¡Ay, Dios mío! Quién lo diría, el caso de la embajadora Catalina Crespo sigue dando de qué hablar. Resulta que el canciller André Tinoco tuvo que ir a la Asamblea Legislativa a explicarle a los diputados cómo va la cosa con sus dichos sobre “derrocar” al Presidente Chaves. Un verdadero chinchorreo, vamos.
Todo empezó cuando la embajadora, en una entrevista con un medio estadounidense, soltó unas cuantas frases que encendieron todas las alarmas aquí en Costa Rica. Habló de posibilidades de “destituir” e incluso “derrocar” al Presidente, generando un revuelo tremendo y pidiendo la cabeza de Rodrigo Chaves. La jugada se dio justo un día antes de su reunión con el congresista Mario Díaz-Balart, y ahora la cosa está más caliente que gallina pochada.
Como ya saben, todo esto viene de cola por el intento de quitarle el fuero al Presidente Chaves. El Tribunal Supremo de Elecciones pidió que se evalúe la posibilidad de levantarle la inmunidad para investigar ciertas denuncias, y la Asamblea Legislativa tendrá que decidir qué hacer. Ahora, con estas declaraciones de la embajadora, la presión es aún mayor, y los ánimos andan que truenan, diay.
Tinoco, en su defensa, intentó apaciguar las aguas diciendo que él personalmente no respalda esas palabras de Crespo. “Esas expresiones no son correctas, no las puedo avalar,” sentenció frente a los diputados. Pero la bronca es que, según explicó, la embajadora usó esos términos porque así se lo dijeron algunos políticos gringos preocupados por la estabilidad política del país. ¡Imagínense, la embajadora repitiendo lo que le dicen los yanquis!
Y aquí viene la vara más difícil: Tinoco argumentó que, siendo embajadora, Crespo representa al Estado Costarricense. Eso significa que, aunque no haya dado una aprobación explícita, cualquier cosa que diga tiene peso, ¡y eso complica la cosa! Los diputados, obviamente, pusieron el grito en el cielo, señalando la contradicción entre negar respaldo y defender la representación estatal. ¡Un verdadero brete!
Luego salió a relucir un informe que la embajadora envió a la Cancillería tras su encuentro con Díaz-Balart. Según Tinoco, en ese documento Crespo simplemente respondió a las preguntas del congresista con información objetiva sobre el proceso que se está tramitando. Que solo cumplió protocolo, sin meterse en juicios políticos. Por supuesto, muchos no se tragaron esa historia entera, porque la jugada parece mucho más elaborada que eso.
Además, resulta que la reunión con Díaz-Balart no fue exactamente lo que se esperaba. Se había anunciado como una audiencia formal, pero terminó siendo una simple charla en el despacho del congresista. Y, para colmo, según el canciller, los propios congresistas reafirmaron su respeto por la soberanía costarricense. ¡Ya se armó un tinglado!, y todos tratando de salvar la cara.
En fin, un caso lleno de controversia y acusaciones cruzadas. Parece que este tema no va a morir tan fácil. Ahora, me pregunto: ¿creen ustedes que la embajadora Crespo actuó correctamente al repetir las preocupaciones de políticos estadounidenses, o debería haber mantenido silencio para proteger la imagen del país?
Todo empezó cuando la embajadora, en una entrevista con un medio estadounidense, soltó unas cuantas frases que encendieron todas las alarmas aquí en Costa Rica. Habló de posibilidades de “destituir” e incluso “derrocar” al Presidente, generando un revuelo tremendo y pidiendo la cabeza de Rodrigo Chaves. La jugada se dio justo un día antes de su reunión con el congresista Mario Díaz-Balart, y ahora la cosa está más caliente que gallina pochada.
Como ya saben, todo esto viene de cola por el intento de quitarle el fuero al Presidente Chaves. El Tribunal Supremo de Elecciones pidió que se evalúe la posibilidad de levantarle la inmunidad para investigar ciertas denuncias, y la Asamblea Legislativa tendrá que decidir qué hacer. Ahora, con estas declaraciones de la embajadora, la presión es aún mayor, y los ánimos andan que truenan, diay.
Tinoco, en su defensa, intentó apaciguar las aguas diciendo que él personalmente no respalda esas palabras de Crespo. “Esas expresiones no son correctas, no las puedo avalar,” sentenció frente a los diputados. Pero la bronca es que, según explicó, la embajadora usó esos términos porque así se lo dijeron algunos políticos gringos preocupados por la estabilidad política del país. ¡Imagínense, la embajadora repitiendo lo que le dicen los yanquis!
Y aquí viene la vara más difícil: Tinoco argumentó que, siendo embajadora, Crespo representa al Estado Costarricense. Eso significa que, aunque no haya dado una aprobación explícita, cualquier cosa que diga tiene peso, ¡y eso complica la cosa! Los diputados, obviamente, pusieron el grito en el cielo, señalando la contradicción entre negar respaldo y defender la representación estatal. ¡Un verdadero brete!
Luego salió a relucir un informe que la embajadora envió a la Cancillería tras su encuentro con Díaz-Balart. Según Tinoco, en ese documento Crespo simplemente respondió a las preguntas del congresista con información objetiva sobre el proceso que se está tramitando. Que solo cumplió protocolo, sin meterse en juicios políticos. Por supuesto, muchos no se tragaron esa historia entera, porque la jugada parece mucho más elaborada que eso.
Además, resulta que la reunión con Díaz-Balart no fue exactamente lo que se esperaba. Se había anunciado como una audiencia formal, pero terminó siendo una simple charla en el despacho del congresista. Y, para colmo, según el canciller, los propios congresistas reafirmaron su respeto por la soberanía costarricense. ¡Ya se armó un tinglado!, y todos tratando de salvar la cara.
En fin, un caso lleno de controversia y acusaciones cruzadas. Parece que este tema no va a morir tan fácil. Ahora, me pregunto: ¿creen ustedes que la embajadora Crespo actuó correctamente al repetir las preocupaciones de políticos estadounidenses, o debería haber mantenido silencio para proteger la imagen del país?