A veces uno lee noticias que, diay, lo dejan sin palabras y con un mal sabor de boca. La última es la del triple homicidio en Santa Ana, donde uno de los fallecidos era un mae conocido como "Mufasa". La noticia no es el asesinato en sí, que ya de por sí es terrible, sino el expediente del tipo. Resulta que el hombre había sido detenido por la policía ¡diez veces desde 2004! Los cargos no eran por robarse un confite: homicidio, portación de armas, narcotráfico... y aun así, el mae andaba libre, en un bar, como si nada. Es en ese momento que uno se pregunta: ¿qué está pasando aquí? ¿Cómo es posible que el sistema permita que alguien con ese historial siga en la calle hasta que, predeciblemente, todo termina en una balacera?
Esta vara es el reflejo perfecto del despiche de seguridad que estamos viviendo. Honestamente, ¡qué torta! Ya no es una percepción, los números lo gritan. Si seguimos a este ritmo, cerramos el 2025 con casi 900 homicidios por tercer año consecutivo. Esto dejó de ser la "Suiza Centroamericana" hace rato para convertirse en el escenario de una guerra de narcos por ver quién controla la plaza. Y en medio de ese caos, sale Fernando Zamora, candidato de Nueva Generación, a poner el dedo en la llaga. El mae propone lo que muchos, en medio de la frustración, están pidiendo a gritos: mano dura. Dejar de lado el romanticismo y aplicar la ley con fuerza.
La receta que propone Zamora suena simple y directa: cambiar las leyes para que ciertos delitos dejen de tener beneficios. Básicamente, que si a usted lo agarran por varas muy serias como narcotráfico, sicariato o crimen organizado, se va para la reforma de una vez. Cero medidas cautelares alternativas, cero tobilleras, cero "firme cada 15 días". La prisión preventiva sería obligatoria si hay peligro para las víctimas o la comunidad. Suena lógico, ¿verdad? Si el problema es que los tipos peligrosos andan en la calle, la solución más obvia es asegurarse de que no salgan. Es una propuesta que, sin duda, le va a sonar a música celestial a una población que ya está hasta la coronilla de la impunidad.
Pero la cosa no termina ahí, y aquí es donde el asunto se pone más denso. Zamora también dice que parte del problema es que nuestro sistema de justicia se muerde la cola. Pone sobre la mesa un tema del que pocos hablan: el Ministerio Público y la Sala Constitucional están metidos dentro del mismo Poder Judicial. A ver si me explico: el Ministerio Público tiene el brete de investigar a todo el mundo, ¡incluyendo a los mismos jueces y magistrados! Pero, ¿cómo van a hacerlo con total independencia si, al final del día, son parte del mismo chunche, de la misma estructura a la que deben investigar? Es como poner al zorro a cuidar las gallinas. Según él, esta falta de autonomía real limita la capacidad de ir hasta el fondo del problema, sobre todo cuando hay peces gordos involucrados.
Entonces, aquí quedamos, maes, en medio de la balacera y la discusión. Por un lado, la idea de endurecer las penas y asegurar que los criminales se queden guardados tiene un atractivo innegable. Es una solución de impacto, una curita rápida para una herida que no para de sangrar. Pero por otro, está la propuesta de una reforma estructural, de darle independencia real a quienes investigan para que puedan limpiar la casa desde adentro. Esta vara no es de un solo color, y mientras los políticos debaten y proponen, la gente sigue muriendo en las calles. La historia de "Mufasa" no es una anécdota, es el síntoma de una enfermedad que, si no la tratamos de raíz, se va a llevar todo por delante. ¿Qué creen ustedes, maes? ¿La solución es meterle mano dura a la ley y guardar a todo el mundo, o el problema es más profundo, de un sistema que se muerde la cola? ¿Ocupamos un par de reformas o hay que volarse todo el chante y empezar de cero? Los leo.
Esta vara es el reflejo perfecto del despiche de seguridad que estamos viviendo. Honestamente, ¡qué torta! Ya no es una percepción, los números lo gritan. Si seguimos a este ritmo, cerramos el 2025 con casi 900 homicidios por tercer año consecutivo. Esto dejó de ser la "Suiza Centroamericana" hace rato para convertirse en el escenario de una guerra de narcos por ver quién controla la plaza. Y en medio de ese caos, sale Fernando Zamora, candidato de Nueva Generación, a poner el dedo en la llaga. El mae propone lo que muchos, en medio de la frustración, están pidiendo a gritos: mano dura. Dejar de lado el romanticismo y aplicar la ley con fuerza.
La receta que propone Zamora suena simple y directa: cambiar las leyes para que ciertos delitos dejen de tener beneficios. Básicamente, que si a usted lo agarran por varas muy serias como narcotráfico, sicariato o crimen organizado, se va para la reforma de una vez. Cero medidas cautelares alternativas, cero tobilleras, cero "firme cada 15 días". La prisión preventiva sería obligatoria si hay peligro para las víctimas o la comunidad. Suena lógico, ¿verdad? Si el problema es que los tipos peligrosos andan en la calle, la solución más obvia es asegurarse de que no salgan. Es una propuesta que, sin duda, le va a sonar a música celestial a una población que ya está hasta la coronilla de la impunidad.
Pero la cosa no termina ahí, y aquí es donde el asunto se pone más denso. Zamora también dice que parte del problema es que nuestro sistema de justicia se muerde la cola. Pone sobre la mesa un tema del que pocos hablan: el Ministerio Público y la Sala Constitucional están metidos dentro del mismo Poder Judicial. A ver si me explico: el Ministerio Público tiene el brete de investigar a todo el mundo, ¡incluyendo a los mismos jueces y magistrados! Pero, ¿cómo van a hacerlo con total independencia si, al final del día, son parte del mismo chunche, de la misma estructura a la que deben investigar? Es como poner al zorro a cuidar las gallinas. Según él, esta falta de autonomía real limita la capacidad de ir hasta el fondo del problema, sobre todo cuando hay peces gordos involucrados.
Entonces, aquí quedamos, maes, en medio de la balacera y la discusión. Por un lado, la idea de endurecer las penas y asegurar que los criminales se queden guardados tiene un atractivo innegable. Es una solución de impacto, una curita rápida para una herida que no para de sangrar. Pero por otro, está la propuesta de una reforma estructural, de darle independencia real a quienes investigan para que puedan limpiar la casa desde adentro. Esta vara no es de un solo color, y mientras los políticos debaten y proponen, la gente sigue muriendo en las calles. La historia de "Mufasa" no es una anécdota, es el síntoma de una enfermedad que, si no la tratamos de raíz, se va a llevar todo por delante. ¿Qué creen ustedes, maes? ¿La solución es meterle mano dura a la ley y guardar a todo el mundo, o el problema es más profundo, de un sistema que se muerde la cola? ¿Ocupamos un par de reformas o hay que volarse todo el chante y empezar de cero? Los leo.