¡Ay, Dios mío! Quién iba a decir que la historia de nuestro primer teatro formal, el Teatro de Mora, iba a estar volviendo con tanta fuerza ahora. Resulta que la licenciada Ligia Rosales Chacón, una científica social de pura cepa, se fajó a sacar del baúl de los recuerdos este pedazo importantísimo de nuestra identidad cultural. No es broma, la doña le puso huevo a investigar y nos regaló un libro que vale oro.
El Teatro de Mora, construido allá por 1850 en tiempos del gobierno de Don Juan Rafael Mora Porras, no solo fue un centro de entretenimiento, sino un símbolo de modernidad para un San José que estaba creciendo a pasos agigantados. Imagínense, en esa época, Costa Rica estaba buscando su lugar en el mundo y el teatro se convirtió en un escaparate para mostrarle al planeta nuestra incipiente civilización. Era un lugar donde la gente se reunía para ver obras, zarzuelas, y otras presentacionessobre todo era una manera de demostrarle al resto de Latinoamérica que acá teníamos algo importante que decir.
Pero la historia, como suele suceder, no tuvo un final feliz. Un terremoto voraz acabó con el teatro, borrando casi por completo su recuerdo de la memoria colectiva. Por décadas, solo quedaron algunos relatos vagos y unas pocas ilustraciones incompletas. Ahí es donde entra la señora Rosales, que decidió rescatar este patrimonio cultural perdido. Dice la doña que fue un brete poder reconstruir la imagen del teatro, pues en aquella época ni siquiera pensaban en tomar fotografías… ¡Imaginen qué trabajo!
“No fue fácil, maje,” nos contó la autora, “tuve que revolver periódicos viejísimos, revistas polvorientas y archivos nacionales. Me tocó lidiar con la falta de documentos detallados, buscar entre líneas cualquier pista que me ayudara a entender cómo era el teatro realmente.” Pero la perseverancia rindió frutos, y el resultado es un libro bellísimo que nos transporta a otra época.
El libro no solo describe la arquitectura del Teatro de Mora —con su platea en forma de herradura, sus palcos elegantes, sus galerías espaciosas y su escenario funcional—, sino que también nos relata qué tipo de espectáculos se ofrecían allí, qué artistas se presentaban y cuáles eran las dificultades que enfrentaba el teatro durante su corta existencia. Según lo que revela el libro, hubo momentos álgidos y otros bien complicados; problemas económicos, disputas artísticas, y hasta algunas riñas entre el público. ¡Un verdadero drama!
Ligia Rosales, quien además recibió el prestigioso Premio Nacional de Investigación Luis Ferrero Acosta en 2019 por otra de sus obras, es una mujer comprometida con el rescate de la identidad costarricense. Al jubilarse de la docencia en la Universidad Nacional, decidió dedicar su tiempo a escribir y compartir su pasión por la historia nacional. Y lejos de querer lucirse, prefiere regalar sus libros a estudiantes y universidades, incentivando así el estudio de nuestra rica cultura.
Esta iniciativa es tremendamente valiosa, especialmente en una época en la que parece que muchos olvidan nuestras raíces. El libro de Ligia Rosales es un recordatorio de que somos parte de una historia fascinante, llena de personajes interesantes y acontecimientos memorables. Nos enseña que la cultura no es algo estático, sino un proceso continuo de creación, transformación y transmisión. Además nos demuestra que hay gente dedicada a conservar nuestros tesoros históricos, haciendo posible que las nuevas generaciones puedan conocerlas y apreciarlas.
Y hablando de nuevas generaciones, aquí va la pregunta: ¿Ustedes creen que sería posible y deseable construir una réplica del Teatro de Mora en algún lugar del país, tal vez en el Parque La Sabana? ¿Sería un tributo adecuado a nuestra historia teatral y un atractivo turístico interesante? ¡Denme su opinión, quiero saber qué piensan mis compas del foro sobre esto!
El Teatro de Mora, construido allá por 1850 en tiempos del gobierno de Don Juan Rafael Mora Porras, no solo fue un centro de entretenimiento, sino un símbolo de modernidad para un San José que estaba creciendo a pasos agigantados. Imagínense, en esa época, Costa Rica estaba buscando su lugar en el mundo y el teatro se convirtió en un escaparate para mostrarle al planeta nuestra incipiente civilización. Era un lugar donde la gente se reunía para ver obras, zarzuelas, y otras presentacionessobre todo era una manera de demostrarle al resto de Latinoamérica que acá teníamos algo importante que decir.
Pero la historia, como suele suceder, no tuvo un final feliz. Un terremoto voraz acabó con el teatro, borrando casi por completo su recuerdo de la memoria colectiva. Por décadas, solo quedaron algunos relatos vagos y unas pocas ilustraciones incompletas. Ahí es donde entra la señora Rosales, que decidió rescatar este patrimonio cultural perdido. Dice la doña que fue un brete poder reconstruir la imagen del teatro, pues en aquella época ni siquiera pensaban en tomar fotografías… ¡Imaginen qué trabajo!
“No fue fácil, maje,” nos contó la autora, “tuve que revolver periódicos viejísimos, revistas polvorientas y archivos nacionales. Me tocó lidiar con la falta de documentos detallados, buscar entre líneas cualquier pista que me ayudara a entender cómo era el teatro realmente.” Pero la perseverancia rindió frutos, y el resultado es un libro bellísimo que nos transporta a otra época.
El libro no solo describe la arquitectura del Teatro de Mora —con su platea en forma de herradura, sus palcos elegantes, sus galerías espaciosas y su escenario funcional—, sino que también nos relata qué tipo de espectáculos se ofrecían allí, qué artistas se presentaban y cuáles eran las dificultades que enfrentaba el teatro durante su corta existencia. Según lo que revela el libro, hubo momentos álgidos y otros bien complicados; problemas económicos, disputas artísticas, y hasta algunas riñas entre el público. ¡Un verdadero drama!
Ligia Rosales, quien además recibió el prestigioso Premio Nacional de Investigación Luis Ferrero Acosta en 2019 por otra de sus obras, es una mujer comprometida con el rescate de la identidad costarricense. Al jubilarse de la docencia en la Universidad Nacional, decidió dedicar su tiempo a escribir y compartir su pasión por la historia nacional. Y lejos de querer lucirse, prefiere regalar sus libros a estudiantes y universidades, incentivando así el estudio de nuestra rica cultura.
Esta iniciativa es tremendamente valiosa, especialmente en una época en la que parece que muchos olvidan nuestras raíces. El libro de Ligia Rosales es un recordatorio de que somos parte de una historia fascinante, llena de personajes interesantes y acontecimientos memorables. Nos enseña que la cultura no es algo estático, sino un proceso continuo de creación, transformación y transmisión. Además nos demuestra que hay gente dedicada a conservar nuestros tesoros históricos, haciendo posible que las nuevas generaciones puedan conocerlas y apreciarlas.
Y hablando de nuevas generaciones, aquí va la pregunta: ¿Ustedes creen que sería posible y deseable construir una réplica del Teatro de Mora en algún lugar del país, tal vez en el Parque La Sabana? ¿Sería un tributo adecuado a nuestra historia teatral y un atractivo turístico interesante? ¡Denme su opinión, quiero saber qué piensan mis compas del foro sobre esto!
