¡Ay, Dios mío, qué vareta nos cayó encima! Entre la sequía, el precio del frijol y ahora estos temblores que ni mi abuela en sus peores noches… El Observatorio Vulcanológico y Sismológico (Ovsicori) ha estado reportando un buen número de sismos en el sector norte del volcán Platanar, en San Carlos, y la neta es que estamos todos un poco inquietos. Desde el 13 de octubre hasta hoy, han sido ¡210 sacudidas!, aunque todas menores a 3 en la escala de Richter. Pero eso no quiere decir que sean nada despreciables, diay.
Para ponerle pausa al picante, el Ovsicori explica que estas vibraciones forman parte de lo que llaman un “enjambre sísmico superficial”. En términos más simples, es como si la tierra estuviera estirándose, crujiendo y moviéndose un poquito, pero sin la explosividad de un volcán en erupción. La mayoría de los temblores ocurren a menos de 10 kilómetros de profundidad, justo debajo de zonas como Florencia, Aguas Zarcas y Venecia – precisamente ahí donde corre un sistema de fallas que atraviesa toda la zona del Platanar–Porvenir. No sé ustedes, pero a mí me da escalofríos pensar en esas cosas subterráneas moviéndose, ¿a ustedes no?
Lo bueno, según los expertos, es que aparentemente no hay magma hirviendo por ahí. Parece ser que es más bien un “reajuste cortical”, como dicen ellos, o sea, que la corteza terrestre se está acomodando como puede. Esto es bastante común en montañas como las nuestras, que siempre están sufriendo tensiones y contracciones. Imaginen un clavo oxidado intentando enderezarse; así, más o menos, se siente la tierra bajo nuestros pies. Y ni hablar de cómo la lluvia intensa reciente, que nos tuvo pegados a la tele viendo ríos crecidos y evacuaciones, pudo haber jugado un papel, facilitando que esos esfuerzos se liberen a poca profundidad. Uff, un brete de factores.
El comportamiento de este enjambre sísmico ha sido peculiar, con tres fases distintas. Primero, hubo una actividad tranquilita; luego, ¡boom!, se disparó el número de sismos a partir del 28 de octubre, para que después empezaran a disminuir un poco. Como cuando te comes unos nacatamales bien ricos y luego te sientes pesado y necesitas un respiro, ¿me entienden? Esta fase ascendente fue alarmante, porque levantó alertas en varias comunidades. Algunos vecinos aseguran haber sentido las casas vibrar, aunque los sismógrafos registraban magnitudes pequeñas.
Y hablando de comunidad, hay que recordar que esta zona, específicamente la cabecera del río Aguas Zarcas, ya sufrió un terrible deslizamiento hace poco más de un año. Ese hecho dejó miles de personas desplazadas y lamentablemente vidas perdidas. Afortunadamente, el Ovsicori aclara que no existe ninguna relación directa entre ese deslizamiento y estos sismos actuales. Sin embargo, por precaución, mantienen la vigilancia constante con sus estaciones sísmicas, porque saben que la zona es propensa a la inestabilidad. Mejor prevenir que lamentar, como dice el dicho, chunches.
Más allá de los datos técnicos y científicos, lo que preocupa a la gente es la incertidumbre. Vivimos en un país hermoso, pero también sísmicamente activo. Todos recordamos los temblores de Limón y Sarapiquí, y claro, la idea de que la tierra se mueva bajo nuestros pies no es precisamente reconfortante. El Ovsicori insiste en que estos enjambres sísmicos son frecuentes en zonas volcánico-tectónicas y que, en la mayoría de los casos, no representan un peligro mayor para la población. Pero, con todo respeto, ¿cómo convencer a alguien que vive allí de que no tenga miedo cuando siente la casa temblar, diay?
El Organismo asegura estar monitoreando la situación en tiempo real. Han instalado sensores por toda la zona y están analizando los datos con lupa para detectar cualquier anomalía. Dicen que están usando tecnología de punta para predecir movimientos futuros, pero yo creo que mejor le pedimos un milagro a Sanito, ¿qué les parece?. Y para aquellos que todavía no estén enterados, recuerden que el Platanar forma parte del límite entre el bloque volcánico de la Cordillera Central y la llanura de San Carlos, un lugar donde se mezclan procesos tectónicos, hidrotermales y las lluvias torrenciales que nos caracterizan. Un cóctel explosivo, vamos.
