Mae, a veces uno lee las noticias y siente que ya ha visto esta película. La Comisión Nacional de Emergencias (CNE) está tocando la puerta de la Asamblea Legislativa, pidiendo que le aprueben un nuevo crédito por $350 millones. Y ojo, que esta no es cualquier platica. Esta suma es parte de un paquete gigantesco de más de $1,200 millones que la CNE quiere administrar. La vara es que mientras el presidente de la CNE, Alejandro Picado, llega con el pecho inflado a decir que tienen todo bajo control, la Contraloría y varios diputados están viendo la situación con cara de pocos amigos, y con toda la razón del mundo.
Picado llegó a la Comisión de Hacendarios a vender la idea de que la CNE es ahora una máquina de eficiencia. Sacó números y estadísticas: que si ya licitaron el 80% de una cartera de proyectos, que si hay 38 obras en construcción, que si antes de diciembre arrancan 50 más... Suena muy bonito en papel. Pero, diay, el papel aguanta lo que le pongan. El problema es que el historial reciente dice otra cosa. Paulina Ramírez, la diputada que preside esa comisión, se lo dijo sin pelos en la lengua: no es un solo informe, son VARIOS los que señalan las mismas broncas. Obras que se declaran "infructuosas" porque desde el principio los carteles de licitación estaban mal hechos. Cuando tantos señalan el mismo problema, es difícil pensar que es pura casualidad. Suena más bien a que alguien se está jalando una torta monumental, y no solo una vez.
Claro, no podía faltar la defensa oficialista. La diputada Pilar Cisneros salió a batear por el Gobierno, y usó el argumento que a todos nos duele: la Ruta 32. Es innegable que esa carretera es un dolor de cabeza nacional y que los cierres por los taludes nos cuestan un dineral. La idea de intervenirla y ahorrarnos hasta $30 millones suena increíble. El problema no es el "qué", sino el "quién" y el "cómo". Nadie en su sano juicio se opone a arreglar la 32 o a reparar los daños de tormentas pasadas. La pregunta del millón es: ¿de verdad la CNE, con este historial que le critica hasta la Contralora Marta Acosta, es la entidad idónea para manejar un presupuesto que supera los ¢600 mil millones? Darles más plata sin que hayan demostrado capacidad de ejecutar la que ya tienen es como darle las llaves de un Ferrari a alguien que acaba de chocar un Yaris.
Y aquí es donde la vara se pone más seria. Porque estos $1,200 millones no caen del cielo. Es deuda. Deuda que usted, yo y hasta nuestros hijos vamos a tener que pagar. Endeudarse está bien si es para una inversión que va a generar resultados, pero embarcarse con semejante monto cuando el mismo órgano fiscalizador del país, la Contraloría, te está diciendo "momentito, no han demostrado tener la capacidad de gestión", es para pensárselo dos, tres y hasta diez veces. Es un riesgo altísimo. Si el brete se hace bien, ¡qué maravilla! Pero si la ejecución falla, como los informes parecen sugerir que podría pasar, no solo nos quedamos con las obras a medio palo, sino también con una deuda gigantesca que va a ahorcar las finanzas del país por años. Un plan perfecto para que todo se vaya al traste.
Al final, quedamos en medio de un dilema terrible. Por un lado, la urgencia de obras que el país necesita para ayer. Por otro, la prudencia de no entregar un cheque en blanco a una institución que genera tantas dudas. Picado promete eficiencia con datos, pero Acosta y Ramírez le responden con un historial de deficiencias. Así que les tiro la bola a ustedes, maes, que siempre tienen buen ojo para estas varas: ¿Nos la jugamos? ¿Le damos el beneficio de la duda a la CNE y nos embarcamos con esta deuda esperando lo mejor, o le hacemos caso a la Contraloría y frenamos este posible despiche antes de que sea tarde? ¿Qué pesa más, la necesidad o el riesgo?
Picado llegó a la Comisión de Hacendarios a vender la idea de que la CNE es ahora una máquina de eficiencia. Sacó números y estadísticas: que si ya licitaron el 80% de una cartera de proyectos, que si hay 38 obras en construcción, que si antes de diciembre arrancan 50 más... Suena muy bonito en papel. Pero, diay, el papel aguanta lo que le pongan. El problema es que el historial reciente dice otra cosa. Paulina Ramírez, la diputada que preside esa comisión, se lo dijo sin pelos en la lengua: no es un solo informe, son VARIOS los que señalan las mismas broncas. Obras que se declaran "infructuosas" porque desde el principio los carteles de licitación estaban mal hechos. Cuando tantos señalan el mismo problema, es difícil pensar que es pura casualidad. Suena más bien a que alguien se está jalando una torta monumental, y no solo una vez.
Claro, no podía faltar la defensa oficialista. La diputada Pilar Cisneros salió a batear por el Gobierno, y usó el argumento que a todos nos duele: la Ruta 32. Es innegable que esa carretera es un dolor de cabeza nacional y que los cierres por los taludes nos cuestan un dineral. La idea de intervenirla y ahorrarnos hasta $30 millones suena increíble. El problema no es el "qué", sino el "quién" y el "cómo". Nadie en su sano juicio se opone a arreglar la 32 o a reparar los daños de tormentas pasadas. La pregunta del millón es: ¿de verdad la CNE, con este historial que le critica hasta la Contralora Marta Acosta, es la entidad idónea para manejar un presupuesto que supera los ¢600 mil millones? Darles más plata sin que hayan demostrado capacidad de ejecutar la que ya tienen es como darle las llaves de un Ferrari a alguien que acaba de chocar un Yaris.
Y aquí es donde la vara se pone más seria. Porque estos $1,200 millones no caen del cielo. Es deuda. Deuda que usted, yo y hasta nuestros hijos vamos a tener que pagar. Endeudarse está bien si es para una inversión que va a generar resultados, pero embarcarse con semejante monto cuando el mismo órgano fiscalizador del país, la Contraloría, te está diciendo "momentito, no han demostrado tener la capacidad de gestión", es para pensárselo dos, tres y hasta diez veces. Es un riesgo altísimo. Si el brete se hace bien, ¡qué maravilla! Pero si la ejecución falla, como los informes parecen sugerir que podría pasar, no solo nos quedamos con las obras a medio palo, sino también con una deuda gigantesca que va a ahorcar las finanzas del país por años. Un plan perfecto para que todo se vaya al traste.
Al final, quedamos en medio de un dilema terrible. Por un lado, la urgencia de obras que el país necesita para ayer. Por otro, la prudencia de no entregar un cheque en blanco a una institución que genera tantas dudas. Picado promete eficiencia con datos, pero Acosta y Ramírez le responden con un historial de deficiencias. Así que les tiro la bola a ustedes, maes, que siempre tienen buen ojo para estas varas: ¿Nos la jugamos? ¿Le damos el beneficio de la duda a la CNE y nos embarcamos con esta deuda esperando lo mejor, o le hacemos caso a la Contraloría y frenamos este posible despiche antes de que sea tarde? ¿Qué pesa más, la necesidad o el riesgo?