Bueno, maes, feliz martes… o no tanto. Si hoy sintieron que la billetera les pesaba un poquito menos, no es que se pusieron a dieta, es que nos amaneció el martes con otro ajuste en los combustibles. Como era de esperarse, la noticia no es exactamente para tirar bombetas. La gasolina Regular y el diésel le metieron un empujón para arriba al precio, mientras que la Súper, en un acto de generosidad casi cómico, bajó un solo colón. ¡UN COLÓN! En serio, ¡qué sal! A veces parece que juegan con nosotros, bajando un chunche con una mano mientras con la otra nos meten el doble.
La vara, según el comunicado oficial de Aresep que ya salió publicado en La Gaceta, es que todo responde a los “costos de adquisición” de Recope. O sea, la excusa de siempre: que les salió más carito traer el petróleo y refinarlo. Para ser exactos, la gasolina Regular subió ₡6 por litro y el diésel ₡7. Mientras tanto, la Súper, esa gasolina de lujo que muchos ya ni vemos, bajó ese colón simbólico. Es un ajuste que, aunque parezca pequeño, se siente y se siente fuerte. Es la suma de poquitos que al final del mes se convierte en un platal que perfectamente pudo haber sido para otra cosa, como salir el fin de semana o pagar el recibo del agua sin tener que hacer malabares.
Y aquí es donde la puerca tuerce el rabo, como diría mi abuela. Porque este no es un número aislado en un periódico. Esos ₡6 de más en la Regular son los que le duelen al mae que usa el carro todos los días para ir al brete de Chepe a Heredia. Son los ₡7 de más en el diésel que eventualmente nos van a cobrar en el precio del tomate, del arroz y de todo lo que llega al súper en un camión. Es esa sensación de que uno trabaja y trabaja, pero la plata cada vez rinde menos porque todo sube, menos el salario. Nos bajan un colón en la Súper, que es la que menos gente usa, y nos clavan por el lado de la Regular, que es la gasolina del pueblo.
Francamente, es un despiche. El sistema de cálculo de precios en este país es una caja negra que pocos entienden y que siempre, casualmente, termina perjudicándonos. Uno ve que el precio del barril de petróleo a nivel internacional baja, y aquí nos inventamos un impuesto nuevo, un subsidio cruzado o cualquier otra vara para que el precio en la bomba no nos dé un respiro. Se siente como una carrera que ya perdimos antes de empezar. Uno intenta ahorrar, usar más el transporte público (si es que sirve en su zona) o hasta caminar más, pero al final, la dependencia del carro o del bus es demasiado grande y terminamos pagando lo que sea que nos pongan.
Al final del día, nos toca apechugar y seguir adelante, como siempre. Pero la frustración se acumula. Ver esa noticia de CRHoy a las 6 de la mañana es empezar el día con el pie izquierdo, sabiendo que el presupuesto se va a apretar un poquito más. Es el recordatorio constante de que, en la cadena de la economía, el consumidor final es el que siempre termina pagando los platos rotos de decisiones que se toman en una oficina con aire acondicionado. No queda más que respirar profundo, llenar el tanque maldiciendo por lo bajo y esperar el próximo ajuste, que ojalá (uno nunca pierde la fe) sea para abajo de verdad.
Diay, maes, ¿ustedes qué hacen? ¿Se pasan a la Súper por ese colón de “ahorro” monumental? ¿O ya de por sí andan en modo “lo mínimo para llegar al brete” y que se joda el resto de la semana? Cuenten a ver cómo le hacen frente a esta vara para que no se les vaya el presupuesto al traste.
La vara, según el comunicado oficial de Aresep que ya salió publicado en La Gaceta, es que todo responde a los “costos de adquisición” de Recope. O sea, la excusa de siempre: que les salió más carito traer el petróleo y refinarlo. Para ser exactos, la gasolina Regular subió ₡6 por litro y el diésel ₡7. Mientras tanto, la Súper, esa gasolina de lujo que muchos ya ni vemos, bajó ese colón simbólico. Es un ajuste que, aunque parezca pequeño, se siente y se siente fuerte. Es la suma de poquitos que al final del mes se convierte en un platal que perfectamente pudo haber sido para otra cosa, como salir el fin de semana o pagar el recibo del agua sin tener que hacer malabares.
Y aquí es donde la puerca tuerce el rabo, como diría mi abuela. Porque este no es un número aislado en un periódico. Esos ₡6 de más en la Regular son los que le duelen al mae que usa el carro todos los días para ir al brete de Chepe a Heredia. Son los ₡7 de más en el diésel que eventualmente nos van a cobrar en el precio del tomate, del arroz y de todo lo que llega al súper en un camión. Es esa sensación de que uno trabaja y trabaja, pero la plata cada vez rinde menos porque todo sube, menos el salario. Nos bajan un colón en la Súper, que es la que menos gente usa, y nos clavan por el lado de la Regular, que es la gasolina del pueblo.
Francamente, es un despiche. El sistema de cálculo de precios en este país es una caja negra que pocos entienden y que siempre, casualmente, termina perjudicándonos. Uno ve que el precio del barril de petróleo a nivel internacional baja, y aquí nos inventamos un impuesto nuevo, un subsidio cruzado o cualquier otra vara para que el precio en la bomba no nos dé un respiro. Se siente como una carrera que ya perdimos antes de empezar. Uno intenta ahorrar, usar más el transporte público (si es que sirve en su zona) o hasta caminar más, pero al final, la dependencia del carro o del bus es demasiado grande y terminamos pagando lo que sea que nos pongan.
Al final del día, nos toca apechugar y seguir adelante, como siempre. Pero la frustración se acumula. Ver esa noticia de CRHoy a las 6 de la mañana es empezar el día con el pie izquierdo, sabiendo que el presupuesto se va a apretar un poquito más. Es el recordatorio constante de que, en la cadena de la economía, el consumidor final es el que siempre termina pagando los platos rotos de decisiones que se toman en una oficina con aire acondicionado. No queda más que respirar profundo, llenar el tanque maldiciendo por lo bajo y esperar el próximo ajuste, que ojalá (uno nunca pierde la fe) sea para abajo de verdad.
Diay, maes, ¿ustedes qué hacen? ¿Se pasan a la Súper por ese colón de “ahorro” monumental? ¿O ya de por sí andan en modo “lo mínimo para llegar al brete” y que se joda el resto de la semana? Cuenten a ver cómo le hacen frente a esta vara para que no se les vaya el presupuesto al traste.