¡Ay, qué pena, raza! Se nos fue Don Orlando Thompson Cooper, el señor de la canasta de mimbre y el aroma inconfundible del patty caribeño que alegraba los estadios y las corridas de toros de Costa Rica. A sus 79 añitos, dejó un vacío enorme en el corazón de todos los que lo conocimos. Este domingo, el mundo del deporte y el entretenimiento tico se vistió de luto, pues perdimos a un ícono, un tipo que puso sabor a nuestras tardes de fútbol y adrenalina.
Don Orlando, oriundo de Matina de Limón, llevaba décadas recorriendo nuestros campos de juego y plazas de toros. Su presencia era tan parte del espectáculo como los propios jugadores o las reses. Con su característico sombrero y una sonrisa que iluminaba hasta el día más gris, ofrecía el mejor patty caribeño, acompañado de unas refrescantes sodas o aguas frescas. Eras capaz de sentir el olor desde lejos, ¡una verdadera bomba de sabores!
Como bien dicen por ahí, “paaatyy hay, sabor de Thompson” o “llegó el sabor de Thompson”, esas frases quedaron grabadas a fuego en la memoria de muchos aficionados. No importaba si eras fanático de Alajuelense, Saprissa, Carmelita o Liberia, todos sabían que Don Orlando tenía el mejor manjar para celebrar la victoria o aliviar la derrota. Él estaba allí, con su canasta llena de cariño y sabor.
Además de su pasión por vender patys, Don Orlando también era un devoto seguidor del baloncesto y el sóftbol. Siempre estaba presente en los juegos, alentando a sus equipos favoritos y compartiendo anécdotas con amigos y conocidos. Era un hombre sociable, sencillo y trabajador, un ejemplo de perseverancia y optimismo. Haber superado un infarto hace unos años demostraba su fortaleza mental y su amor por la vida. Un maquina pura vida, díganle.
Don Orlando, oriundo de Matina de Limón, llevaba décadas recorriendo nuestros campos de juego y plazas de toros. Su presencia era tan parte del espectáculo como los propios jugadores o las reses. Con su característico sombrero y una sonrisa que iluminaba hasta el día más gris, ofrecía el mejor patty caribeño, acompañado de unas refrescantes sodas o aguas frescas. Eras capaz de sentir el olor desde lejos, ¡una verdadera bomba de sabores!
Como bien dicen por ahí, “paaatyy hay, sabor de Thompson” o “llegó el sabor de Thompson”, esas frases quedaron grabadas a fuego en la memoria de muchos aficionados. No importaba si eras fanático de Alajuelense, Saprissa, Carmelita o Liberia, todos sabían que Don Orlando tenía el mejor manjar para celebrar la victoria o aliviar la derrota. Él estaba allí, con su canasta llena de cariño y sabor.
Además de su pasión por vender patys, Don Orlando también era un devoto seguidor del baloncesto y el sóftbol. Siempre estaba presente en los juegos, alentando a sus equipos favoritos y compartiendo anécdotas con amigos y conocidos. Era un hombre sociable, sencillo y trabajador, un ejemplo de perseverancia y optimismo. Haber superado un infarto hace unos años demostraba su fortaleza mental y su amor por la vida. Un maquina pura vida, díganle.