Maes, en serio, a veces uno ve la Asamblea Legislativa y no sabe si reír, llorar o simplemente apagar las noticias y poner una serie. La vara con el famoso proyecto de las jornadas 4-3 ya pasó de castaño a oscuro. Nos lo vendieron como un trámite de “vía rápida” y, paradójicamente, se ha convertido en la tortuga más lenta y terca de Cuesta de Moras. ¡Qué despiche! Arrancaron la semana exactamente igual que terminaron las anteriores: en un ciclo infinito de votar y rechazar mociones como si estuvieran apretando un botón en una fábrica. Es el Día de la Marmota, pero versión Plenario.
Para que se hagan una idea del nivel de estancamiento, solo este lunes se despacharon 52 mociones. Y con “despacharon” me refiero a que las rechazaron todas, sin mayor show. Con eso, ya superamos las 500 enmiendas votadas y mandadas al basurero. Suena a mucho, ¿verdad? Pues agarrense, porque quedan poco más de 2,000. ¡DOS MIL! Al ritmo que vamos, podríamos llegar a Semana Santa del próximo año y estos maes van a seguir en el mismo brete, votando la moción 1,874 mientras el resto del país necesita que se discutan otros temas urgentes.
El asunto se puso más mecánico desde que cayó la famosa “guillotina” el 11 de agosto. Antes de eso, por lo menos había un chance de defender las mociones, un poquito de debate, de circo, lo que quieran. Pero ahora ni eso. La guillotina significa que se acabó el bla, bla, bla. Ahora es solo votar, votar y votar en silencio. Ya van para cuatro semanas en este trance y el resultado es el mismo: todas las mociones de la oposición, rechazadas. Es como ver una película en repetición sabiendo perfectamente el final. ¡Qué sal! Porque mientras ellos están en ese ‘loop’, hay un montón de otros proyectos importantes acumulando polvo.
Pero bueno, no todo es un caso perdido. Parece que hay una lucecita al final de este túnel burocrático. La gente del PUSC tiró sobre la mesa una propuesta que, sinceramente, suena a puro sentido común: sacar esta vara del Plenario y mandarla a una Comisión Especial. O sea, que un grupo más pequeño se encargue de revisar el chunche a fondo y le quite este peso de encima a los 57 diputados. Esto sería un gane por partida doble: el proyecto de jornadas por fin avanzaría de una forma más ágil y, más importante aún, el Plenario quedaría libre para dedicarse a otros bretes que tienen en fila. Claro, para que este milagro ocurra se necesitan 38 votos, y ya sabemos cómo se las gastan para ponerse de acuerdo.
Al final, la situación es frustrante. Por un lado, se entiende que la oposición use todas las herramientas que tiene para frenar un proyecto que no les cuadra. Es parte del juego democrático. Pero por otro, cuando el mecanismo se convierte en un obstáculo que paraliza por completo una parte del Estado, uno se pregunta si no se les está pasando la mano. El tiempo y el salario de los diputados y sus asesores no son gratis, y verlos dedicados durante meses a una tarea tan repetitiva se siente como un despilfarro.
Diay, maes, ¿ustedes qué opinan? ¿Es una estrategia válida de la oposición para ponerle un freno a un proyecto tan polémico, o ya esto es un abuso del reglamento que nos está costando caro a todos? ¿Deberían aceptar la propuesta del PUSC y mandar esa vara a comisión de una vez por todas?
Para que se hagan una idea del nivel de estancamiento, solo este lunes se despacharon 52 mociones. Y con “despacharon” me refiero a que las rechazaron todas, sin mayor show. Con eso, ya superamos las 500 enmiendas votadas y mandadas al basurero. Suena a mucho, ¿verdad? Pues agarrense, porque quedan poco más de 2,000. ¡DOS MIL! Al ritmo que vamos, podríamos llegar a Semana Santa del próximo año y estos maes van a seguir en el mismo brete, votando la moción 1,874 mientras el resto del país necesita que se discutan otros temas urgentes.
El asunto se puso más mecánico desde que cayó la famosa “guillotina” el 11 de agosto. Antes de eso, por lo menos había un chance de defender las mociones, un poquito de debate, de circo, lo que quieran. Pero ahora ni eso. La guillotina significa que se acabó el bla, bla, bla. Ahora es solo votar, votar y votar en silencio. Ya van para cuatro semanas en este trance y el resultado es el mismo: todas las mociones de la oposición, rechazadas. Es como ver una película en repetición sabiendo perfectamente el final. ¡Qué sal! Porque mientras ellos están en ese ‘loop’, hay un montón de otros proyectos importantes acumulando polvo.
Pero bueno, no todo es un caso perdido. Parece que hay una lucecita al final de este túnel burocrático. La gente del PUSC tiró sobre la mesa una propuesta que, sinceramente, suena a puro sentido común: sacar esta vara del Plenario y mandarla a una Comisión Especial. O sea, que un grupo más pequeño se encargue de revisar el chunche a fondo y le quite este peso de encima a los 57 diputados. Esto sería un gane por partida doble: el proyecto de jornadas por fin avanzaría de una forma más ágil y, más importante aún, el Plenario quedaría libre para dedicarse a otros bretes que tienen en fila. Claro, para que este milagro ocurra se necesitan 38 votos, y ya sabemos cómo se las gastan para ponerse de acuerdo.
Al final, la situación es frustrante. Por un lado, se entiende que la oposición use todas las herramientas que tiene para frenar un proyecto que no les cuadra. Es parte del juego democrático. Pero por otro, cuando el mecanismo se convierte en un obstáculo que paraliza por completo una parte del Estado, uno se pregunta si no se les está pasando la mano. El tiempo y el salario de los diputados y sus asesores no son gratis, y verlos dedicados durante meses a una tarea tan repetitiva se siente como un despilfarro.
Diay, maes, ¿ustedes qué opinan? ¿Es una estrategia válida de la oposición para ponerle un freno a un proyecto tan polémico, o ya esto es un abuso del reglamento que nos está costando caro a todos? ¿Deberían aceptar la propuesta del PUSC y mandar esa vara a comisión de una vez por todas?