¡Ay, Dios mío, esto sí que está cargado! Lo que antes veía uno en pelis de ciencia ficción, parece que se nos viene encima rapidito. Resulta que unos multimillonarios en Estados Unidos, allá en Silicon Valley, le están metiendo turbo a la edición genética de embriones humanos. Y no precisamente para cosas medio raras, sino para tratar de eliminar enfermedades genéticas, dicen ellos. Pero, ¿hasta dónde estamos dispuestos a llegar?
La movida es así: usan una herramienta llamada CRISPR-Cas9 – que básicamente son unas 'tijeras moleculares' – para modificar el ADN de los embriones. La idea es eliminar genes que causan enfermedades graves como la distrofia muscular o la predisposición al Alzheimer. Suena bonito, ¿verdad? Erradicar el sufrimiento… quien no querría eso. Pero ahí empieza el tingo-tango.
Porque, vamos a ser honestos, abrirle la puerta a la manipulación genética de este tipo tiene más trampas que un gallo en la feria. Uno se acuerda de esas historias viejas de eugenias y se pone la piel de gallina. Porque si empiezas a arreglar ‘defectos’, ¿dónde pones el límite? ¿Quién decide qué es bueno y qué es malo? Imagínate si la gente empezara a pedir bebés con ojos azules, pelo rubio y alta inteligencia… ¡sería un desastre!
Y ni hablar del costo, chunches. Esto no va a estar disponible para todos los mortales. Solamente los más ricos van a poder permitirse tener ‘bebés perfectos’. Así que, en vez de solucionar problemas, crearemos una brecha aún mayor entre los que tienen y los que no tienen. ¿No es eso más que injusto, diay?
El caso de China en 2018 nos debería haber servido de escarmiento. Ese científico, He Jiankui, se fajó a hacer exactamente lo mismo, y mira qué pasó: lo crucificaron a nivel mundial y lo encerraron en su país. Demostró que la tecnología ya estaba ahí, lista para usarse, aunque la ética gritara a pulmón lleno. Ahora, con estos nuevos proyectos en Silicon Valley, parece que aprendieron la lección... o no tanto.
El problema es que la ciencia avanza a velocidad de vértigo, mientras que la ley y la moral andan a paso de tortuga. No hay un marco regulatorio claro a nivel internacional que diga qué se puede y qué no se puede hacer con estas tecnologías. Por eso, los inversionistas y científicos, que ven el billete flotando, se lanzan a experimentar sin pensar demasiado en las consecuencias.
Aquí en Costa Rica, la Comisión Nacional de Bioética tiene un papel crucial que jugar. Tenemos que analizar detenidamente este asunto y establecer límites claros antes de que llegue a nuestras costas. No podemos dejar que la ambición de unos pocos comprometa el futuro de nuestra sociedad y de las próximas generaciones. Recordemos siempre que somos herederos de un legado invaluable: la diversidad humana, con todas sus imperfecciones y virtudes.
Ahora dime, mi pana: ¿crees que deberíamos permitir la edición genética de embriones humanos, incluso si pudiera erradicar enfermedades graves? ¿Hasta dónde estás dispuesto a llegar para evitar el sufrimiento, si eso significa manipular el código de la vida? ¡Déjame tu opinión en los comentarios, quiero leer qué piensas tú!
La movida es así: usan una herramienta llamada CRISPR-Cas9 – que básicamente son unas 'tijeras moleculares' – para modificar el ADN de los embriones. La idea es eliminar genes que causan enfermedades graves como la distrofia muscular o la predisposición al Alzheimer. Suena bonito, ¿verdad? Erradicar el sufrimiento… quien no querría eso. Pero ahí empieza el tingo-tango.
Porque, vamos a ser honestos, abrirle la puerta a la manipulación genética de este tipo tiene más trampas que un gallo en la feria. Uno se acuerda de esas historias viejas de eugenias y se pone la piel de gallina. Porque si empiezas a arreglar ‘defectos’, ¿dónde pones el límite? ¿Quién decide qué es bueno y qué es malo? Imagínate si la gente empezara a pedir bebés con ojos azules, pelo rubio y alta inteligencia… ¡sería un desastre!
Y ni hablar del costo, chunches. Esto no va a estar disponible para todos los mortales. Solamente los más ricos van a poder permitirse tener ‘bebés perfectos’. Así que, en vez de solucionar problemas, crearemos una brecha aún mayor entre los que tienen y los que no tienen. ¿No es eso más que injusto, diay?
El caso de China en 2018 nos debería haber servido de escarmiento. Ese científico, He Jiankui, se fajó a hacer exactamente lo mismo, y mira qué pasó: lo crucificaron a nivel mundial y lo encerraron en su país. Demostró que la tecnología ya estaba ahí, lista para usarse, aunque la ética gritara a pulmón lleno. Ahora, con estos nuevos proyectos en Silicon Valley, parece que aprendieron la lección... o no tanto.
El problema es que la ciencia avanza a velocidad de vértigo, mientras que la ley y la moral andan a paso de tortuga. No hay un marco regulatorio claro a nivel internacional que diga qué se puede y qué no se puede hacer con estas tecnologías. Por eso, los inversionistas y científicos, que ven el billete flotando, se lanzan a experimentar sin pensar demasiado en las consecuencias.
Aquí en Costa Rica, la Comisión Nacional de Bioética tiene un papel crucial que jugar. Tenemos que analizar detenidamente este asunto y establecer límites claros antes de que llegue a nuestras costas. No podemos dejar que la ambición de unos pocos comprometa el futuro de nuestra sociedad y de las próximas generaciones. Recordemos siempre que somos herederos de un legado invaluable: la diversidad humana, con todas sus imperfecciones y virtudes.
Ahora dime, mi pana: ¿crees que deberíamos permitir la edición genética de embriones humanos, incluso si pudiera erradicar enfermedades graves? ¿Hasta dónde estás dispuesto a llegar para evitar el sufrimiento, si eso significa manipular el código de la vida? ¡Déjame tu opinión en los comentarios, quiero leer qué piensas tú!
