Mae, la vara en la Asamblea Legislativa está que arde y, como siempre, tiene que ver con plata. Y no cualquier menudo, estamos hablando de un crédito de $350 millones que la Comisión Nacional de Emergencias (CNE) necesita para casi 60 obras de prevención por todo el país. Suena bien, ¿verdad? Arreglar taludes en la 32, hacer centros de emergencia, proteger zonas de inundaciones... ¡diay, claro que suena bien! El problema, como en las mejores novelas, no es el qué, sino el quién. Los diputados de la Comisión de Hacendarios le dieron el visto bueno al crédito, pero con una cara de preocupación que no podían disimular. Básicamente, la confianza en que la CNE pueda manejar semejante platal está por los suelos.
Aquí es donde la cosa se pone color de hormiga. Si se aprueba este préstamo, la CNE pasaría a tener bajo su sombrilla más de $1,210 millones. ¡Mil doscientos diez millones de dólares! Para que nos hagamos una idea, es una cantidad de plata que la mayoría de nosotros no veremos ni sumando siete vidas. Y claro, cuando se habla de esas cifras, los fantasmas del pasado aparecen. Los diputados no se anduvieron por las ramas y le recordaron al presidente de la CNE, Alejandro Picado, que no viven en un tuco. Le sacaron los trapitos al sol: los informes de la Contraloría, las alertas de la propia Auditoría Interna de la CNE y hasta los regaños de Lanamme y la Cámara de la Construcción. Todos apuntan a lo mismo: la CNE ha tenido un despiche con la eficiencia y el uso de la plata en programas anteriores. ¡Qué torta sería si esa millonada se va al traste por mala planificación!
Las que pusieron el dedo en la llaga con más fuerza fueron, como era de esperarse, dos diputadas que no se caracterizan por quedarse calladas. Por un lado, Paulina Ramírez, del PLN, básicamente les dijo en la cara que no es la primera vez que se jalan una torta con la planificación. Les recordó que hay un historial de proyectos declarados infructuosos porque los términos de referencia estaban mal hechos desde el principio. O sea, un "ups, se nos fue" que cuesta millones. Por otro lado, la oficialista Pilar Cisneros, fiel a su estilo, fue directo al grano con una pregunta que es casi un sentir nacional: "¿Hasta cuándo Costa Rica va a dejar de botar la plata arreglando emergencias y no previniendo lo que puede hacerse?". Una cachetada con guante blanco que resume la frustración de muchos.
Claro, el jerarca de la CNE, Alejandro Picado, no se quedó callado. Salió a defender el brete de la institución con una lista de números que, en papel, suena impresionante: que si tienen 38 obras en construcción, que si ya entregaron 82 en los últimos tres años, que si vienen 50 más antes de diciembre y que el 80% de un montón de proyectos ya está licitado. La defensa es válida, pero el ambiente en la Asamblea era de "sí, sí, muy bonito, pero queremos ver para creer". La desconfianza es tan grande que los diputados hasta propusieron una medida drástica: amarrar los pagos no al cumplimiento de plazos, sino a la finalización real de las obras. Una forma de asegurarse de que no dejen los proyectos botados a medio palo.
Al final del día, la vara quedó así: todo el mundo está de acuerdo en que la plata para prevención es urgentísima, sobre todo con el clima cada vez más loco. Pero nadie quiere firmar un cheque en blanco por $350 millones a una institución con un historial tan cuestionado. Es el clásico dilema entre la necesidad y la desconfianza. La pregunta del millón, y se las dejo a ustedes, foro: ¿Se le suelta el chorro de plata a la CNE con la esperanza de que esta vez sí hagan bien el brete, o se les pone un candado hasta que demuestren que no van a jalarse otra torta? ¿Qué harían ustedes si tuvieran ese botón en la Asamblea?
Aquí es donde la cosa se pone color de hormiga. Si se aprueba este préstamo, la CNE pasaría a tener bajo su sombrilla más de $1,210 millones. ¡Mil doscientos diez millones de dólares! Para que nos hagamos una idea, es una cantidad de plata que la mayoría de nosotros no veremos ni sumando siete vidas. Y claro, cuando se habla de esas cifras, los fantasmas del pasado aparecen. Los diputados no se anduvieron por las ramas y le recordaron al presidente de la CNE, Alejandro Picado, que no viven en un tuco. Le sacaron los trapitos al sol: los informes de la Contraloría, las alertas de la propia Auditoría Interna de la CNE y hasta los regaños de Lanamme y la Cámara de la Construcción. Todos apuntan a lo mismo: la CNE ha tenido un despiche con la eficiencia y el uso de la plata en programas anteriores. ¡Qué torta sería si esa millonada se va al traste por mala planificación!
Las que pusieron el dedo en la llaga con más fuerza fueron, como era de esperarse, dos diputadas que no se caracterizan por quedarse calladas. Por un lado, Paulina Ramírez, del PLN, básicamente les dijo en la cara que no es la primera vez que se jalan una torta con la planificación. Les recordó que hay un historial de proyectos declarados infructuosos porque los términos de referencia estaban mal hechos desde el principio. O sea, un "ups, se nos fue" que cuesta millones. Por otro lado, la oficialista Pilar Cisneros, fiel a su estilo, fue directo al grano con una pregunta que es casi un sentir nacional: "¿Hasta cuándo Costa Rica va a dejar de botar la plata arreglando emergencias y no previniendo lo que puede hacerse?". Una cachetada con guante blanco que resume la frustración de muchos.
Claro, el jerarca de la CNE, Alejandro Picado, no se quedó callado. Salió a defender el brete de la institución con una lista de números que, en papel, suena impresionante: que si tienen 38 obras en construcción, que si ya entregaron 82 en los últimos tres años, que si vienen 50 más antes de diciembre y que el 80% de un montón de proyectos ya está licitado. La defensa es válida, pero el ambiente en la Asamblea era de "sí, sí, muy bonito, pero queremos ver para creer". La desconfianza es tan grande que los diputados hasta propusieron una medida drástica: amarrar los pagos no al cumplimiento de plazos, sino a la finalización real de las obras. Una forma de asegurarse de que no dejen los proyectos botados a medio palo.
Al final del día, la vara quedó así: todo el mundo está de acuerdo en que la plata para prevención es urgentísima, sobre todo con el clima cada vez más loco. Pero nadie quiere firmar un cheque en blanco por $350 millones a una institución con un historial tan cuestionado. Es el clásico dilema entre la necesidad y la desconfianza. La pregunta del millón, y se las dejo a ustedes, foro: ¿Se le suelta el chorro de plata a la CNE con la esperanza de que esta vez sí hagan bien el brete, o se les pone un candado hasta que demuestren que no van a jalarse otra torta? ¿Qué harían ustedes si tuvieran ese botón en la Asamblea?