Entonces, aquí va la pregunta para animar el debate: Con tanta información y precauciones, ¿creen que realmente podemos sentirnos seguros viviendo en una zona sísmicamente activa como la nuestra, o deberíamos empezar a considerar mudarnos a la playa a tomar sol y olvidarnos de estos temblores? Compartan sus opiniones, a ver qué sale de esta vara!
Para ponerle pausa al picante, el Ovsicori explica que estas vibraciones forman parte de lo que llaman un “enjambre sísmico superficial”. En términos más simples, es como si la tierra estuviera estirándose, crujiendo y moviéndose un poquito, pero sin la explosividad de un volcán en erupción. La mayoría de los temblores ocurren a menos de 10 kilómetros de profundidad, justo debajo de zonas como Florencia, Aguas Zarcas y Venecia – precisamente ahí donde corre un sistema de fallas que atraviesa toda la zona del Platanar–Porvenir. No sé ustedes, pero a mí me da escalofríos pensar en esas cosas subterráneas moviéndose, ¿a ustedes no?
Lo bueno, según los expertos, es que aparentemente no hay magma hirviendo por ahí. Parece ser que es más bien un “reajuste cortical”, como dicen ellos, o sea, que la corteza terrestre se está acomodando como puede. Esto es bastante común en montañas como las nuestras, que siempre están sufriendo tensiones y contracciones. Imaginen un clavo oxidado intentando enderezarse; así, más o menos, se siente la tierra bajo nuestros pies. Y ni hablar de cómo la lluvia intensa reciente, que nos tuvo pegados a la tele viendo ríos crecidos y evacuaciones, pudo haber jugado un papel, facilitando que esos esfuerzos se liberen a poca profundidad. Uff, un brete de factores.
El comportamiento de este enjambre sísmico ha sido peculiar, con tres fases distintas. Primero, hubo una actividad tranquilita; luego, ¡boom!, se disparó el número de sismos a partir del 28 de octubre, para que después empezaran a disminuir un poco. Como cuando te comes unos nacatamales bien ricos y luego te sientes pesado y necesitas un respiro, ¿me entienden? Esta fase ascendente fue alarmante, porque levantó alertas en varias comunidades. Algunos vecinos aseguran haber sentido las casas vibrar, aunque los sismógrafos registraban magnitudes pequeñas.
Y hablando de comunidad, hay que recordar que esta zona, específicamente la cabecera del río Aguas Zarcas, ya sufrió un terrible deslizamiento hace poco más de un año. Ese hecho dejó miles de personas desplazadas y lamentablemente vidas perdidas. Afortunadamente, el Ovsicori aclara que no existe ninguna relación directa entre ese deslizamiento y estos sismos actuales. Sin embargo, por precaución, mantienen la vigilancia constante con sus estaciones sísmicas, porque saben que la zona es propensa a la inestabilidad. Mejor prevenir que lamentar, como dice el dicho, chunches.
Más allá de los datos técnicos y científicos, lo que preocupa a la gente es la incertidumbre. Vivimos en un país hermoso, pero también sísmicamente activo. Todos recordamos los temblores de Limón y Sarapiquí, y claro, la idea de que la tierra se mueva bajo nuestros pies no es precisamente reconfortante. El Ovsicori insiste en que estos enjambres sísmicos son frecuentes en zonas volcánico-tectónicas y que, en la mayoría de los casos, no representan un peligro mayor para la población. Pero, con todo respeto, ¿cómo convencer a alguien que vive allí de que no tenga miedo cuando siente la casa temblar, diay?
El Organismo asegura estar monitoreando la situación en tiempo real. Han instalado sensores por toda la zona y están analizando los datos con lupa para detectar cualquier anomalía. Dicen que están usando tecnología de punta para predecir movimientos futuros, pero yo creo que mejor le pedimos un milagro a Sanito, ¿qué les parece?. Y para aquellos que todavía no estén enterados, recuerden que el Platanar forma parte del límite entre el bloque volcánico de la Cordillera Central y la llanura de San Carlos, un lugar donde se mezclan procesos tectónicos, hidrotermales y las lluvias torrenciales que nos caracterizan. Un cóctel explosivo, vamos.
Entonces, aquí va la pregunta para animar el debate: Con tanta información y precauciones, ¿creen que realmente podemos sentirnos seguros viviendo en una zona sísmicamente activa como la nuestra, o deberíamos empezar a considerar mudarnos a la playa a tomar sol y olvidarnos de estos temblores? Compartan sus opiniones, a ver qué sale de esta vara!