Si Dios no existe, entonces Él no es el creador del universo. Por lo tanto el universo no ha sido creado. O bien el universo ha surgido de la nada, o bien es eterno.
La primera de ambas alternativas es absurda, porque de la nada no puede surgir nada. Un ejemplo cómo, en su afán de rechazar a toda costa la existencia de Dios, los ateillos son capaces de sostener las afirmaciones más inverosímiles.
Leyéndo uno de sus muchos libros de divulgación científica, Isaac Asimov tiene una teoría acerca del origen del universo a partir de la nada, basándose en una analogía con la siguiente fórmula: 0 = 1 + (-1). Así como el 0 "produce" el 1 y el -1, la nada ha podido producir, en el origen del tiempo, un universo material y un "antiuniverso" (o universo de antimateria). Esto tiene dos GARRAFALES errores:
El ente ideal "cero" no es la causa del ser de los entes ideales "uno" y "menos uno". Una identidad matemática no es una relación causal entre números. No hay una verdadera correspondencia entre los tres números considerados y tres entes reales, o mejor dicho, un ente real (el universo), un ente hipotético (el "antiuniverso") y un no-ente (la nada). En suma, de esa identidad matemática no se puede deducir una relación causal entre esos entes reales. Aunque soy malo en matemáticas, eso está claro!
Por lo tanto, el ateísmo desemboca en esta conclusión: El universo ha de ser eterno...!!
La corriente atea más difundida en la actualidad es el cientificismo. La idea básica del cientificismo es que el único conocimiento verdadero que el hombre puede alcanzar es el que proviene de las ciencias particulares: matemática, física, química, astronomía, geología, biología, etc. (eventualmente incluirán también las ciencias humanas: psicología, sociología, economía, política, historia, etc.). Ahora bien, las ciencias particulares no prueban ni pueden probar que el universo es eterno, sino que lo SUPONEN. Por consiguiente esta falsa suposición contradice el principio fundamental del positivismo. Esta contradicción es la consecuencia de otra contradicción mayor. El punto de partida oculto del pensamiento positivista es la negación de la existencia de Dios, aunque las ciencias particulares tampoco prueban ni pueden probar la inexistencia de Dios. En realidad, el positivismo está basado en (falsos) postulados no científicos sino filosóficos, cuya verdad se presupone sin ninguna justificación racional. De este modo el cientificismo, que se presenta a sí mismo como la verdad científica, resulta ser solamente una purete (y a menudo inconsciente) filosofía.
La ciencia contemporánea no sólo no prueba que el universo es eterno, sino que incluso sugiere con mucha fuerza la idea de que el universo tuvo un comienzo absoluto en el tiempo. El consenso mayoritario de los científicos actuales apoya la teoría del Big Bang, que implica dicho comienzo absoluto. Es verdad que en rigor, aun suponiendo demostrada la hipótesis del Big Bang, la ciencia no puede demostrar la creación del universo. Lo que pasó "antes" del tiempo cero de la Gran Explosión está más allá de los límites del conocimiento científico, y sólo puede ser escudriñado por medio de la teología y la filosofía, que no son ciencias particulares sino ciencias universales. Esto significa que su indagación, basada en sus propios métodos, diferentes de los métodos de las ciencias particulares, no se limita a las realidades intramundanas sino que pretende alcanzar explicaciones últimas, por tanto trascendentes. Por cierto los ateillos se basan en el Big Bang, teoría que fué propuesta por un sacerdote católico... :screwy:
Además, como ha sido demostrado por Tomás de Aquino, aunque el universo no hubiera tenido un comienzo en el tiempo, de todos modos tendría que haber sido creado por Dios. La creación no es sólo una acción pasada de Dios, ocurrida en el principio, sino una acción permanente de Dios que sostiene al universo en el ser. La relación entre Dios y el mundo es una relación ontológica de dependencia absoluta y unilateral: El ser del mundo depende absolutamente de la acción creadora de Dios; el ser de Dios no depende del mundo en absoluto.
Aunque Tomás de Aquino sostuvo que la no-eternidad del mundo no puede ser conocida por la razón natural, sino sólo por la fe en la Divina Revelación, hoy en día resulta díficil concebir un universo eterno. La noción de evolución ha penetrado tan hondamente en el pensamiento contemporáneo que fácilmente uno se ve impulsado a pensar que el universo, así como tiene un desarrollo comprobable, también ha debido tener un comienzo y deberá tener un final. La "eternidad" del mundo supone la existencia de un infinito actual, a saber un tiempo infinito "ya transcurrido" (por así decir). El infinito actual, o sea la presencia actual de una magnitud infinita, resulta no sólo inimaginable, sino incluso casi inconcebible. Hay quienes sostienen que en el universo material sólo puede darse el infinito potencial (es decir, magnitudes que tienden al infinito) pero no el infinito actual.
Para seguir sosteniendo, contra las cuasi-evidencias de la ciencia, la eternidad del mundo, los ateos cientificistas recurren a otra suposición gratuita: El universo es cíclico. Cada uno de los infinitos ciclos comienza con una Gran Explosión, seguida de una fase de expansión del universo. Después de alcanzar un tamaño máximo, el universo entra en una fase de contracción, que termina con una Gran Implosión (Big Crunch). Cada Big Crunch es seguido inmediatamente por un nuevo Big Bang. La teoría del universo cíclico tiene graves falencias:
Los cálculos de la masa total del universo llevan a pensar que éste se expandirá indefinidamente, por lo cual no habrá ninguna Gran Implosión en el futuro. Dado que lo que podría haber ocurrido antes de la Gran Explosión escapa a nuestra ciencia experimental, no se puede demostrar científicamente que haya una verdadera relación causal entre una Gran Implosión y la siguiente Gran Explosión.
En resumen, la tesis atea sobre la eternidad del mundo es extremadamente pura tuza desde el punto de vista racional.
Ateillos= FAIL.