Mae, a veces la política tica parece un novelón de esos de mediodía, y el capítulo de esta semana estuvo a cachete. La vara es que el pleito entre Gloria Navas y Fabricio Alvarado ya no es un secreto a voces ni un chisme de pasillo en la Asamblea; ahora es un pleito a grito pelado en el Plenario, con cámaras y todo. ¡Qué despiche se tienen montado en Nueva República! Lo que antes era una bancada unida, ahora parece el escenario de una batalla campal donde los trapitos sucios no se lavan en casa, sino que se ventilan con micrófono abierto para que todo el país se entere del desmadre.
Vamos al grano. Doña Gloria, que desde que se declaró diputada independiente anda como con más libertad para decir lo que piensa, agarró su espacio de control político y no dejó títere con cabeza. Se la dejó ir sin anestesia a su excompañero de fracción, Fabricio Alvarado. El detonante fue una entrevista donde Fabricio, en su ya conocido modo precandidato, insinuó que Navas se "torció" y que su postura como abogada defensora no calzaba con los ideales del partido. La respuesta de la diputada fue un misil directo a la línea de flotación de Alvarado: "Fabricio, usted no sabe nada de Seguridad", le espetó. ¡Tome chichí! Y no paró ahí, lo acusó de torcer las verdades y de usarla como un chunche más en su propaganda política.
Aquí es donde la vara se pone más técnica y, la verdad, más interesante. Navas no solo le tiró por el lado personal, sino que lo exhibió en su propio terreno: la ley. Le dijo, básicamente, que era un ignorante en la materia por afirmar que ella "sacaba a la gente antes de las cárceles". Le sacó a relucir el artículo 51 del Código Penal y el concepto de "ejecución de la pena", que son temas complejos que no se pueden simplificar para un eslogan de campaña. En resumen, mientras Fabricio intenta vender un discurso de mano dura fácil de digerir para el votante promedio, Navas le está diciendo que su populismo punitivo se basa en un desconocimiento total del brete legal. Parece que don Fabricio, en su afán de sonar rudo, se está jalando una torta al subestimar la inteligencia de la gente... y la de su excompañera.
Lo que queda clarísimo es que este pleito es la punta del iceberg de una fractura ideológica que se veía venir. Navas representa a una derecha más técnica, legalista, que defiende principios como el garantismo y el debido proceso, que no es más que asegurarse de que las reglas se cumplan para todos, culpables o inocentes. Alvarado, por otro lado, está apostando todo a una narrativa más emocional, de "seguridad a toda costa", que aunque suena muy bien en campaña, a menudo choca con la realidad del sistema judicial. Este choque de trenes era inevitable, y ahora que Navas está fuera, tiene las manos libres para señalar las inconsistencias de un discurso que ella misma ayudó a construir en su momento.
Al final, todo este show deja a Nueva República en una posición complicadísima. ¿Cómo se vende un partido fuerte y unido cuando sus figuras más reconocidas se están sacando los ojos en público? El proyecto político que lidera Alvarado podría irse al traste si no logra controlar el daño. Este encontronazo no es solo un chisme más; es una ventana a la lucha de poder y a las diferentes visiones que hay dentro de la derecha costarricense. Una más técnica y una más populista. Una que apela a la razón y otra que le habla directo al miedo de la gente.
Diay, maes, ahí se las dejo picando. Más allá del pleito y de quién le gritó más duro a quién, ¿quién creen que tiene la razón en el fondo de la vara? ¿Pesa más la experiencia técnica y legal de Navas o la postura de "mano dura" que vende Alvarado para su campaña? ¿O al final del día esto es puro show para las gradas?
Vamos al grano. Doña Gloria, que desde que se declaró diputada independiente anda como con más libertad para decir lo que piensa, agarró su espacio de control político y no dejó títere con cabeza. Se la dejó ir sin anestesia a su excompañero de fracción, Fabricio Alvarado. El detonante fue una entrevista donde Fabricio, en su ya conocido modo precandidato, insinuó que Navas se "torció" y que su postura como abogada defensora no calzaba con los ideales del partido. La respuesta de la diputada fue un misil directo a la línea de flotación de Alvarado: "Fabricio, usted no sabe nada de Seguridad", le espetó. ¡Tome chichí! Y no paró ahí, lo acusó de torcer las verdades y de usarla como un chunche más en su propaganda política.
Aquí es donde la vara se pone más técnica y, la verdad, más interesante. Navas no solo le tiró por el lado personal, sino que lo exhibió en su propio terreno: la ley. Le dijo, básicamente, que era un ignorante en la materia por afirmar que ella "sacaba a la gente antes de las cárceles". Le sacó a relucir el artículo 51 del Código Penal y el concepto de "ejecución de la pena", que son temas complejos que no se pueden simplificar para un eslogan de campaña. En resumen, mientras Fabricio intenta vender un discurso de mano dura fácil de digerir para el votante promedio, Navas le está diciendo que su populismo punitivo se basa en un desconocimiento total del brete legal. Parece que don Fabricio, en su afán de sonar rudo, se está jalando una torta al subestimar la inteligencia de la gente... y la de su excompañera.
Lo que queda clarísimo es que este pleito es la punta del iceberg de una fractura ideológica que se veía venir. Navas representa a una derecha más técnica, legalista, que defiende principios como el garantismo y el debido proceso, que no es más que asegurarse de que las reglas se cumplan para todos, culpables o inocentes. Alvarado, por otro lado, está apostando todo a una narrativa más emocional, de "seguridad a toda costa", que aunque suena muy bien en campaña, a menudo choca con la realidad del sistema judicial. Este choque de trenes era inevitable, y ahora que Navas está fuera, tiene las manos libres para señalar las inconsistencias de un discurso que ella misma ayudó a construir en su momento.
Al final, todo este show deja a Nueva República en una posición complicadísima. ¿Cómo se vende un partido fuerte y unido cuando sus figuras más reconocidas se están sacando los ojos en público? El proyecto político que lidera Alvarado podría irse al traste si no logra controlar el daño. Este encontronazo no es solo un chisme más; es una ventana a la lucha de poder y a las diferentes visiones que hay dentro de la derecha costarricense. Una más técnica y una más populista. Una que apela a la razón y otra que le habla directo al miedo de la gente.
Diay, maes, ahí se las dejo picando. Más allá del pleito y de quién le gritó más duro a quién, ¿quién creen que tiene la razón en el fondo de la vara? ¿Pesa más la experiencia técnica y legal de Navas o la postura de "mano dura" que vende Alvarado para su campaña? ¿O al final del día esto es puro show para las gradas?