¡Ay, Dios mío! Verán, estuve revisando unos archivos viejos del Diario Extra, buscando material para el próximo suplemento especial y me topé con unas notas sobre la importancia de la crónica. Me hizo pensar, ¿nosotros, los jóvenes, estamos realmente conectados con nuestras raíces?
Como bien decía Gloria Bejarano, la crónica tiene una magia única. No es solo contar hechos, es tejer historias con emoción, con el sabor de la tierra, con el sentir de nuestro pueblo. Piensen en los juglares, esos tipos que iban de pueblo en pueblo contando batallas y hazañas, poniendo música y poesía a la vida cotidiana. Eso era crónica pura, ¿sabes? Una forma de mantener viva la memoria colectiva.
Y ahora, con tanto TikTok y video corto, parece que nos olvidamos de valorar esas historias largas, esas narrativas que nos conectan con nuestros ancestros. Nos vamos perdiendo en el scroll infinito, consumiendo información rápida y superficial, sin parar a reflexionar sobre lo que realmente importa. Es una pena, brete serio.
La crónica, a diferencia del periodismo tradicional, le da voz al ciudadano, al mae promedio que vive sus días, trabaja duro, ama a su familia y contribuye a construir este país. Recoge las recetas de nuestras abuelas, las leyendas de nuestros pueblos, las canciones que nos hacen vibrar el corazón. Es la memoria que nos identifica, que nos define como costarricenses.
Miren, yo creo que muchos de nosotros nos hemos desconectado de la historia porque no la vemos relevante para nuestras vidas. Pensamos que eso es cosa de los viejitos, de los museos y de los libros de texto. Pero la verdad es que la historia está viva, está en cada calle, en cada casa, en cada conversación. Está en la forma como nos relacionamos, en nuestros valores, en nuestra manera de enfrentar los desafíos.
Y precisamente ahí radica el peligro. Cuando ignoramos nuestra historia, corremos el riesgo de repetir errores del pasado. De caer en trampas que ya hemos sufrido antes. De perder la fe en nuestros referentes, en aquellos hombres y mujeres que lucharon por construir un país justo y solidario. ¡Qué torta sería eso!
Tenemos que rescatar esa tradición de contar historias, de preservar la memoria colectiva. Necesitamos más cronistas, más voces que den testimonio de nuestra realidad, que nos ayuden a comprender quiénes somos, de dónde venimos y hacia dónde queremos ir. Debe haber más iniciativas para difundir la crónica, para acercarla a las nuevas generaciones. No se trata de idealizar el pasado, sino de aprender de él para construir un futuro mejor. Un chunche de reflexión pa'l carrete.
Así que díganme, ¿creen que estamos perdiendo nuestra conexión con la historia de Costa Rica? ¿Cómo podemos fomentar el interés de las nuevas generaciones por la crónica y otras formas de conocimiento ancestral?
Como bien decía Gloria Bejarano, la crónica tiene una magia única. No es solo contar hechos, es tejer historias con emoción, con el sabor de la tierra, con el sentir de nuestro pueblo. Piensen en los juglares, esos tipos que iban de pueblo en pueblo contando batallas y hazañas, poniendo música y poesía a la vida cotidiana. Eso era crónica pura, ¿sabes? Una forma de mantener viva la memoria colectiva.
Y ahora, con tanto TikTok y video corto, parece que nos olvidamos de valorar esas historias largas, esas narrativas que nos conectan con nuestros ancestros. Nos vamos perdiendo en el scroll infinito, consumiendo información rápida y superficial, sin parar a reflexionar sobre lo que realmente importa. Es una pena, brete serio.
La crónica, a diferencia del periodismo tradicional, le da voz al ciudadano, al mae promedio que vive sus días, trabaja duro, ama a su familia y contribuye a construir este país. Recoge las recetas de nuestras abuelas, las leyendas de nuestros pueblos, las canciones que nos hacen vibrar el corazón. Es la memoria que nos identifica, que nos define como costarricenses.
Miren, yo creo que muchos de nosotros nos hemos desconectado de la historia porque no la vemos relevante para nuestras vidas. Pensamos que eso es cosa de los viejitos, de los museos y de los libros de texto. Pero la verdad es que la historia está viva, está en cada calle, en cada casa, en cada conversación. Está en la forma como nos relacionamos, en nuestros valores, en nuestra manera de enfrentar los desafíos.
Y precisamente ahí radica el peligro. Cuando ignoramos nuestra historia, corremos el riesgo de repetir errores del pasado. De caer en trampas que ya hemos sufrido antes. De perder la fe en nuestros referentes, en aquellos hombres y mujeres que lucharon por construir un país justo y solidario. ¡Qué torta sería eso!
Tenemos que rescatar esa tradición de contar historias, de preservar la memoria colectiva. Necesitamos más cronistas, más voces que den testimonio de nuestra realidad, que nos ayuden a comprender quiénes somos, de dónde venimos y hacia dónde queremos ir. Debe haber más iniciativas para difundir la crónica, para acercarla a las nuevas generaciones. No se trata de idealizar el pasado, sino de aprender de él para construir un futuro mejor. Un chunche de reflexión pa'l carrete.
Así que díganme, ¿creen que estamos perdiendo nuestra conexión con la historia de Costa Rica? ¿Cómo podemos fomentar el interés de las nuevas generaciones por la crónica y otras formas de conocimiento ancestral?
