Después de dos días infernales, los vecinos del Barrio Dent siguen con la ardua tarea de limpiar los destrozos dejados por las recientes inundaciones. Entre lodo, basura y recuerdos rotos, la gente intenta rescatar lo poco que queda, aferrándose a la esperanza de reconstruir sus vidas, aunque muchos ya ven pocas posibilidades.
Como bien saben los que vivimos en esta tierra bendita, el clima acá no perdona. Y esta vez, la furia de la Quebrada Los Negritos nos pegó duro, dejando a varias familias sin nada. Las imágenes de casas inundadas hasta el techo dieron la vuelta al país, y ahora toca ver cómo se levanta este querido barrio. Afortunadamente, no hay muertos, pero la tristeza es palpable, diay, qué pena sentirlo así.
Melina Dada, una de las vecinas damnificadas y quien ya nos habló anteriormente sobre su terrible experiencia, nos comentó que la limpieza se vio obligada a suspender ayer a eso del mediodía. Un aviso de lluvias intensas río arriba, específicamente en Sabanilla, encendió todas las alarmas y, por precaución, decidieron evacuar la zona. “Uno nunca sabe cuándo va a bajar otra vez el agua, entonces prefiero estar segura”, nos dijo con la voz quebrada, mientras intentaba sacar muebles empapados de su casa.
Y vaya que la situación es complicada. Entre escombros y barro, buscan objetos personales, fotos, documentos… cositas que les recuerdan tiempos mejores. Es desgarrador ver cómo la gente rebusca entre el lodo esperando encontrar algo que les sirva, un pequeño tesoro en medio de tanta destrucción. Algunos, simplemente, se sientan a observar, vencidos por la impotencia y la incertidumbre del futuro, qué te digo, pura vida agridulce.
Pero no todo es llanto y desesperación. La solidaridad ha sido impresionante. Vecinos ayudándose unos a otros, voluntarios llegando desde diferentes partes del país para echarle una mano... ¡Qué chiva la respuesta de la gente!, realmente nos da esperanzas en momentos difíciles como estos. Aunque la recuperación será larga y dolorosa, el espíritu de comunidad está intacto.
María Amalia Pendones, directora de la academia de baile Danzay, también expresó su gratitud por el apoyo recibido. Su establecimiento, igual que muchas otras propiedades en el área, resultó severamente afectado por las inundaciones. En sus redes sociales, compartió imágenes del progreso en la limpieza y agradeció a todos los que han colaborado. Danzay está recibiendo donaciones a través del SINPE móvil al número 61440863, a nombre de Kristeane Feoli, para ayudar a reponer equipos y materiales esenciales.
Sin embargo, la realidad es dura para algunos. Melina Dada, lamentablemente, ya tomó la decisión de abandonar definitivamente el barrio. Después de perderlo todo, considera que no le queda otro remedio más que buscar nuevos horizontes. “Ya me cansé de luchar contra el agua, aquí ya no hay futuro para mí”, confesó con profunda tristeza, mientras miraba fijamente los restos de lo que alguna vez fue su hogar. Una decisión difícil, pero comprensible, diay, qué torta, hermano.
Este panorama nos obliga a reflexionar sobre la vulnerabilidad de nuestras comunidades ante los efectos del cambio climático. ¿Será suficiente con la ayuda humanitaria a corto plazo? ¿Qué medidas debemos tomar para prevenir tragedias similares en el futuro? ¿Deberíamos replantearnos la planificación urbana y la gestión de riesgos en zonas propensas a inundaciones? Compadre, dígame usted, ¿cree que es posible evitar estas catástrofes o estamos condenados a repetirlas una y otra vez?
Como bien saben los que vivimos en esta tierra bendita, el clima acá no perdona. Y esta vez, la furia de la Quebrada Los Negritos nos pegó duro, dejando a varias familias sin nada. Las imágenes de casas inundadas hasta el techo dieron la vuelta al país, y ahora toca ver cómo se levanta este querido barrio. Afortunadamente, no hay muertos, pero la tristeza es palpable, diay, qué pena sentirlo así.
Melina Dada, una de las vecinas damnificadas y quien ya nos habló anteriormente sobre su terrible experiencia, nos comentó que la limpieza se vio obligada a suspender ayer a eso del mediodía. Un aviso de lluvias intensas río arriba, específicamente en Sabanilla, encendió todas las alarmas y, por precaución, decidieron evacuar la zona. “Uno nunca sabe cuándo va a bajar otra vez el agua, entonces prefiero estar segura”, nos dijo con la voz quebrada, mientras intentaba sacar muebles empapados de su casa.
Y vaya que la situación es complicada. Entre escombros y barro, buscan objetos personales, fotos, documentos… cositas que les recuerdan tiempos mejores. Es desgarrador ver cómo la gente rebusca entre el lodo esperando encontrar algo que les sirva, un pequeño tesoro en medio de tanta destrucción. Algunos, simplemente, se sientan a observar, vencidos por la impotencia y la incertidumbre del futuro, qué te digo, pura vida agridulce.
Pero no todo es llanto y desesperación. La solidaridad ha sido impresionante. Vecinos ayudándose unos a otros, voluntarios llegando desde diferentes partes del país para echarle una mano... ¡Qué chiva la respuesta de la gente!, realmente nos da esperanzas en momentos difíciles como estos. Aunque la recuperación será larga y dolorosa, el espíritu de comunidad está intacto.
María Amalia Pendones, directora de la academia de baile Danzay, también expresó su gratitud por el apoyo recibido. Su establecimiento, igual que muchas otras propiedades en el área, resultó severamente afectado por las inundaciones. En sus redes sociales, compartió imágenes del progreso en la limpieza y agradeció a todos los que han colaborado. Danzay está recibiendo donaciones a través del SINPE móvil al número 61440863, a nombre de Kristeane Feoli, para ayudar a reponer equipos y materiales esenciales.
Sin embargo, la realidad es dura para algunos. Melina Dada, lamentablemente, ya tomó la decisión de abandonar definitivamente el barrio. Después de perderlo todo, considera que no le queda otro remedio más que buscar nuevos horizontes. “Ya me cansé de luchar contra el agua, aquí ya no hay futuro para mí”, confesó con profunda tristeza, mientras miraba fijamente los restos de lo que alguna vez fue su hogar. Una decisión difícil, pero comprensible, diay, qué torta, hermano.
Este panorama nos obliga a reflexionar sobre la vulnerabilidad de nuestras comunidades ante los efectos del cambio climático. ¿Será suficiente con la ayuda humanitaria a corto plazo? ¿Qué medidas debemos tomar para prevenir tragedias similares en el futuro? ¿Deberíamos replantearnos la planificación urbana y la gestión de riesgos en zonas propensas a inundaciones? Compadre, dígame usted, ¿cree que es posible evitar estas catástrofes o estamos condenados a repetirlas una y otra vez?