Hoy Julio Rodríguez le hace una crítica irónica que comienza con una felicitación ¡!
http://www.nacion.com/2010-05-05/Opinion/ColumnistaDelDia/Opinion2359583.aspx Las inauguraciones y sus comadres, las primeras piedras, se han trocado en noticia y comidilla política en estas semanas agónicas, cuando el poder se va eclipsando y escurriendo, minuto a minuto, en los parajes sosegados de Zapote, entre los dedos inquietos de su inquilino, y nadie ¡ay, dolor inmenso!, puede contener su curso.
Nunca Zapote alguno fue mejor testigo del paso inmisericorde del tiempo, de la fugacidad de la vida y de la sentencia salomónica: “Vanidad de vanidades y todo vanidad” o, lo que es lo mismo, como nos lo recuerda el gran C.S. Lewis: “Todo lo que no es eterno está eternamente pasado de moda”. El hombre, sin embargo, don Óscar, casi expresidente, “es capaz de vencer el tiempo y la fosa” y “está más allá del fin”, pues nada humano lo llena. Rilke dijo lo primero y lo segundo, Hölderlin. Me excedo en citas porque sé que de algo sirven y usted las ama' las citas, por supuesto, en su doble acepción de encuentro personal o de recreación literaria que, como el poder, también pasan'
En estos trances existenciales del ser humano, enfrentado con el poder, bendecimos el don admirable de la democracia, como relevo temporal entre seres libres, sin sangre ni duelo, y exaltamos la visión de Don Pepe al abolir el ejército.
En vez de las asonadas y las charreteras, preferimos, en estos días postreros, el frenesí inaugurador del presidente Arias que, pacíficamente, escribe para la historia las cinco dimensiones de una inauguración: la inauguración completa, como la ansiada carretera a Caldera; la inauguración incompleta, pero justa y necesaria: el Estadio Nacional y el hospital de Heredia; la inauguración desconocida y cómica: aquella en que un cintillo amarillo de seguridad sirvió, a más no haber, de cinta oficial bajo la lluvia, y la inauguración divina, propia de Tatica Dios: la primera piedra o fiat lux de la futura presidencia de la República, sacada de la nada, pensamiento puro y pura vida.
Y, más allá del tiempo y el espacio, la cumbre de las inauguraciones: el fin de la historia y el dominio del futuro, cuando don Óscar proclamó urbi et orbi: “todo está consumado, todo está hecho, de nada me arrepiento, yo soy el que soy. A Laura, mi sucesora, la amada del pueblo, solo le queda administrar lo que hice y lo que fui”. Y ¿lo que será? Dicen que, en estas noches, deambula por Rhormoser el ángel exterminador que, con voz cadenciosa y burlona, entona el dies irae del poder y de la verdad: “No podrás disfrutar, don Óscar Arias Sánchez, ex, ex y ex, del último y decisivo acto: de tu propio entierro”.
La última piedra. Amén.