Maes, hay que sentarse a hablar de la vara, porque el ajedrez político tico se puso bueno. Mientras unos siguen jugando damas chinas, parece que el oficialismo sacó el tablero 3D y está moviendo fichas que nadie veía venir. En serio, el rodriguismo no anda jugando de chapitas: en menos de medio año, ya convenció a once alcaldes de que su antigua camiseta de partido les quedaba pequeña y que la de Pueblo Soberano es la que está a la moda. ¡Once! Eso no es una coincidencia, es una estrategia.
El último en subirse a la ola fue José Miguel Jiménez, el alcalde de Río Cuarto. El mae, recién electo con el PLN, salió este martes a decir que muchas gracias por todo, pero que renuncia para darle el sí al proyecto de Rodrigo Chaves. ¿La justificación? La de manual: que desde que asumió el brete en el municipio se topó con “una estructura que secuestra el desarrollo”. Diay, una forma muy elegante de decir que el sistema está pegado y que, según él, Chaves es el único que ha entendido cómo desatornillar ese chunche. Es la narrativa perfecta del gobierno: “nosotros contra el sistema” y, al parecer, está calando hondo en los pasillos de varias municipalidades.
Pero aquí es donde la vara se pone más interesante. Jiménez no solo le tiró flores al Presi. Sacó un as bajo la manga para justificar su brinco: su compa de más de veinte años, Francisco Gamboa, el ahora candidato a vicepresidente de Pueblo Soberano y exministro de Economía. Según Jiménez, Gamboa es la garantía de que la cosa va en serio. Lo describió como un tipo brillante, capaz y un líder nato. ¡Qué nivel de jugada! No es solo una adhesión ideológica; es un movimiento que se siente personal, estratégico y calculado. Poner a Gamboa en esa ecuación le da al cambio de bandera un aire de confianza y proyecto a largo plazo, no solo una calentura del momento. Es un movimiento de manual para blindar la decisión ante las críticas de "chapulineo".
Y mientras en Pueblo Soberano descorchan el champán, en las sedes de los partidos tradicionales el silencio debe ser sepulcral. Para el PLN, el PUSC, el Progreso Social Democrático y Unidos Podemos, esta seguidilla de renuncias es una humillación pública. ¡Qué torta monumental! Perder un alcalde es un golpe; perder once en cinco meses es una hemorragia que evidencia una desconexión total con sus propias bases de poder local. Imagínense el despiche a lo interno, las llamadas, las reuniones de emergencia para tratar de entender por qué sus fichas más visibles se están yendo con el rival. Esto va más allá de un par de figuras descontentas; es un reacomodo de fuerzas que está dejando a los partidos históricos completamente descolocados y con cara de pregunta.
La procesión de alcaldes que han cambiado de chema es larga: Atenas, San Ramón, Acosta, Limón, Turrubares... Nombres que hasta hace poco defendían otros colores, ahora posan sonrientes en actividades de Casa Presidencial. Esto nos deja a las puertas de la contienda del 2026 con un panorama completamente nuevo. La gran pregunta que queda en el aire es si estas adhesiones son por pura convicción en un "gobierno transformador" o si son el más puro y pragmático cálculo político de subirse al bus que parece ir con más gasolina. ¿Son conversos de fe o simplemente los primeros en ver hacia dónde sopla el viento?
Ahí se las dejo picando... ¿Ustedes qué creen? ¿Es una movida maestra del rodriguismo que consolida un nuevo poder, o es puro oportunismo pre-electoral que podría reventarles en la cara? ¿Se está gestando un cambio real o solo estamos viendo la misma gata, pero revolcada?
El último en subirse a la ola fue José Miguel Jiménez, el alcalde de Río Cuarto. El mae, recién electo con el PLN, salió este martes a decir que muchas gracias por todo, pero que renuncia para darle el sí al proyecto de Rodrigo Chaves. ¿La justificación? La de manual: que desde que asumió el brete en el municipio se topó con “una estructura que secuestra el desarrollo”. Diay, una forma muy elegante de decir que el sistema está pegado y que, según él, Chaves es el único que ha entendido cómo desatornillar ese chunche. Es la narrativa perfecta del gobierno: “nosotros contra el sistema” y, al parecer, está calando hondo en los pasillos de varias municipalidades.
Pero aquí es donde la vara se pone más interesante. Jiménez no solo le tiró flores al Presi. Sacó un as bajo la manga para justificar su brinco: su compa de más de veinte años, Francisco Gamboa, el ahora candidato a vicepresidente de Pueblo Soberano y exministro de Economía. Según Jiménez, Gamboa es la garantía de que la cosa va en serio. Lo describió como un tipo brillante, capaz y un líder nato. ¡Qué nivel de jugada! No es solo una adhesión ideológica; es un movimiento que se siente personal, estratégico y calculado. Poner a Gamboa en esa ecuación le da al cambio de bandera un aire de confianza y proyecto a largo plazo, no solo una calentura del momento. Es un movimiento de manual para blindar la decisión ante las críticas de "chapulineo".
Y mientras en Pueblo Soberano descorchan el champán, en las sedes de los partidos tradicionales el silencio debe ser sepulcral. Para el PLN, el PUSC, el Progreso Social Democrático y Unidos Podemos, esta seguidilla de renuncias es una humillación pública. ¡Qué torta monumental! Perder un alcalde es un golpe; perder once en cinco meses es una hemorragia que evidencia una desconexión total con sus propias bases de poder local. Imagínense el despiche a lo interno, las llamadas, las reuniones de emergencia para tratar de entender por qué sus fichas más visibles se están yendo con el rival. Esto va más allá de un par de figuras descontentas; es un reacomodo de fuerzas que está dejando a los partidos históricos completamente descolocados y con cara de pregunta.
La procesión de alcaldes que han cambiado de chema es larga: Atenas, San Ramón, Acosta, Limón, Turrubares... Nombres que hasta hace poco defendían otros colores, ahora posan sonrientes en actividades de Casa Presidencial. Esto nos deja a las puertas de la contienda del 2026 con un panorama completamente nuevo. La gran pregunta que queda en el aire es si estas adhesiones son por pura convicción en un "gobierno transformador" o si son el más puro y pragmático cálculo político de subirse al bus que parece ir con más gasolina. ¿Son conversos de fe o simplemente los primeros en ver hacia dónde sopla el viento?
Ahí se las dejo picando... ¿Ustedes qué creen? ¿Es una movida maestra del rodriguismo que consolida un nuevo poder, o es puro oportunismo pre-electoral que podría reventarles en la cara? ¿Se está gestando un cambio real o solo estamos viendo la misma gata, pero revolcada?