Ay, Dios mío, la cosa está fea. Parece que vamos a terminar este cuatrienio con más bache grande que carretera nuevecita. Resulta que de esos megaproyectos que nos prometieron pa’ quitarle el estrés al carreteo diario, ¡ni rastro! Siete obras, señores, siete, se quedaron varadas, arrastrando el pie como si fueran abuelitos con reuma.
La verdad, esto no es nuevo. Desde hace años que los gobiernos nos venden humo con carreteras que nunca llegan. Prometen, firman contratos, cortan cinta… y al final, el mae sigue pegándose en el tráfico, sudando la gota gorda y maldiciendo la hora que decidió salir de casa. Esta vez, la bronca es que las cosas parecen ir escalando como un despiche, con retrasos que dan ganas de tirarse a llorar.
Hablamos de la Circunvalación, esa que iba a ser nuestro salvavidas para evitar los semáforos en la ruta. Según el MOPT, están avanzando, pero a paso de tortuga. En algunos tramos, el progreso es tan lento que da la impresión de que están cavando con paletas. Y ni hablemos de la ruta 27, que conecta San José con Caldera. Ahí parece que el papeleo va más rápido que la obra. Dicen que están revisando firmas y estudios, pero mientras tanto, el tráfico sigue atascado como sardinas en lata.
Y no solo eso, porque la ruta San Ramón–San Carlos, esa que es una deuda histórica con la gente del norte, sigue siendo un dolor de cabeza. Cada gobierno promete reactivarla, pero al final, solo hacen unos arreglos mínimos que no solucionan el problema de fondo. Es como poner curitas a un elefante herido: no funciona, pero te haces el loco pensando que estás haciendo algo.
Luego tenemos la autopista Florencio del Castillo, que conecta Zapote con Cartago. Esa sí que tienen planeada ampliarla, pero con una inversión millonaria de quinientos millones de dólares. Hasta ahora, todo está en fase de licitación, y la promesa de descongestionar el acceso al Valle Central sigue flotando en el aire. Uno se queda preguntándose dónde van a parar todos esos billetes, porque a simple vista, no hay mucho movimiento en la obra.
Pero la cosa no termina ahí, porque en la ruta nacional 32, el túnel del Zurquí sigue dando problemas con derrumbes y cierres inesperados. Ahora dicen que están haciendo estudios para reforzarlo, pero no saben cuándo empezarán las mejoras estructurales. Así, la gente vive con el miedo constante de quedar atrapada en medio de un deslizamiento, y el viaje se convierte en una aventura llena de incertidumbre.
Por si fuera poco, la empresa china CHEC está recibiendo críticas por los atrasos y sobrecostos en la construcción de rotondas en la ruta 32, en los sectores de Río Frío y Limón. Al parecer, quieren cambiar las rotondas por pasos a nivel, pero tampoco hay una fecha clara para que comience ese proyecto. ¿Será que esta vez sí lo harán bien, o será otro fiasco más en la lista?
Vaya, hablando claro, la situación es preocupante y nos deja pensando: ¿Estamos condenados a seguir viendo cómo nuestros impuestos se esfuman en proyectos interminables y resultados decepcionantes? ¿O podemos exigir a nuestros gobernantes que cumplan sus promesas y nos den las carreteras dignas que merecemos? ¡Dime, compa, qué piensas tú de todo este embrollo!
La verdad, esto no es nuevo. Desde hace años que los gobiernos nos venden humo con carreteras que nunca llegan. Prometen, firman contratos, cortan cinta… y al final, el mae sigue pegándose en el tráfico, sudando la gota gorda y maldiciendo la hora que decidió salir de casa. Esta vez, la bronca es que las cosas parecen ir escalando como un despiche, con retrasos que dan ganas de tirarse a llorar.
Hablamos de la Circunvalación, esa que iba a ser nuestro salvavidas para evitar los semáforos en la ruta. Según el MOPT, están avanzando, pero a paso de tortuga. En algunos tramos, el progreso es tan lento que da la impresión de que están cavando con paletas. Y ni hablemos de la ruta 27, que conecta San José con Caldera. Ahí parece que el papeleo va más rápido que la obra. Dicen que están revisando firmas y estudios, pero mientras tanto, el tráfico sigue atascado como sardinas en lata.
Y no solo eso, porque la ruta San Ramón–San Carlos, esa que es una deuda histórica con la gente del norte, sigue siendo un dolor de cabeza. Cada gobierno promete reactivarla, pero al final, solo hacen unos arreglos mínimos que no solucionan el problema de fondo. Es como poner curitas a un elefante herido: no funciona, pero te haces el loco pensando que estás haciendo algo.
Luego tenemos la autopista Florencio del Castillo, que conecta Zapote con Cartago. Esa sí que tienen planeada ampliarla, pero con una inversión millonaria de quinientos millones de dólares. Hasta ahora, todo está en fase de licitación, y la promesa de descongestionar el acceso al Valle Central sigue flotando en el aire. Uno se queda preguntándose dónde van a parar todos esos billetes, porque a simple vista, no hay mucho movimiento en la obra.
Pero la cosa no termina ahí, porque en la ruta nacional 32, el túnel del Zurquí sigue dando problemas con derrumbes y cierres inesperados. Ahora dicen que están haciendo estudios para reforzarlo, pero no saben cuándo empezarán las mejoras estructurales. Así, la gente vive con el miedo constante de quedar atrapada en medio de un deslizamiento, y el viaje se convierte en una aventura llena de incertidumbre.
Por si fuera poco, la empresa china CHEC está recibiendo críticas por los atrasos y sobrecostos en la construcción de rotondas en la ruta 32, en los sectores de Río Frío y Limón. Al parecer, quieren cambiar las rotondas por pasos a nivel, pero tampoco hay una fecha clara para que comience ese proyecto. ¿Será que esta vez sí lo harán bien, o será otro fiasco más en la lista?
Vaya, hablando claro, la situación es preocupante y nos deja pensando: ¿Estamos condenados a seguir viendo cómo nuestros impuestos se esfuman en proyectos interminables y resultados decepcionantes? ¿O podemos exigir a nuestros gobernantes que cumplan sus promesas y nos den las carreteras dignas que merecemos? ¡Dime, compa, qué piensas tú de todo este embrollo!
