Maes, a veces uno se levanta, se sirve el cafecito y se mete a leer las noticias esperando, diay, no sé, algo tuanis. Pero hoy no. Hoy la mañana arrancó más bien salada, con un recordatorio de esos que pegan fuerte: tres familias se quedaron sin nada, viendo cómo sus chozas se convertían en humo y cenizas en cuestión de horas. Y uno aquí, quejándose del tráfico para llegar al brete. ¡Qué torta!
La vara es que el Cuerpo de Bomberos reportó un martes completamente atípico. Normalmente, atienden un incendio estructural cada ocho horas, que ya de por sí suena a un montón. Pero esta vez, el promedio se fue al traste de la forma más fea posible. En un lapso de menos de tres horas, entre las 4:47 a.m. y las 7:16 a.m., se despacharon unidades para apagar fuegos que consumieron por completo casas en Corredores, Esparza y Upala. ¡Uno cada dos horas y media! Es una estadística que asusta, porque no estamos hablando de números en una hoja de Excel, sino de la vida de la gente.
Y aquí es donde la cosa se pone más seria. Aunque no se detallan las causas exactas, los Bomberos siempre aprovechan estas tragedias para recordarnos lo que ya sabemos pero que a menudo ignoramos. La lista de recomendaciones es la de siempre: detectores de humo, un plan de escape, mantenimiento eléctrico... Y seamos honestos, ¿cuántos de nosotros podemos decir con toda seguridad que cumplimos con todo eso? Especialmente el tema eléctrico. En Costa Rica, es casi un deporte nacional tener una "choricera" de cables detrás del tele o usar una regleta para conectar hasta el chunche para hacer arroz. Cada una de esas instalaciones improvisadas es una potencial torta esperando a jalarse.
Lo que más me impacta de estas noticias no son los metros cuadrados que se quemaron. Un "inmueble de 85 metros" suena frío, clínico. Pero lo que realmente se pierde en ese despiche es invaluable. Son las fotos de la primera comunión de la güila, el sillón heredado de la abuela, los cuadernos del colegio, el recuerdo del primer beso en esa sala. Es el lugar seguro, el nido. Ver cómo todo eso desaparece en minutos tiene que ser uno de los dolores más grandes que se puede experimentar. De un momento a otro, pasas de tener un hogar a tener solo la ropa que andabas puesta.
Por eso, aunque suene a disco rayado, el llamado de los bomberos es crucial. No se trata de vivir con miedo, sino de ser más vivos que el peligro. Un detector de humo cuesta menos que una salida a comer, y revisar el sistema eléctrico una vez cada cinco años es una inversión en tranquilidad. Perderlo todo es una cuestión de minutos; prevenirlo también puede serlo. La mala suerte existe, claro, pero muchas veces le abrimos la puerta de par en par. La pregunta es, ¿qué estamos haciendo para cerrársela en la cara?
Y ustedes, maes, ¿cómo andan con la prevención en la choza? ¿Tienen detector de humo o el plan familiar sigue siendo el de "sálvese quien pueda"? Los leo.
La vara es que el Cuerpo de Bomberos reportó un martes completamente atípico. Normalmente, atienden un incendio estructural cada ocho horas, que ya de por sí suena a un montón. Pero esta vez, el promedio se fue al traste de la forma más fea posible. En un lapso de menos de tres horas, entre las 4:47 a.m. y las 7:16 a.m., se despacharon unidades para apagar fuegos que consumieron por completo casas en Corredores, Esparza y Upala. ¡Uno cada dos horas y media! Es una estadística que asusta, porque no estamos hablando de números en una hoja de Excel, sino de la vida de la gente.
Y aquí es donde la cosa se pone más seria. Aunque no se detallan las causas exactas, los Bomberos siempre aprovechan estas tragedias para recordarnos lo que ya sabemos pero que a menudo ignoramos. La lista de recomendaciones es la de siempre: detectores de humo, un plan de escape, mantenimiento eléctrico... Y seamos honestos, ¿cuántos de nosotros podemos decir con toda seguridad que cumplimos con todo eso? Especialmente el tema eléctrico. En Costa Rica, es casi un deporte nacional tener una "choricera" de cables detrás del tele o usar una regleta para conectar hasta el chunche para hacer arroz. Cada una de esas instalaciones improvisadas es una potencial torta esperando a jalarse.
Lo que más me impacta de estas noticias no son los metros cuadrados que se quemaron. Un "inmueble de 85 metros" suena frío, clínico. Pero lo que realmente se pierde en ese despiche es invaluable. Son las fotos de la primera comunión de la güila, el sillón heredado de la abuela, los cuadernos del colegio, el recuerdo del primer beso en esa sala. Es el lugar seguro, el nido. Ver cómo todo eso desaparece en minutos tiene que ser uno de los dolores más grandes que se puede experimentar. De un momento a otro, pasas de tener un hogar a tener solo la ropa que andabas puesta.
Por eso, aunque suene a disco rayado, el llamado de los bomberos es crucial. No se trata de vivir con miedo, sino de ser más vivos que el peligro. Un detector de humo cuesta menos que una salida a comer, y revisar el sistema eléctrico una vez cada cinco años es una inversión en tranquilidad. Perderlo todo es una cuestión de minutos; prevenirlo también puede serlo. La mala suerte existe, claro, pero muchas veces le abrimos la puerta de par en par. La pregunta es, ¿qué estamos haciendo para cerrársela en la cara?
Y ustedes, maes, ¿cómo andan con la prevención en la choza? ¿Tienen detector de humo o el plan familiar sigue siendo el de "sálvese quien pueda"? Los leo.