara bien pesada para cargar sobre las espaldas de nuestros muchachos.
José Miguel Chavarría, del Colegio de Profesionales en Orientación, nos explica que esas cifras son solo la punta del iceberg. Dice que hay una 'cifra oscura' enorme: los casos que no se denuncian por miedo, vergüenza o porque ya se acostumbran a vivir así. Imagínate, chavalitos sufriendo en silencio, tratando de estudiar entre tanto calvario... qué harta.
Y ni hablar de cómo les afecta esto académicamente. Deserción escolar, notas bajas, dificultad para concentrarse, cero interés en las clases… ¡una espiral descendente total! Además, empiezan a cambiar sus comportamientos, se retraen, andan ansiosos, comen diferente… ¡todo revuelto, diay!
Pero lo peor es que, según Chavarría, este problema puede repetirse como un ciclo vicioso. Un niño que vive violencia en casa corre el riesgo de volverse violento él mismo en la escuela, acosando a otros, metiéndose en peleas, hasta consumiendo drogas. Aprenden a resolver los problemas a base de puño, en lugar de diálogo y respeto. ¡Eso sí que es un brete!
El problema, claro, es la falta de personal capacitado para atender estos casos. Tenemos más de mil psicólogos en todo el país, pero tienen que cubrir más de cinco mil centros educativos. Eso quiere decir que un psicólogo tiene que atender a casi mil alumnos, ¡una locura! Y ni hablemos de los profesionales en orientación, que apenas cubren el 6% de las escuelas. Es un maaaal rato.
Cynthia Castro, otra representante del CPO, dice que lo primero que tenemos que hacer es crear un ambiente de confianza en las escuelas, donde los estudiantes se sientan seguros para hablar de lo que les pasa. También urge aumentar el número de profesionales de apoyo, para poder darles la atención individualizada que necesitan. Pero, sobre todo, tenemos que dejar de normalizar la violencia y enseñarle a nuestros hijos que merecen ser tratados con amor y respeto.
Estamos hablando de nuestro futuro, amigos. ¿Cómo vamos a construir una sociedad justa y equitativa si nuestros jóvenes crecen rodeados de violencia y trauma? ¿Ustedes creen que el gobierno debería invertir más recursos en programas de prevención y apoyo psicológico en las escuelas, o prefieren seguir esperando a que la ‘cifra oscura’ siga creciendo?
