Bueno, pues resulta que nos vamos secando, má. Los datos nuevos del INE, esos que siempre salen a sacudirnos, confirman lo que muchos ya sabíamos: Costa Rica está cambiando, y no precisamente pa’ mejorar. Entre 2014 y 2024, la cosa ha ido de mal en peor en cuanto a natalidad y, ahora sí, en cuánto nos estamos yendo pa'l otro lado.
Si revisamos bien los números, en 2014 las mujeres tenían en promedio 1,78 pelados. ¡Imagínate! Ahora, apenas le damos a 1,12. Eso significa casi un hijo menos por mujer, ¿me entienden? Estamos hablando de un cambio generacional gigantesco, un vacío demográfico que ni el café nos va a llenar. Desde el 2020, el país está metido de lleno en lo que llaman ‘ultra baja fecundidad’, o sea, que tenemos menos de 1,5 hijos por mujer, y eso, chunches, no es bueno ni medio.
Pero la cosa no termina ahí, porque mientras nos vamos multiplicando a la edad avanzada, la mortalidad general ha pegado un brinquito considerable. Un 35,6% más de gente finando desde el 2014, impulsado por el envejecimiento de la población. Obvio, la pandemia de Covid-19 echó leña al fuego, y eso se nota clarito en las estadísticas del 2020 y del 2024. Los hombres, como siempre, lideran la lista de los que se van, con una diferencia notable en comparación con las mujeres, unos dos difuntos más por cada mil habitantes, diay.
Y si pensaban que la cosa iba de tranqui, agárrense que viene lo feo: la mortalidad materna se duplicó en tan solo dos años. Pasamos de 1,50 muertes maternas por cada cien mil nacidos en 2022 a 3,27 en 2024. ¡Eso es un 118,6%! Dos mamás más mueren por cada diez mil bebés que llegan al mundo. Que nadie se haga ilusiones, esto no pinta bien para nuestra salud pública y debería encender todas las alarmas en las autoridades.
Entre otras cositas curiosas que nos cuenta el INE, vemos que el matrimonio civil sigue ganándole la partida al tradicional matrimonio católico. Ya casi cuatro de cada cinco parejas optan por sellar su amor ante el juez en lugar de frente al cura. Vaya, parece que hasta las tradiciones están cambiando, y no sé yo si para bien... Aunque, bueno, cada quien elige cómo quiere vivir su brete, ¿no?
Otro dato que da que pensar es el aumento en la mortalidad infantil. En 2024, tuvimos 10,21 muertes de niños menores de un año por cada mil nacimientos, un 12,7% más que en 2023. Una muerte infantil más por cada mil bebitos que nacen. Qué vara más triste, señores. Hay que investigar qué está pasando para que esto siga ocurriendo en un país que dice tener condiciones dignas para todos.
Ahora, hablando de cosas más livianas, parece que la tasa de nupcialidad se mantiene más o menos igual, alrededor de cuatro o cinco matrimonios por cada mil habitantes. Pero como dije antes, la mayoría son civiles. Al final, cada pareja hace lo que quiera, pero este cambio refleja quizás una sociedad más moderna, o tal vez simplemente menos religiosa… No sé yo, ¡qué torta de situaciones!
En fin, la realidad es clara: Costa Rica se enfrenta a un futuro demográfico complicado. Tenemos menos jóvenes, más adultos mayores y más personas falleciendo. Todo esto plantea desafíos enormes para nuestro sistema de seguridad social, nuestra economía y nuestra identidad nacional. ¿Será que necesitamos empezar a pensar en políticas públicas drásticas para revertir esta tendencia o estamos condenados a convertirnos en un país de jubilados jugando dominó en la puerta de sus casas? ¿Ustedes creen que hay alguna solución viable o ya nos vamos a ir al traste con esta situación?
Si revisamos bien los números, en 2014 las mujeres tenían en promedio 1,78 pelados. ¡Imagínate! Ahora, apenas le damos a 1,12. Eso significa casi un hijo menos por mujer, ¿me entienden? Estamos hablando de un cambio generacional gigantesco, un vacío demográfico que ni el café nos va a llenar. Desde el 2020, el país está metido de lleno en lo que llaman ‘ultra baja fecundidad’, o sea, que tenemos menos de 1,5 hijos por mujer, y eso, chunches, no es bueno ni medio.
Pero la cosa no termina ahí, porque mientras nos vamos multiplicando a la edad avanzada, la mortalidad general ha pegado un brinquito considerable. Un 35,6% más de gente finando desde el 2014, impulsado por el envejecimiento de la población. Obvio, la pandemia de Covid-19 echó leña al fuego, y eso se nota clarito en las estadísticas del 2020 y del 2024. Los hombres, como siempre, lideran la lista de los que se van, con una diferencia notable en comparación con las mujeres, unos dos difuntos más por cada mil habitantes, diay.
Y si pensaban que la cosa iba de tranqui, agárrense que viene lo feo: la mortalidad materna se duplicó en tan solo dos años. Pasamos de 1,50 muertes maternas por cada cien mil nacidos en 2022 a 3,27 en 2024. ¡Eso es un 118,6%! Dos mamás más mueren por cada diez mil bebés que llegan al mundo. Que nadie se haga ilusiones, esto no pinta bien para nuestra salud pública y debería encender todas las alarmas en las autoridades.
Entre otras cositas curiosas que nos cuenta el INE, vemos que el matrimonio civil sigue ganándole la partida al tradicional matrimonio católico. Ya casi cuatro de cada cinco parejas optan por sellar su amor ante el juez en lugar de frente al cura. Vaya, parece que hasta las tradiciones están cambiando, y no sé yo si para bien... Aunque, bueno, cada quien elige cómo quiere vivir su brete, ¿no?
Otro dato que da que pensar es el aumento en la mortalidad infantil. En 2024, tuvimos 10,21 muertes de niños menores de un año por cada mil nacimientos, un 12,7% más que en 2023. Una muerte infantil más por cada mil bebitos que nacen. Qué vara más triste, señores. Hay que investigar qué está pasando para que esto siga ocurriendo en un país que dice tener condiciones dignas para todos.
Ahora, hablando de cosas más livianas, parece que la tasa de nupcialidad se mantiene más o menos igual, alrededor de cuatro o cinco matrimonios por cada mil habitantes. Pero como dije antes, la mayoría son civiles. Al final, cada pareja hace lo que quiera, pero este cambio refleja quizás una sociedad más moderna, o tal vez simplemente menos religiosa… No sé yo, ¡qué torta de situaciones!
En fin, la realidad es clara: Costa Rica se enfrenta a un futuro demográfico complicado. Tenemos menos jóvenes, más adultos mayores y más personas falleciendo. Todo esto plantea desafíos enormes para nuestro sistema de seguridad social, nuestra economía y nuestra identidad nacional. ¿Será que necesitamos empezar a pensar en políticas públicas drásticas para revertir esta tendencia o estamos condenados a convertirnos en un país de jubilados jugando dominó en la puerta de sus casas? ¿Ustedes creen que hay alguna solución viable o ya nos vamos a ir al traste con esta situación?