Diay, maes, si pensaban que la semana iba a estar tranquila, agarrense. Hoy nos despertamos con una noticia que demuestra que en Liberación Nacional la paz es un mito urbano. Resulta que el candidato presidencial del PLN, Álvaro Ramos, se cansó de los juegos de poder y tiró una bomba atómica: no solo denunció un “sabotaje” en sus propias filas, sino que expulsó públicamente a Antonio Álvarez Desanti de su campaña. Así como lo leen. Le dijo, con todas las letras, que no quiere ni su ayuda ni, mucho menos, su plata. ¡Qué torta se armó en la casa liberacionista!
Vamos por partes, porque este enredo tiene tela que cortar. El epicentro del terremoto es San Ramón. Según Ramos, hay toda una operación para que la asamblea cantonal del partido no se pueda realizar. Ya van siete intentos fallidos, ¡siete! Y esto no es un asunto menor; sin esa asamblea, no se pueden renovar las estructuras, que es básicamente el discurso central de Ramos. El candidato está convencido de que no es mala suerte ni casualidad. Para él, la vara es clara: es un sabotaje deliberado para que su proyecto de un “nuevo PLN” no avance. Y aquí es donde la cosa se pone más densa, porque no se guardó nada.
Ramos apuntó directamente al alcalde liberacionista de San Ramón, Roberto Thompson. Lo acusó de no mover un dedo para organizar el proceso y, peor aún, de andar protegiendo políticamente al exalcalde Nixon Ureña. O sea, Ramos no está tirando indirectas, está dando nombres y apellidos. Está básicamente diciendo que la vieja guardia, la de siempre, le está poniendo el pie encima para que todo siga igual, para que el partido no cambie y sigan mandando los mismos. Un movimiento bastante arriesgado, pero que deja clarísimo que no piensa negociar su visión de la campaña.
Y como si el brete de apagar el incendio en Alajuela no fuera suficiente, entra en escena el expresidenciable Antonio Álvarez Desanti para echarle más gasolina al fuego. Según Ramos, Álvarez se jaló tremenda torta al andar regando el chisme de que Ramos estaba impulsando a Miguel Guillén, el secretario general del PLN, como candidato a diputado. Ramos no solo lo desmintió, sino que lo tildó de “temerario” por difundir información falsa. Fue la gota que derramó el vaso y provocó la expulsión pública que tiene a todo el mundo hablando.
La frase de Ramos fue fulminante: “Yo estoy muy fuerte contra Antonio Álvarez y Johnny Araya porque dijeron que se iban a apartar de la campaña y se están metiendo”. Con esto, traza una línea en la arena. De un lado, él y su intento de renovación. Del otro, lo que él llama “las viejas mañas”, representadas por figuras históricas del partido. Es un rompimiento total con el ala tradicional, una jugada de "todo o nada" que podría definir no solo su campaña, sino el futuro de un partido que llega a las elecciones más fracturado que nunca.
Al final, todo el plan de “unir para vencer” parece que se fue al traste. La imagen es la de un candidato luchando contra su propio partido, una guerra civil en pleno año preelectoral. La pregunta que queda en el aire es si esta purga, esta política de tierra arrasada contra los “enemigos” internos, es una muestra de liderazgo o un suicidio político anunciado. El tiempo dirá si Ramos logra construir algo nuevo sobre las cenizas o si simplemente se queda con el chunche hecho pedazos.
Y ahora, la pregunta para el foro: ¿Creen que Ramos está haciendo lo correcto al "limpiar la casa" aunque le cueste la unidad del partido, o es un error que le va a salir carísimo en las elecciones de 2026? ¡Los leo!
Vamos por partes, porque este enredo tiene tela que cortar. El epicentro del terremoto es San Ramón. Según Ramos, hay toda una operación para que la asamblea cantonal del partido no se pueda realizar. Ya van siete intentos fallidos, ¡siete! Y esto no es un asunto menor; sin esa asamblea, no se pueden renovar las estructuras, que es básicamente el discurso central de Ramos. El candidato está convencido de que no es mala suerte ni casualidad. Para él, la vara es clara: es un sabotaje deliberado para que su proyecto de un “nuevo PLN” no avance. Y aquí es donde la cosa se pone más densa, porque no se guardó nada.
Ramos apuntó directamente al alcalde liberacionista de San Ramón, Roberto Thompson. Lo acusó de no mover un dedo para organizar el proceso y, peor aún, de andar protegiendo políticamente al exalcalde Nixon Ureña. O sea, Ramos no está tirando indirectas, está dando nombres y apellidos. Está básicamente diciendo que la vieja guardia, la de siempre, le está poniendo el pie encima para que todo siga igual, para que el partido no cambie y sigan mandando los mismos. Un movimiento bastante arriesgado, pero que deja clarísimo que no piensa negociar su visión de la campaña.
Y como si el brete de apagar el incendio en Alajuela no fuera suficiente, entra en escena el expresidenciable Antonio Álvarez Desanti para echarle más gasolina al fuego. Según Ramos, Álvarez se jaló tremenda torta al andar regando el chisme de que Ramos estaba impulsando a Miguel Guillén, el secretario general del PLN, como candidato a diputado. Ramos no solo lo desmintió, sino que lo tildó de “temerario” por difundir información falsa. Fue la gota que derramó el vaso y provocó la expulsión pública que tiene a todo el mundo hablando.
La frase de Ramos fue fulminante: “Yo estoy muy fuerte contra Antonio Álvarez y Johnny Araya porque dijeron que se iban a apartar de la campaña y se están metiendo”. Con esto, traza una línea en la arena. De un lado, él y su intento de renovación. Del otro, lo que él llama “las viejas mañas”, representadas por figuras históricas del partido. Es un rompimiento total con el ala tradicional, una jugada de "todo o nada" que podría definir no solo su campaña, sino el futuro de un partido que llega a las elecciones más fracturado que nunca.
Al final, todo el plan de “unir para vencer” parece que se fue al traste. La imagen es la de un candidato luchando contra su propio partido, una guerra civil en pleno año preelectoral. La pregunta que queda en el aire es si esta purga, esta política de tierra arrasada contra los “enemigos” internos, es una muestra de liderazgo o un suicidio político anunciado. El tiempo dirá si Ramos logra construir algo nuevo sobre las cenizas o si simplemente se queda con el chunche hecho pedazos.
Y ahora, la pregunta para el foro: ¿Creen que Ramos está haciendo lo correcto al "limpiar la casa" aunque le cueste la unidad del partido, o es un error que le va a salir carísimo en las elecciones de 2026? ¡Los leo!