¡Ay, Dios mío! Parece que la cosa está que arde con los Bonos de Vivienda Artículo 59. La Contraloría General de la República (CGR) soltó un estudio que da qué pensar, señores, y pone contra la pared al Banco Hipotecario de la Vivienda (Banhvi). Resulta que no todos esos bonos han ido a parar a las manos de quienes más lo necesitan, sino que hay un buen chombo ahí, y eso nos afecta a todos.
Para refrescarles la memoria, estos bonos están pensados para ayudar a las familias más necesitadas del país, esas que apenas si juntan para comer y mucho menos para tener un techo digno. Requisitos claros: el ingreso familiar no puede pasar de los ¢476 mil. Pero parece que alguien se equivocó de ruta porque, según la Contraloría, ¡un 20% de los casos! Sí, señores, casi una cuarta parte, no fueron destinados a los distritos más pobres ni a esas casas que parecen sacadas de otra época. ¡Qué despiche!
La Contraloría no anduvo con rodeos y puso el dedo en la llaga: la política actual deja mucha puerta abierta a la interpretación, y el personal encargado se ha dado algunos lujos de criterio propio. Control manual y unipersonal... ¡qué manera de andar regateando! Esto significa que hay margen para favoritismos, para cosillas turbias, y eso no le pega nada a un programa social diseñado para ayudar a los más desprotegidos. A ver, ¿quién se va a hacer responsable?
Pero eso no es todo, porque también tardan una eternidad en tramitar estos bonos. La Contraloría dice que el tiempo promedio para que te den el visto bueno es de 527 días hábiles. ¡Medio siglo! Imagínate esperar tanto para tener tu casa propia. Uno se desespera, ¿eh? Mientras tanto, sigues pagando renta y viendo cómo se te escapa el dinero.
Y hablando de preparación, pa’ colmo, resulta que el 82% de las instituciones que otorgan los bonos no han recibido capacitación alguna por parte del Banhvi en los últimos tres años. ¡Ni siquiera saben bien cómo funciona el sistema! Es como entregar cuchillos a niños pequeños y esperar que hagan un pastel. Eso sí que es irse al traste.
Marcela Aragón, gerente de fiscalización para el desarrollo de las ciudades, lo dejó claro: “Existe una insuficiente gestión de riesgos que limita la prevención, detección y corrección de irregularidades”. En otras palabras, no están cuidando bien el carrete y la corrupción podría estar campante. Tenemos que ponerle empeño a esto, porque estamos hablando del patrimonio de los costarricenses.
Este rollo me recuerda a aquella vez que intentamos organizar la rifa del barrio… ¡Un verdadero tinglado! Promesas incumplidas, papeles perdidos, y al final nadie resultó beneficiado. Con los Bonos de Vivienda no podemos permitirnos ese lujo, porque hablamos de necesidades básicas y del futuro de muchas familias. Hay que exigir transparencia, rendición de cuentas y una revisión profunda de todo el proceso.
En fin, este nuevo hallazgo de la Contraloría es otro golpe a la confianza de los ciudadanos en las instituciones públicas. La pregunta que queda es: ¿Cómo podemos garantizar que los programas sociales lleguen realmente a quienes más lo necesitan, y evitar que se conviertan en botines para unos pocos privilegiados? Compartan sus ideas en el foro; necesitamos soluciones concretas y no solo críticas de escritorio. ¡Vamos a darle duro a este brete!
Para refrescarles la memoria, estos bonos están pensados para ayudar a las familias más necesitadas del país, esas que apenas si juntan para comer y mucho menos para tener un techo digno. Requisitos claros: el ingreso familiar no puede pasar de los ¢476 mil. Pero parece que alguien se equivocó de ruta porque, según la Contraloría, ¡un 20% de los casos! Sí, señores, casi una cuarta parte, no fueron destinados a los distritos más pobres ni a esas casas que parecen sacadas de otra época. ¡Qué despiche!
La Contraloría no anduvo con rodeos y puso el dedo en la llaga: la política actual deja mucha puerta abierta a la interpretación, y el personal encargado se ha dado algunos lujos de criterio propio. Control manual y unipersonal... ¡qué manera de andar regateando! Esto significa que hay margen para favoritismos, para cosillas turbias, y eso no le pega nada a un programa social diseñado para ayudar a los más desprotegidos. A ver, ¿quién se va a hacer responsable?
Pero eso no es todo, porque también tardan una eternidad en tramitar estos bonos. La Contraloría dice que el tiempo promedio para que te den el visto bueno es de 527 días hábiles. ¡Medio siglo! Imagínate esperar tanto para tener tu casa propia. Uno se desespera, ¿eh? Mientras tanto, sigues pagando renta y viendo cómo se te escapa el dinero.
Y hablando de preparación, pa’ colmo, resulta que el 82% de las instituciones que otorgan los bonos no han recibido capacitación alguna por parte del Banhvi en los últimos tres años. ¡Ni siquiera saben bien cómo funciona el sistema! Es como entregar cuchillos a niños pequeños y esperar que hagan un pastel. Eso sí que es irse al traste.
Marcela Aragón, gerente de fiscalización para el desarrollo de las ciudades, lo dejó claro: “Existe una insuficiente gestión de riesgos que limita la prevención, detección y corrección de irregularidades”. En otras palabras, no están cuidando bien el carrete y la corrupción podría estar campante. Tenemos que ponerle empeño a esto, porque estamos hablando del patrimonio de los costarricenses.
Este rollo me recuerda a aquella vez que intentamos organizar la rifa del barrio… ¡Un verdadero tinglado! Promesas incumplidas, papeles perdidos, y al final nadie resultó beneficiado. Con los Bonos de Vivienda no podemos permitirnos ese lujo, porque hablamos de necesidades básicas y del futuro de muchas familias. Hay que exigir transparencia, rendición de cuentas y una revisión profunda de todo el proceso.
En fin, este nuevo hallazgo de la Contraloría es otro golpe a la confianza de los ciudadanos en las instituciones públicas. La pregunta que queda es: ¿Cómo podemos garantizar que los programas sociales lleguen realmente a quienes más lo necesitan, y evitar que se conviertan en botines para unos pocos privilegiados? Compartan sus ideas en el foro; necesitamos soluciones concretas y no solo críticas de escritorio. ¡Vamos a darle duro a este brete!