¡Ay, Dios mío! La cosa está que arde, pura tertulia y dimes y diretes en esta campaña presidencial. Resulta que la candidata Laura Fernández, anda diciendo que la estaban espiando en su oficina, sí, como en las películas de espías de James Bond... pero la bronca es que parece que el aparato no era precisamente de última generación. Un asunto que ha levantado ampollas y generado más preguntas que respuestas, ¿eh?
El científico Tomás de Camino Beck, un maestro en estas cosas de la innovación, le echó tierra al cuento de los $3.000 que decía Fernández. El señor De Camino, que además es profe en la U, salió a sus redes sociales a explicarle a la gente que el aparatito que mostró la candidata es un micro más sencillo de lo que pintan las cosas. "Es una vaina que cualquiera puede comprar, o hasta hacerse en casa", dijo el experto, dejando claro que no estamos hablando de tecnología sofisticada.
Para hacerlo aún más entendible, el doctor De Camino explicó que esos micros tienen un rango limitado, como de 700 metros en línea recta, sin paredes ni árboles estorbando. Imagínate, si alguien quería escucharla, tenía que estar a la vuelta de la esquina, casi preguntándole qué desayunó. ¡Ni hablar de escuchas secretas desde otro cantón!
Y ahí fue cuando la cosa empezó a picar más fuerte. Porque resulta que la propia Fernández y su equipo, justo después de denunciar el supuesto espionaje, sacaron el micro a pasear frente a cámaras y periodistas. ¡Lo tocaron, lo voltearon, le dieron cachazos! Como si fuera un trofeo. El diputado Gilberto Campos, del PLP, no se anduvo con rodeos y criticó duramente ese acto: "Violaron toda la escena. Entorpecieron la investigación. ¡Un desastre!", exclamó el legislador, visiblemente molesto.
La verdad es que esto se puso más turbio que un río revuelto. Algunos dicen que todo esto es una estrategia para distraer la atención de la falta de propuestas concretas de la candidata y su renuencia a participar en debates. Otros aseguran que la acusación busca generar simpatía y victimización, aunque la cosa no les está funcionando tan bien como esperaban. La sede de campaña de Fernández, por cierto, está en un lugar prestado, un inmueble que le cedió un candidato a diputado del mismo partido.
Pero la cosa no termina ahí. La candidata se negó a revelar el nombre de la empresa de seguridad que supuestamente detectó el micrófono. Tampoco quiso aclarar con quiénes se reúne en su oficina personal ni quiénes tienen acceso a ella. ¡Más misterios que Sherlock Holmes! Y eso, mis queridos foreros, solo alimenta las sospechas y aumenta la incertidumbre sobre este caso.
Recordemos también que la candidata Fernández ha sido bastante reservada en cuanto a sus propuestas y planes de gobierno. Su estilo de campaña se basa más en anuncios mediáticos que en debates profundos sobre los problemas del país. Esta controversia del micrófono podría ser una forma de cambiar la narrativa y desviar la atención de esas deficiencias, pero vaya que le está costando caro, ¿verdad?
Esta telenovela está que quema, y parece que todavía nos quedan capítulos por ver. Ahora, díganme ustedes, ¿creen que la denuncia de Laura Fernández es genuina o una jugada política para recuperar terreno en las encuestas? ¿Les parece que el manejo de la evidencia por parte del equipo de campaña fue profesional o una metedura de pata mayúscula?
El científico Tomás de Camino Beck, un maestro en estas cosas de la innovación, le echó tierra al cuento de los $3.000 que decía Fernández. El señor De Camino, que además es profe en la U, salió a sus redes sociales a explicarle a la gente que el aparatito que mostró la candidata es un micro más sencillo de lo que pintan las cosas. "Es una vaina que cualquiera puede comprar, o hasta hacerse en casa", dijo el experto, dejando claro que no estamos hablando de tecnología sofisticada.
Para hacerlo aún más entendible, el doctor De Camino explicó que esos micros tienen un rango limitado, como de 700 metros en línea recta, sin paredes ni árboles estorbando. Imagínate, si alguien quería escucharla, tenía que estar a la vuelta de la esquina, casi preguntándole qué desayunó. ¡Ni hablar de escuchas secretas desde otro cantón!
Y ahí fue cuando la cosa empezó a picar más fuerte. Porque resulta que la propia Fernández y su equipo, justo después de denunciar el supuesto espionaje, sacaron el micro a pasear frente a cámaras y periodistas. ¡Lo tocaron, lo voltearon, le dieron cachazos! Como si fuera un trofeo. El diputado Gilberto Campos, del PLP, no se anduvo con rodeos y criticó duramente ese acto: "Violaron toda la escena. Entorpecieron la investigación. ¡Un desastre!", exclamó el legislador, visiblemente molesto.
La verdad es que esto se puso más turbio que un río revuelto. Algunos dicen que todo esto es una estrategia para distraer la atención de la falta de propuestas concretas de la candidata y su renuencia a participar en debates. Otros aseguran que la acusación busca generar simpatía y victimización, aunque la cosa no les está funcionando tan bien como esperaban. La sede de campaña de Fernández, por cierto, está en un lugar prestado, un inmueble que le cedió un candidato a diputado del mismo partido.
Pero la cosa no termina ahí. La candidata se negó a revelar el nombre de la empresa de seguridad que supuestamente detectó el micrófono. Tampoco quiso aclarar con quiénes se reúne en su oficina personal ni quiénes tienen acceso a ella. ¡Más misterios que Sherlock Holmes! Y eso, mis queridos foreros, solo alimenta las sospechas y aumenta la incertidumbre sobre este caso.
Recordemos también que la candidata Fernández ha sido bastante reservada en cuanto a sus propuestas y planes de gobierno. Su estilo de campaña se basa más en anuncios mediáticos que en debates profundos sobre los problemas del país. Esta controversia del micrófono podría ser una forma de cambiar la narrativa y desviar la atención de esas deficiencias, pero vaya que le está costando caro, ¿verdad?
Esta telenovela está que quema, y parece que todavía nos quedan capítulos por ver. Ahora, díganme ustedes, ¿creen que la denuncia de Laura Fernández es genuina o una jugada política para recuperar terreno en las encuestas? ¿Les parece que el manejo de la evidencia por parte del equipo de campaña fue profesional o una metedura de pata mayúscula?
