Maes, a ver si entiendo este enredo, porque la vara está para sentarse con un cafecito a tratar de desenredarla. Resulta que, de un día para otro, la Fiscalía —sí, la misma que por años armó el caso— sale con la sorpresa de que siempre no, que mejor absuelvan a Celso Gamboa, Johnny Araya y Berenice Smith del caso por tráfico de influencias. Así, de la nada. Justo cuando sobre Gamboa pesa una solicitud de extradición de Estados Unidos por, agárrense, ser supuestamente un líder regional del Cártel del Golfo. ¡Qué despiche más monumental!
Diay, uno va y pregunta, y claro, la versión oficial es otra. El Fiscal General, Carlo Díaz, y la jefa de Anticorrupción, Natalia Villalta, salieron casi que en cadena nacional a jurar y perjurar que nada que ver, que una cosa no tiene relación con la otra. Que los fiscales que llevaron el juicio tienen "autonomía" y que su decisión de pedir la absolutoria se basa en el "análisis objetivo de la prueba" que vieron durante las audiencias. O sea, nos dicen que fue una coincidencia cósmica que, justo ahora, la prueba que antes servía para acusar, ya no alcanza ni para un regaño. Un argumento que, sinceramente, cuesta tragarse sin un vaso de agua.
Pero aquí es donde la cosa se pone realmente seria. Este no es cualquier brete judicial. Olvidémonos por un segundo del favorcillo a Johnny Araya en 2016. El elefante en la sala es que a Celso Gamboa no lo busca la policía de Tránsito. Lo está pidiendo la DEA para juzgarlo en Texas por conspiración para traficar cocaína a nivel internacional. Lo pintan como un pez gordísimo, un contacto clave entre el Clan del Golfo de Colombia y el Cártel de Sinaloa en México, usando a Costa Rica como bodega y trampolín. Y mientras todo ese expediente de extradición avanza, aquí la Fiscalía decide que el caso local por tráfico de influencias mejor que se vaya al traste.
Entonces, ¿qué hacemos con este rompecabezas? Por un lado, una Fiscalía que parece jalarse una torta de proporciones épicas al pedir la absolución de un imputado que persiguieron por años. Por otro, ese mismo imputado está en la mira de la justicia más poderosa del mundo por narco. La explicación oficial de que "los procesos son independientes" suena a excusa de chiquito que quebró un plato. ¿De verdad nos quieren hacer creer que el fiscal de turno, en medio del juicio, no era consciente de que su decisión iba a generar un escándalo nacional, dado el perfil de Gamboa y su situación con la extradición? ¡Por favor!
Al final del día, lo que queda es un sinsabor terrible y una desconfianza que crece como la espuma. Nos presentan dos realidades paralelas que simplemente no calzan. Una, la de un juicio por corrupción que se cae de forma inexplicable. Y la otra, la de un exmagistrado, exfiscal y exministro señalado como un capo internacional. La Fiscalía jura que son dos mundos aparte, pero la coincidencia es, por decir lo menos, escandalosa. Salado el que se crea el cuento completo sin hacer preguntas, porque esto huele a quemado desde aquí hasta la Estatua de la Libertad.
Así que les pregunto a ustedes, maes: ¿Incompetencia, una coincidencia cósmica de las que no se ven ni en las películas, o hay algo más de fondo que no nos están contando? ¿Ustedes se comen ese cuento de que son "procesos aparte"?
Diay, uno va y pregunta, y claro, la versión oficial es otra. El Fiscal General, Carlo Díaz, y la jefa de Anticorrupción, Natalia Villalta, salieron casi que en cadena nacional a jurar y perjurar que nada que ver, que una cosa no tiene relación con la otra. Que los fiscales que llevaron el juicio tienen "autonomía" y que su decisión de pedir la absolutoria se basa en el "análisis objetivo de la prueba" que vieron durante las audiencias. O sea, nos dicen que fue una coincidencia cósmica que, justo ahora, la prueba que antes servía para acusar, ya no alcanza ni para un regaño. Un argumento que, sinceramente, cuesta tragarse sin un vaso de agua.
Pero aquí es donde la cosa se pone realmente seria. Este no es cualquier brete judicial. Olvidémonos por un segundo del favorcillo a Johnny Araya en 2016. El elefante en la sala es que a Celso Gamboa no lo busca la policía de Tránsito. Lo está pidiendo la DEA para juzgarlo en Texas por conspiración para traficar cocaína a nivel internacional. Lo pintan como un pez gordísimo, un contacto clave entre el Clan del Golfo de Colombia y el Cártel de Sinaloa en México, usando a Costa Rica como bodega y trampolín. Y mientras todo ese expediente de extradición avanza, aquí la Fiscalía decide que el caso local por tráfico de influencias mejor que se vaya al traste.
Entonces, ¿qué hacemos con este rompecabezas? Por un lado, una Fiscalía que parece jalarse una torta de proporciones épicas al pedir la absolución de un imputado que persiguieron por años. Por otro, ese mismo imputado está en la mira de la justicia más poderosa del mundo por narco. La explicación oficial de que "los procesos son independientes" suena a excusa de chiquito que quebró un plato. ¿De verdad nos quieren hacer creer que el fiscal de turno, en medio del juicio, no era consciente de que su decisión iba a generar un escándalo nacional, dado el perfil de Gamboa y su situación con la extradición? ¡Por favor!
Al final del día, lo que queda es un sinsabor terrible y una desconfianza que crece como la espuma. Nos presentan dos realidades paralelas que simplemente no calzan. Una, la de un juicio por corrupción que se cae de forma inexplicable. Y la otra, la de un exmagistrado, exfiscal y exministro señalado como un capo internacional. La Fiscalía jura que son dos mundos aparte, pero la coincidencia es, por decir lo menos, escandalosa. Salado el que se crea el cuento completo sin hacer preguntas, porque esto huele a quemado desde aquí hasta la Estatua de la Libertad.
Así que les pregunto a ustedes, maes: ¿Incompetencia, una coincidencia cósmica de las que no se ven ni en las películas, o hay algo más de fondo que no nos están contando? ¿Ustedes se comen ese cuento de que son "procesos aparte"?