Oyete, pura vida gente del Foro. Acá les va una historia que me tocó el corazón, hablando de cómo algunas maestras pueden dejar una marca imborrable en la vida de alguien. Se trata de Sandra Cauffman, la ingeniera que nos representó a lo grande en la NASA, pero que sus raíces están bien clavadas acá en nuestra tierra. Conozcamos cómo dos figuras docentes sembraron la semilla de la curiosidad y la disciplina que la llevaron a conquistar las estrellas.
Cauffman, esa mujer que hacía sudar a los americanos con su inteligencia, nos cuenta que a los nuevecitos años, mirando el cielo, soñaba con pisarle a la Luna. Imagínate el brío de una nena con esa ambición, ¡una verdadera crack! Pero detrás de ese sueño monumental, hubo pilares fundamentales: unas maestras que supieron ver su potencial y darle un empujón pa' que fuera tras él.
Y no fue fácil, imagínatelo. En esos tiempos, no era tan común que las muchachas se metieran en carreras de ingeniería o ciencias. Pero Sandra, con su tesón y el apoyo de esas guías, demostró que el género no es limitación cuando tienes claro qué quieres. Su relato es un ejemplo pa’ todos nosotros, y especialmente pa’ las niñas que sueñan con romper techos de cristal.
La primera en dejarle una huella profunda fue Leda Espinosa, su maestra de primaria. Según Sandra, doña Leda era súper exigente, pero de esa manera que te hace querer dar lo mejor de ti. “Nos inculcó buenos hábitos de estudio,” dice Cauffman. “Siempre se aseguraba de que nuestras tareas estuvieran impecables, de que tuviéramos las cosas organizadas.” Pues sí, eso suena a maestro de verdad, a alguien que se preocupa por formar gente completa, no solo por aprobar exámenes.
Pero no todo es disciplina y organización. También necesitaba inspiración, y eso se lo dio Sandra Michaels, su profe de mates.
Cauffman, esa mujer que hacía sudar a los americanos con su inteligencia, nos cuenta que a los nuevecitos años, mirando el cielo, soñaba con pisarle a la Luna. Imagínate el brío de una nena con esa ambición, ¡una verdadera crack! Pero detrás de ese sueño monumental, hubo pilares fundamentales: unas maestras que supieron ver su potencial y darle un empujón pa' que fuera tras él.
Y no fue fácil, imagínatelo. En esos tiempos, no era tan común que las muchachas se metieran en carreras de ingeniería o ciencias. Pero Sandra, con su tesón y el apoyo de esas guías, demostró que el género no es limitación cuando tienes claro qué quieres. Su relato es un ejemplo pa’ todos nosotros, y especialmente pa’ las niñas que sueñan con romper techos de cristal.
La primera en dejarle una huella profunda fue Leda Espinosa, su maestra de primaria. Según Sandra, doña Leda era súper exigente, pero de esa manera que te hace querer dar lo mejor de ti. “Nos inculcó buenos hábitos de estudio,” dice Cauffman. “Siempre se aseguraba de que nuestras tareas estuvieran impecables, de que tuviéramos las cosas organizadas.” Pues sí, eso suena a maestro de verdad, a alguien que se preocupa por formar gente completa, no solo por aprobar exámenes.
Pero no todo es disciplina y organización. También necesitaba inspiración, y eso se lo dio Sandra Michaels, su profe de mates.