¡Ay, pata negra! Después de 40 días de puro chinchorreo y bronca, parece que el circo en Washington se acabó, al menos temporalmente. Los gringos, pa' su desgracia, tuvieron que parar el país por un rifirrafe político que, vamos, ya nos tenía a nosotros aquí en Costa Rica mordiéndonos las uñas. Un cierre de gobierno así es un dolor de cabeza pa’ todos, desde el mae que le toca esperar meses por su seguridad social, hasta el turista que se quedó varadito sin saber cómo regresar a casa.
La cosa estaba así: Donald Trump, con su maña de encender polémicas, quería construir su pared fronteriza a toda costa. Y los demócratas, echándose para atrás, no querían darle ni un céntimo pa' ese proyecto que muchos consideran un dispendio de dinero. Así que, como buen choque de trenes, el gobierno cerró todas las oficinas que no eran esenciales. Imagínate, parques nacionales clausurados, empleados federales sin brete, y el tráfico aéreo hecho un desmadre… ¡una verdadera torta!
Y ni hablar de Obamacare, el plan de salud que tanto les gusta defender a los demócratas. Con los subsidios corriendo peligro de desaparecer, millones de americanos podían verse obligados a pagar precios exorbitantes por su seguro médico. Esto, obviamente, prendió las alarmas y puso a la gente a moverse. Hablando de eso, el juego de sillas políticas ahí arriba es más complicado que resolver un sudoku con los ojos vendados. De repente aparecen acuerdos, votos cruzados, y la cosa cambia de rumbo como trompo en feria.
Finalmente, después de muchas idas y venidas, y con el Congreso bajo mucha presión, lograron llegar a un acuerdo. Reabrieron el gobierno hasta enero, así que, por lo menos por ahora, se les quitó el garrote del medio. Pero ojo, que esto no significa que la paz haya llegado para quedarse. Todavía hay mucho por discutir sobre el tema de la salud, y seguramente veremos más peleas en los próximos meses. Al final del día, esta jugada demuestra que incluso en el lugar más poderoso del mundo, el diálogo y la búsqueda de soluciones pueden vencer la terquedad.
Ahora bien, la forma en que se manejó la crisis dejó bastante que decir. Algunos políticos, buscando quedar bien, echaron leña al fuego en lugar de buscar puntos en común. Otros, simplemente se quedaron mirando como espectadores, esperando a ver quién cedía primero. Y claro, la población, harta de tanta división, clamaba por que encontraran una salida a este embrollo. La verdad es que verlos pelear por cosas que afectan directamente la vida de la gente da un poco de tristeza, ¿verdad?
No podemos ignorar tampoco el impacto económico que tuvo este cierre. Miles de negocios pequeños sufrieron las consecuencias, y muchos trabajadores perdieron ingresos importantes. Además, la imagen de Estados Unidos como un país confiable y estable quedó manchada. Ya saben, esas ondas negativas se sienten en todos lados, hasta acá en nuestras tierras. En fin, un capítulo más en la novela interminable de la política estadounidense, donde la polarización parece ser la norma, no la excepción. Que alguien le explique a Trump que gobernar no es solo mandar tweets.
Lo interesante es ver cómo reaccionan ahora los diferentes actores políticos. ¿Se mantendrán firmes en sus posiciones, o aprovecharán este respiro para tender puentes y encontrar soluciones duraderas? Por supuesto, la oposición va a estar vigilante, lista para sacar tajada si las cosas salen mal. Y mientras tanto, el resto del mundo observa atentamente, preguntándose cuándo será el próximo episodio de esta telenovela presidencial. A estas alturas, nadie puede negar que la política estadounidense es un espectáculo digno de Hollywood.
En fin, después de este batiburrillo, me pregunto: ¿Cree usted que este acuerdo temporal representa un verdadero avance en la política estadounidense, o es solo un parche que pospone el problema para más adelante? ¿Y cuál cree que debería ser el camino a seguir para evitar futuros cierres de gobierno y reconstruir la confianza de la ciudadanía?
La cosa estaba así: Donald Trump, con su maña de encender polémicas, quería construir su pared fronteriza a toda costa. Y los demócratas, echándose para atrás, no querían darle ni un céntimo pa' ese proyecto que muchos consideran un dispendio de dinero. Así que, como buen choque de trenes, el gobierno cerró todas las oficinas que no eran esenciales. Imagínate, parques nacionales clausurados, empleados federales sin brete, y el tráfico aéreo hecho un desmadre… ¡una verdadera torta!
Y ni hablar de Obamacare, el plan de salud que tanto les gusta defender a los demócratas. Con los subsidios corriendo peligro de desaparecer, millones de americanos podían verse obligados a pagar precios exorbitantes por su seguro médico. Esto, obviamente, prendió las alarmas y puso a la gente a moverse. Hablando de eso, el juego de sillas políticas ahí arriba es más complicado que resolver un sudoku con los ojos vendados. De repente aparecen acuerdos, votos cruzados, y la cosa cambia de rumbo como trompo en feria.
Finalmente, después de muchas idas y venidas, y con el Congreso bajo mucha presión, lograron llegar a un acuerdo. Reabrieron el gobierno hasta enero, así que, por lo menos por ahora, se les quitó el garrote del medio. Pero ojo, que esto no significa que la paz haya llegado para quedarse. Todavía hay mucho por discutir sobre el tema de la salud, y seguramente veremos más peleas en los próximos meses. Al final del día, esta jugada demuestra que incluso en el lugar más poderoso del mundo, el diálogo y la búsqueda de soluciones pueden vencer la terquedad.
Ahora bien, la forma en que se manejó la crisis dejó bastante que decir. Algunos políticos, buscando quedar bien, echaron leña al fuego en lugar de buscar puntos en común. Otros, simplemente se quedaron mirando como espectadores, esperando a ver quién cedía primero. Y claro, la población, harta de tanta división, clamaba por que encontraran una salida a este embrollo. La verdad es que verlos pelear por cosas que afectan directamente la vida de la gente da un poco de tristeza, ¿verdad?
No podemos ignorar tampoco el impacto económico que tuvo este cierre. Miles de negocios pequeños sufrieron las consecuencias, y muchos trabajadores perdieron ingresos importantes. Además, la imagen de Estados Unidos como un país confiable y estable quedó manchada. Ya saben, esas ondas negativas se sienten en todos lados, hasta acá en nuestras tierras. En fin, un capítulo más en la novela interminable de la política estadounidense, donde la polarización parece ser la norma, no la excepción. Que alguien le explique a Trump que gobernar no es solo mandar tweets.
Lo interesante es ver cómo reaccionan ahora los diferentes actores políticos. ¿Se mantendrán firmes en sus posiciones, o aprovecharán este respiro para tender puentes y encontrar soluciones duraderas? Por supuesto, la oposición va a estar vigilante, lista para sacar tajada si las cosas salen mal. Y mientras tanto, el resto del mundo observa atentamente, preguntándose cuándo será el próximo episodio de esta telenovela presidencial. A estas alturas, nadie puede negar que la política estadounidense es un espectáculo digno de Hollywood.
En fin, después de este batiburrillo, me pregunto: ¿Cree usted que este acuerdo temporal representa un verdadero avance en la política estadounidense, o es solo un parche que pospone el problema para más adelante? ¿Y cuál cree que debería ser el camino a seguir para evitar futuros cierres de gobierno y reconstruir la confianza de la ciudadanía?
