¡Ay, dios mío, qué lío! La Asamblea Legislativa prendió la mecha con la propuesta de un nuevo impuesto al alcohol artesanal – cerveza, aguardiente de caña, rompope casero, toda la onda– y los productores pequeños, los bares y hasta algunos diputados ya están echándose humo. Parece que la intención es aumentar los ingresos del Estado, pero la gente está diciendo '¿y nosotros pa’ qué?', porque esto les pega directo al bolsillo y a sus negocios.
Según el proyecto de ley presentado por el Partido Progreso Social Democrático (PPSD), el impuesto podría variar entre el 10% y el 20% dependiendo del tipo de bebida. Dicen que es para financiar programas sociales, pero los críticos argumentan que golpea fuertemente a los micro y pequeños emprendedores que han apostado por productos nacionales y de calidad. Muchos de estos negocios son familiares, pura sudor, y ahora tienen que andar buscando cómo salir adelante con este brete.
El debate se puso candente en redes sociales desde el momento en que se filtró el documento. Hashtags como #NoAlImpuestoAlArtesanal y #SalvemosElRompopeEstánTrendingTopics, y la gente va soltando su opinión a diestra y siniestra. Hay quienes apoyan la medida argumentando que es necesaria para recaudación fiscal, mientras que otros aseguran que es una afrenta al esfuerzo de los productores locales y una forma de matar la creatividad tica. Ya se siente la tensión, mae.
En el corazón de la polémica está la diferencia entre las bebidas industriales y las artesanales. Las grandes cervecerías internacionales, con sus fábricas enormes y sus lobby poderosos, prácticamente están exentas de impuestos similares. Esto crea una competencia desigual donde el productor pequeño no puede competir ni a palazos. “Es injusto, ¡qué sal!”, exclamaba Don Ricardo, dueño de una pequeña destilería de ron artesanal en Turrialba, durante una entrevista telefónica. “Nosotros luchamos por ofrecer un producto auténtico, con sabor a Costa Rica, y ahora nos quieren enterrar con este impuesto.”
Los representantes de la Cámara Costarricense de la Industria Cervecera Artesanal (CCCIA) también han levantado la voz. Afirman que el impuesto amenaza la viabilidad de decenas de negocios que generan empleos y dinamizan la economía local. Además, señalan que el consumo de alcohol artesanal representa apenas una fracción del mercado total, por lo que el impacto en las arcas públicas sería mínimo en comparación con los daños económicos que causaría. Según datos preliminares, alrededor de 300 pequeñas empresas podrían verse obligadas a cerrar si la ley se aprueba tal como está planteada.
Pero no todo es lamento y bronca. Algunos economistas sugieren que el impuesto podría ser más progresivo, gravando a las bebidas con mayor graduación alcohólica o estableciendo diferentes tasas para los productores más grandes y los más pequeños. También proponen que los ingresos generados por el impuesto se inviertan directamente en apoyar a los productores artesanales mediante programas de capacitación, asistencia técnica y acceso a financiamiento. Una idea interesante sería crear un fondo nacional para el desarrollo del sector artesanal, para que el impuesto no sea solo un castigo, sino una inversión en nuestro patrimonio cultural.
El Presidente de la República ha evadido pronunciamientos directos sobre el tema, pero fuentes cercanas a Casa Amarilla indican que estaría dispuesto a analizar modificaciones al proyecto de ley para encontrar un punto medio que satisfaga tanto a los intereses fiscales del gobierno como a los de los productores artesanales. La discusión sigue abierta, y parece que aún hay tiempo para evitar que esta vara se vaya al traste. Lo importante es buscar soluciones creativas que permitan fortalecer el sector artesanal y proteger nuestros emprendimientos locales.
Con tanta controversia dando vueltas, me pregunto... ¿Ustedes creen que el impuesto al alcohol artesanal es realmente la solución para los problemas financieros del país o estamos matando una industria que le da identidad y sabor a nuestra cultura? Dejen sus opiniones abajo; quiero leerlas en el foro. ¡Vamos a debatir!
Según el proyecto de ley presentado por el Partido Progreso Social Democrático (PPSD), el impuesto podría variar entre el 10% y el 20% dependiendo del tipo de bebida. Dicen que es para financiar programas sociales, pero los críticos argumentan que golpea fuertemente a los micro y pequeños emprendedores que han apostado por productos nacionales y de calidad. Muchos de estos negocios son familiares, pura sudor, y ahora tienen que andar buscando cómo salir adelante con este brete.
El debate se puso candente en redes sociales desde el momento en que se filtró el documento. Hashtags como #NoAlImpuestoAlArtesanal y #SalvemosElRompopeEstánTrendingTopics, y la gente va soltando su opinión a diestra y siniestra. Hay quienes apoyan la medida argumentando que es necesaria para recaudación fiscal, mientras que otros aseguran que es una afrenta al esfuerzo de los productores locales y una forma de matar la creatividad tica. Ya se siente la tensión, mae.
En el corazón de la polémica está la diferencia entre las bebidas industriales y las artesanales. Las grandes cervecerías internacionales, con sus fábricas enormes y sus lobby poderosos, prácticamente están exentas de impuestos similares. Esto crea una competencia desigual donde el productor pequeño no puede competir ni a palazos. “Es injusto, ¡qué sal!”, exclamaba Don Ricardo, dueño de una pequeña destilería de ron artesanal en Turrialba, durante una entrevista telefónica. “Nosotros luchamos por ofrecer un producto auténtico, con sabor a Costa Rica, y ahora nos quieren enterrar con este impuesto.”
Los representantes de la Cámara Costarricense de la Industria Cervecera Artesanal (CCCIA) también han levantado la voz. Afirman que el impuesto amenaza la viabilidad de decenas de negocios que generan empleos y dinamizan la economía local. Además, señalan que el consumo de alcohol artesanal representa apenas una fracción del mercado total, por lo que el impacto en las arcas públicas sería mínimo en comparación con los daños económicos que causaría. Según datos preliminares, alrededor de 300 pequeñas empresas podrían verse obligadas a cerrar si la ley se aprueba tal como está planteada.
Pero no todo es lamento y bronca. Algunos economistas sugieren que el impuesto podría ser más progresivo, gravando a las bebidas con mayor graduación alcohólica o estableciendo diferentes tasas para los productores más grandes y los más pequeños. También proponen que los ingresos generados por el impuesto se inviertan directamente en apoyar a los productores artesanales mediante programas de capacitación, asistencia técnica y acceso a financiamiento. Una idea interesante sería crear un fondo nacional para el desarrollo del sector artesanal, para que el impuesto no sea solo un castigo, sino una inversión en nuestro patrimonio cultural.
El Presidente de la República ha evadido pronunciamientos directos sobre el tema, pero fuentes cercanas a Casa Amarilla indican que estaría dispuesto a analizar modificaciones al proyecto de ley para encontrar un punto medio que satisfaga tanto a los intereses fiscales del gobierno como a los de los productores artesanales. La discusión sigue abierta, y parece que aún hay tiempo para evitar que esta vara se vaya al traste. Lo importante es buscar soluciones creativas que permitan fortalecer el sector artesanal y proteger nuestros emprendimientos locales.
Con tanta controversia dando vueltas, me pregunto... ¿Ustedes creen que el impuesto al alcohol artesanal es realmente la solución para los problemas financieros del país o estamos matando una industria que le da identidad y sabor a nuestra cultura? Dejen sus opiniones abajo; quiero leerlas en el foro. ¡Vamos a debatir!