¡Ay, Dios mío! La cosa está que arde, mi clave. Eli Feinzaig, nuestro candidato liberprogreso y que todavía está recuperándose del sustazo que vivió, soltó unas verdades que te hacen pensar. Resulta que andan moviendo hilos en la Caja, pidiendo revisar las redes de un funcionario, todo porque no le caen bien las ideas al gobierno actual. ¡Un chin de inadmisible!
Según cuenta la vaina, la jefatura del departamento del pobre hombre pidió que le revisaran el Facebook y Twitter a ver qué decía de los mandamases. Obviamente, ahí entraron los trolls a dejarle comentarios feos y tratar de hacerlo quedar como el peor comelón del mundo. Todo esto, según CRhoy.com, dejó al funcionario con cara de pascua y con la moral por los suelos.
Y ahí entra Feinzaig, que con toda la calma del mundo (imagínate, todavía está medio achacoso) lanza una reflexión que te da escalofríos: dice que tanto vale corromper usando la función pública pa’ enriquecerte, como usarla pa’ perseguirte a la oposición. Y remata diciendo que, si bien suena absoluto, hay que calificarlo, porque cuando se utiliza el cargo público para imponer una ideología totalitaria... bueno, ¡ya estamos jodidos!
El diputado advierte que estas señales son cada vez más evidentes y que como sociedad estamos haciendo caso omiso. Nos vamos distraídos viendo videos de gatitos mientras nos quieren quitar hasta la libertad de opinar, diay. No sé ustedes, pero yo empiezo a sentirme como en una telenovela rara.
Feinzaig, con su estilo directo, preguntó si esa es la Costa Rica en la que queremos vivir. ¿Una Costa Rica con listas de espera interminables en el Hospital Nacional, con el nuevo hospital de Cartago quedando más tiempo en los planos que inaugurado, y con la prioridad del gobierno siendo hostigar a un empleado de bajo rango por sus opiniones? ¿En serio? Porque eso, mi clave, no me va ni un poquito. Ningún país progresista debería tener eso como política nacional.
El liberal también recordó que, si empezamos persiguiendo a los funcionarios públicos, pronto empezaremos a perseguir a todos los ciudadanos. El siguiente paso lógico sería intentar callarnos a nosotros, los que hacemos preguntas incómodas y no nos tragamos cualquier mentira que nos quieran vender. ¡Y eso, señores, es una línea roja que no podemos cruzar!
Obviamente, Feinzaig aprovechó la oportunidad para mencionar su propia situación – todavía está en reposo por el accidente en Palmares, donde lamentablemente perdió a su querida asistente, Ericka. Un dolor enorme para todos, especialmente para su familia y amigos. Pero él, a pesar de todo, sigue luchando por lo que cree, y eso merece respeto, sin duda alguna. Aguantar después de pasar por semejante brete no es fácil, mi clave.
Ahora, dígame usted: ¿hasta dónde estamos dispuestos a llegar para defender nuestra libertad de expresión? ¿Es correcto que el Estado use sus recursos para silenciar voces disidentes, incluso si esas voces no le gustan? Me encantaría leer sus opiniones en el foro. ¡Vamos a conversar sobre esto, porque el futuro de Costa Rica está en nuestras manos, chunches!
Según cuenta la vaina, la jefatura del departamento del pobre hombre pidió que le revisaran el Facebook y Twitter a ver qué decía de los mandamases. Obviamente, ahí entraron los trolls a dejarle comentarios feos y tratar de hacerlo quedar como el peor comelón del mundo. Todo esto, según CRhoy.com, dejó al funcionario con cara de pascua y con la moral por los suelos.
Y ahí entra Feinzaig, que con toda la calma del mundo (imagínate, todavía está medio achacoso) lanza una reflexión que te da escalofríos: dice que tanto vale corromper usando la función pública pa’ enriquecerte, como usarla pa’ perseguirte a la oposición. Y remata diciendo que, si bien suena absoluto, hay que calificarlo, porque cuando se utiliza el cargo público para imponer una ideología totalitaria... bueno, ¡ya estamos jodidos!
El diputado advierte que estas señales son cada vez más evidentes y que como sociedad estamos haciendo caso omiso. Nos vamos distraídos viendo videos de gatitos mientras nos quieren quitar hasta la libertad de opinar, diay. No sé ustedes, pero yo empiezo a sentirme como en una telenovela rara.
Feinzaig, con su estilo directo, preguntó si esa es la Costa Rica en la que queremos vivir. ¿Una Costa Rica con listas de espera interminables en el Hospital Nacional, con el nuevo hospital de Cartago quedando más tiempo en los planos que inaugurado, y con la prioridad del gobierno siendo hostigar a un empleado de bajo rango por sus opiniones? ¿En serio? Porque eso, mi clave, no me va ni un poquito. Ningún país progresista debería tener eso como política nacional.
El liberal también recordó que, si empezamos persiguiendo a los funcionarios públicos, pronto empezaremos a perseguir a todos los ciudadanos. El siguiente paso lógico sería intentar callarnos a nosotros, los que hacemos preguntas incómodas y no nos tragamos cualquier mentira que nos quieran vender. ¡Y eso, señores, es una línea roja que no podemos cruzar!
Obviamente, Feinzaig aprovechó la oportunidad para mencionar su propia situación – todavía está en reposo por el accidente en Palmares, donde lamentablemente perdió a su querida asistente, Ericka. Un dolor enorme para todos, especialmente para su familia y amigos. Pero él, a pesar de todo, sigue luchando por lo que cree, y eso merece respeto, sin duda alguna. Aguantar después de pasar por semejante brete no es fácil, mi clave.
Ahora, dígame usted: ¿hasta dónde estamos dispuestos a llegar para defender nuestra libertad de expresión? ¿Es correcto que el Estado use sus recursos para silenciar voces disidentes, incluso si esas voces no le gustan? Me encantaría leer sus opiniones en el foro. ¡Vamos a conversar sobre esto, porque el futuro de Costa Rica está en nuestras manos, chunches!
