¡Ay, Dios mío! Pero qué brete nos cayó encima con el Cetac. Ya van varias movidas raras en estos días y parece que la cosa se va poniendo más fea que un zapato viejo. Resulta que Danielle Jenkins, la representante de la Uccaep, y José Fadrique Rosales, que representa al Estado, le metieron el clavo a su puesto en el Consejo. Y ni les cuento, el ambiente anda más tenso que una cuerda de guitarra.
Como bien saben, el Cetac es el encargado de ponerle orden a todo lo relacionado con la aviación civil en nuestro país. Se supone que son los guardianes de la seguridad aérea, pero últimamente han dado más razones para preocuparse que otra cosa. Con estas renuncias, se suma una nube más negra a un panorama que ya estaba bastante complicado, especialmente después de que la OACI nos puso a dar patadas en el aire con esa calificación tan salada.
Ahora resulta que el Cetac, que debería tener siete miembros –el ministro de Obras Públicas como presidente, cuatro representando al gobierno, uno del sector empresarial y el ministro de Turismo– anda medio pelao, quedándose solo con cinco personas. ¡Imagínate el chayote que eso le agrega al problema! Parece que nadie quiere meterse en este lío, y es entendible, porque el Cetac anda con más problemas que un gato en aserradero.
Intentamos hablar con los que renunciaron para saber qué pasó, ¿eh? Le mandamos mensaje a Jenkins, y nos dijeron que pronto nos va a llegar un informe final de gestión con todos los detalles. Dice que a más tardar la próxima semana nos cuenta, aunque hasta ahora, silencio. Rosales, el otro, andaba reunido y no quiso levantar el teléfono. Uno se queda pensando, ¿qué estará escondiendo el mae?
Y no es solo eso, ¡hay más! Hace par de semanas salió corriendo Luis Diego Saborío, el subdirector de la DGAC, alegando motivos personales. Pero bueno, ahí tenemos que tragarnos lo que nos dicen, ¿no? Antes de él, también se fue Luis Miranda. Un golpe tras otro, parece que alguien está haciendo limpieza dentro de la institución, o peor aún, que la están manejando con la manga corta.
Pero lo que realmente nos preocupa a todos los ticos es esa calificación de la OACI. Nos dieron una reprobación histórica, con un 61,58 cuando el mínimo aceptable es 75. ¡Un bochorno nacional! Fuentes cercanas a la Aviación Civil, que prefirieron quedarse en el anonimato –por miedo a que les hagan una vara– me comentan que la moral anda por los suelos. “La gente está desanimada, dicen”, me confió uno. “Es normal, con tanto problema y tanta incertidumbre.”
En fin, la situación está hecha un desastre, y cada día que pasa nos acercamos más a que nos cierren el espacio aéreo, ¡y eso sí que sería una verdadera torta! Una cosa es segura: necesitamos soluciones rápidas y efectivas, porque así no podemos seguir. Hay que ponerle atención a este asunto, porque afecta directamente nuestra economía y nuestra reputación internacional. Este brete tiene que solucionarse rápido, porque si no, vamos a estar pagando las consecuencias por mucho tiempo.
Con todo este revuelo y la incertidumbre que reina en el Cetac y la DGAC, ¿ustedes creen que el Gobierno debería destituir a toda la mesa directiva y empezar de cero, o hay alguna forma de rescatar la situación tal cual está? ¿Les parece que estamos dando pie a que otros países se burlen de nosotros por nuestra incapacidad de gestionar la aviación civil?
Como bien saben, el Cetac es el encargado de ponerle orden a todo lo relacionado con la aviación civil en nuestro país. Se supone que son los guardianes de la seguridad aérea, pero últimamente han dado más razones para preocuparse que otra cosa. Con estas renuncias, se suma una nube más negra a un panorama que ya estaba bastante complicado, especialmente después de que la OACI nos puso a dar patadas en el aire con esa calificación tan salada.
Ahora resulta que el Cetac, que debería tener siete miembros –el ministro de Obras Públicas como presidente, cuatro representando al gobierno, uno del sector empresarial y el ministro de Turismo– anda medio pelao, quedándose solo con cinco personas. ¡Imagínate el chayote que eso le agrega al problema! Parece que nadie quiere meterse en este lío, y es entendible, porque el Cetac anda con más problemas que un gato en aserradero.
Intentamos hablar con los que renunciaron para saber qué pasó, ¿eh? Le mandamos mensaje a Jenkins, y nos dijeron que pronto nos va a llegar un informe final de gestión con todos los detalles. Dice que a más tardar la próxima semana nos cuenta, aunque hasta ahora, silencio. Rosales, el otro, andaba reunido y no quiso levantar el teléfono. Uno se queda pensando, ¿qué estará escondiendo el mae?
Y no es solo eso, ¡hay más! Hace par de semanas salió corriendo Luis Diego Saborío, el subdirector de la DGAC, alegando motivos personales. Pero bueno, ahí tenemos que tragarnos lo que nos dicen, ¿no? Antes de él, también se fue Luis Miranda. Un golpe tras otro, parece que alguien está haciendo limpieza dentro de la institución, o peor aún, que la están manejando con la manga corta.
Pero lo que realmente nos preocupa a todos los ticos es esa calificación de la OACI. Nos dieron una reprobación histórica, con un 61,58 cuando el mínimo aceptable es 75. ¡Un bochorno nacional! Fuentes cercanas a la Aviación Civil, que prefirieron quedarse en el anonimato –por miedo a que les hagan una vara– me comentan que la moral anda por los suelos. “La gente está desanimada, dicen”, me confió uno. “Es normal, con tanto problema y tanta incertidumbre.”
En fin, la situación está hecha un desastre, y cada día que pasa nos acercamos más a que nos cierren el espacio aéreo, ¡y eso sí que sería una verdadera torta! Una cosa es segura: necesitamos soluciones rápidas y efectivas, porque así no podemos seguir. Hay que ponerle atención a este asunto, porque afecta directamente nuestra economía y nuestra reputación internacional. Este brete tiene que solucionarse rápido, porque si no, vamos a estar pagando las consecuencias por mucho tiempo.
Con todo este revuelo y la incertidumbre que reina en el Cetac y la DGAC, ¿ustedes creen que el Gobierno debería destituir a toda la mesa directiva y empezar de cero, o hay alguna forma de rescatar la situación tal cual está? ¿Les parece que estamos dando pie a que otros países se burlen de nosotros por nuestra incapacidad de gestionar la aviación civil?
