Ay, Dios mío, parece que ahora hasta ir al gym se convirtió en problema nacional. La Defensoría de los Habitantes anda lindiando con el Ministerio de Salud porque la gente que vive cerca de estos templos del sudor, especialmente los de CrossFit, no puede ni dormir tranquila. Entre pesas que caen como bombas y gritos que aturden más que un concierto de rock, la paciencia de algunos vecinos ya se fue al traste.
La cosa es que resulta que los gimnasios – CrossFit, Grit Box, yoga, pilates… ¡todo lo que implique levantar pesas y ponerse a brincar como canguros! – están multiplicándose como moho en pan mojado, y muchos están metidos en medio de zonas residenciales. Así, pues, imagínate el jaleo: vecinos tratando de descansar y unos mae gritándole a sus músculos que aguanten más.
Según la Defensoría, la ley actual es como un colador, no agarra ni el agua. Dicen que el Ministerio de Salud le da vueltas al asunto interpretando las reglas a medias, así que las quejas de la gente se van directito al bote del olvido. «La interpretación y aplicación de estas regulaciones han sido insuficientes para mitigar los problemas reportados», dijeron, y tienen razón, ¿quién nos va a defender si ni siquiera podemos tener un respiro en nuestra propia casa?
Y qué pasa, ¿cuál es el problema específico? Pues, a parte del ruido general, tenemos el choque de las pesas contra el piso que hace temblar hasta los cimientos, los aparatos chillones, las cuerdas que parecen látigos y los instructores animando a la gente como si estuvieran en una final de campeonato mundial. A ver, que uno entiende el entusiasmo, pero eso sí, ¡con respeto al oído ajeno!
«Si no se toman medidas de confinamiento adecuadas, tanto el ruido como las vibraciones pueden convertirse en factores de riesgo para la salud de las personas expuestas, afectando su descanso, bienestar y salud física y mental», advierte la Defensoría. En otras palabras, que esto no es solo una cuestión de molestia, sino también de salud pública. Imagínate no poder dormir bien porque estás todo el día escuchando maes gruñendo y levantando barras… ¡qué torta!
Ahora, claro, no se trata de prohibir los gimnasios, ni mucho menos. Lo que piden es que se establezcan normas claras sobre cómo controlar el ruido y las vibraciones. Confinar las áreas de entrenamiento, usar materiales aislantes, limitar horarios… cosas así. Que se busque el equilibrio, ¿sí?, que puedan ejercitarse sin afectar la calidad de vida de quienes vivimos alrededor.
Esta movida viene a cuento porque en Costa Rica hemos visto un boom de este tipo de entrenamientos intensos, donde la descarga emocional y física es a flor de piel. Hay que recordar que no todos los barrios están hechos para soportar el estruendo constante de unas pesas cayéndose, y que el derecho a un ambiente tranquilo y saludable es tan importante como el de estar cachas. Algunos argumentarán que es un ataque a la libertad del comercio o a la práctica deportiva, pero sinceramente, ¿a quién le importa más: unos bíceps inflados o la paz mental de una comunidad entera?
Así que, vamos a ponerle atención a este brete. ¿Ustedes creen que es justo exigir que los gimnasios controlen el ruido o que es exagerado querer imponer restricciones a la actividad física? ¿Se debería buscar una solución intermedia que beneficie tanto a los atletas como a los vecinos o simplemente deberíamos mudarnos lejos de cualquier lugar donde haya gente haciendo ejercicio? ¡Díganos qué piensa en el foro, estamos ansiosos por escuchar sus opiniones!
La cosa es que resulta que los gimnasios – CrossFit, Grit Box, yoga, pilates… ¡todo lo que implique levantar pesas y ponerse a brincar como canguros! – están multiplicándose como moho en pan mojado, y muchos están metidos en medio de zonas residenciales. Así, pues, imagínate el jaleo: vecinos tratando de descansar y unos mae gritándole a sus músculos que aguanten más.
Según la Defensoría, la ley actual es como un colador, no agarra ni el agua. Dicen que el Ministerio de Salud le da vueltas al asunto interpretando las reglas a medias, así que las quejas de la gente se van directito al bote del olvido. «La interpretación y aplicación de estas regulaciones han sido insuficientes para mitigar los problemas reportados», dijeron, y tienen razón, ¿quién nos va a defender si ni siquiera podemos tener un respiro en nuestra propia casa?
Y qué pasa, ¿cuál es el problema específico? Pues, a parte del ruido general, tenemos el choque de las pesas contra el piso que hace temblar hasta los cimientos, los aparatos chillones, las cuerdas que parecen látigos y los instructores animando a la gente como si estuvieran en una final de campeonato mundial. A ver, que uno entiende el entusiasmo, pero eso sí, ¡con respeto al oído ajeno!
«Si no se toman medidas de confinamiento adecuadas, tanto el ruido como las vibraciones pueden convertirse en factores de riesgo para la salud de las personas expuestas, afectando su descanso, bienestar y salud física y mental», advierte la Defensoría. En otras palabras, que esto no es solo una cuestión de molestia, sino también de salud pública. Imagínate no poder dormir bien porque estás todo el día escuchando maes gruñendo y levantando barras… ¡qué torta!
Ahora, claro, no se trata de prohibir los gimnasios, ni mucho menos. Lo que piden es que se establezcan normas claras sobre cómo controlar el ruido y las vibraciones. Confinar las áreas de entrenamiento, usar materiales aislantes, limitar horarios… cosas así. Que se busque el equilibrio, ¿sí?, que puedan ejercitarse sin afectar la calidad de vida de quienes vivimos alrededor.
Esta movida viene a cuento porque en Costa Rica hemos visto un boom de este tipo de entrenamientos intensos, donde la descarga emocional y física es a flor de piel. Hay que recordar que no todos los barrios están hechos para soportar el estruendo constante de unas pesas cayéndose, y que el derecho a un ambiente tranquilo y saludable es tan importante como el de estar cachas. Algunos argumentarán que es un ataque a la libertad del comercio o a la práctica deportiva, pero sinceramente, ¿a quién le importa más: unos bíceps inflados o la paz mental de una comunidad entera?
Así que, vamos a ponerle atención a este brete. ¿Ustedes creen que es justo exigir que los gimnasios controlen el ruido o que es exagerado querer imponer restricciones a la actividad física? ¿Se debería buscar una solución intermedia que beneficie tanto a los atletas como a los vecinos o simplemente deberíamos mudarnos lejos de cualquier lugar donde haya gente haciendo ejercicio? ¡Díganos qué piensa en el foro, estamos ansiosos por escuchar sus opiniones!