¡Aguante! La onda es que parece que vamos a respirar un poco con los precios de algunos productos, pero ojo, que la cosa no es tan sencilla. La ONU acaba de soltar el bataclan: los precios globales de los alimentos están dando una bajada considerable, el tercero corrido este año. Esto significa que, en teoría, podríamos empezar a ver algo de alivio en el bolsillo, especialmente si consideramos que todavía estamos sintiendo los coletazos de esos precios altísimos que nos sacudieron hace un par de años.
Según el informe de noviembre de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), el índice de referencia de precios ha dado un brinco hacia abajo, situándose en 125,1 puntos. Eso representa una caída del 1,2% respecto a octubre y un 21,9% por debajo de ese susto monumental que tuvimos en marzo de 2022, cuando los precios estaban por las nubes y parecía que íbamos a irnos al traste. ¡Imagínate el desmadre!
Pero, como dice el dicho, no hay color de rosa sin espinas. Mientras algunos rubros están bajando, otros se resisten a ceder. En concreto, los granos básicos –el maíz y el trigo– están mostrando una tendencia al alza, lo cual complica bastante el panorama. Y eso sí que nos afecta directamente acá en Costa Rica, ya que dependemos de importar estos ingredientes para hacer nuestro pan diario y alimentar a nuestros animales.
Para ponerle números a la cosa, veamos qué está pasando con algunos productos clave: el azúcar ha bajado un 5,9% gracias a la bonanza en países como Brasil, India y Tailandia; los lácteos, con una disminución del 3,1%, impulsados por una mayor producción; los aceites vegetales, también a la baja con un -2,6%, aunque con un pequeño empujón al alza en la soya debido a la demanda de biodiésel en Brasil; y hasta la carne está dando señales de alivio, con el pollo liderando la bajada gracias a la entrada de productos brasileños y el cerdo siguiendo la corriente por una menor demanda desde China. ¡Una chimba!
Sin embargo, ahí viene el “pero”. El índice de cereales ha ido en contra de la corriente, registrando un incremento del 1,3%. ¿La explicación? Una combinación explosiva de factores: el interés de China por comprar trigo estadounidense, la incertidumbre generada por la guerra entre Rusia y Ucrania en la región del Mar Negro, y el temor a una mala cosecha en Rusia para el próximo año. Como dicen por ahí, ¡qué vara!
Lo curioso es que a pesar de toda esta volatilidad en los precios, la FAO proyecta un año récord para la producción mundial de cereales. Se espera que se supere por primera vez los 3.000 millones de toneladas, con reservas globales que alcanzarán los 925,5 millones de toneladas. Esto demuestra que no nos faltará comida, pero la pregunta es: ¿quién va a pagar por ella?
Ahora bien, la cuestión que nos preocupa a todos acá en Tiquicia es: ¿cuándo vamos a sentir estos cambios en nuestra billetera? Históricamente, siempre hay un retraso (“efecto pluma y cohete”), donde los precios internacionales bajan rapidísimo, pero tardan meses en reflejarse en el supermercado. Es decir, tenemos que esperar que se agoten los inventarios antiguos y que los distribuidores ajusten sus precios. Pero, la tendencia general a la baja es una señal alentadora para controlar la inflación a principios del 2026. ¡Eso esperamos, claro!
En fin, la cosa pinta complicada, pero con algo de esperanza. Visto todo esto, me pregunto: ¿cree usted que realmente veremos una bajada significativa de precios en el supermercado durante el próximo año, o seguirá siendo una ilusión alimentada por informes internacionales?
Según el informe de noviembre de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), el índice de referencia de precios ha dado un brinco hacia abajo, situándose en 125,1 puntos. Eso representa una caída del 1,2% respecto a octubre y un 21,9% por debajo de ese susto monumental que tuvimos en marzo de 2022, cuando los precios estaban por las nubes y parecía que íbamos a irnos al traste. ¡Imagínate el desmadre!
Pero, como dice el dicho, no hay color de rosa sin espinas. Mientras algunos rubros están bajando, otros se resisten a ceder. En concreto, los granos básicos –el maíz y el trigo– están mostrando una tendencia al alza, lo cual complica bastante el panorama. Y eso sí que nos afecta directamente acá en Costa Rica, ya que dependemos de importar estos ingredientes para hacer nuestro pan diario y alimentar a nuestros animales.
Para ponerle números a la cosa, veamos qué está pasando con algunos productos clave: el azúcar ha bajado un 5,9% gracias a la bonanza en países como Brasil, India y Tailandia; los lácteos, con una disminución del 3,1%, impulsados por una mayor producción; los aceites vegetales, también a la baja con un -2,6%, aunque con un pequeño empujón al alza en la soya debido a la demanda de biodiésel en Brasil; y hasta la carne está dando señales de alivio, con el pollo liderando la bajada gracias a la entrada de productos brasileños y el cerdo siguiendo la corriente por una menor demanda desde China. ¡Una chimba!
Sin embargo, ahí viene el “pero”. El índice de cereales ha ido en contra de la corriente, registrando un incremento del 1,3%. ¿La explicación? Una combinación explosiva de factores: el interés de China por comprar trigo estadounidense, la incertidumbre generada por la guerra entre Rusia y Ucrania en la región del Mar Negro, y el temor a una mala cosecha en Rusia para el próximo año. Como dicen por ahí, ¡qué vara!
Lo curioso es que a pesar de toda esta volatilidad en los precios, la FAO proyecta un año récord para la producción mundial de cereales. Se espera que se supere por primera vez los 3.000 millones de toneladas, con reservas globales que alcanzarán los 925,5 millones de toneladas. Esto demuestra que no nos faltará comida, pero la pregunta es: ¿quién va a pagar por ella?
Ahora bien, la cuestión que nos preocupa a todos acá en Tiquicia es: ¿cuándo vamos a sentir estos cambios en nuestra billetera? Históricamente, siempre hay un retraso (“efecto pluma y cohete”), donde los precios internacionales bajan rapidísimo, pero tardan meses en reflejarse en el supermercado. Es decir, tenemos que esperar que se agoten los inventarios antiguos y que los distribuidores ajusten sus precios. Pero, la tendencia general a la baja es una señal alentadora para controlar la inflación a principios del 2026. ¡Eso esperamos, claro!
En fin, la cosa pinta complicada, pero con algo de esperanza. Visto todo esto, me pregunto: ¿cree usted que realmente veremos una bajada significativa de precios en el supermercado durante el próximo año, o seguirá siendo una ilusión alimentada por informes internacionales?