Ya casi cumpliendo un año desde aquella tarde fatídica, la familia Mangas aún no pierde la esperanza de encontrar a Leandro, el niño de cinco años que desapareció arrastrado por las aguas crecidas del río Tarcoles. A pesar de que las labores formales de búsqueda fueron suspendidas poco después del incidente, los familiares y amigos cercanos continúan peinando la zona, alimentados por la fe y el dolor.
Recordamos aquel septiembre de 2025, cuando las intensas lluvias provocaron la inundación repentina del río, llevándose consigo al pequeño Leandro mientras jugaba cerca de la ribera. La Cruz Roja desplegó un amplio operativo de rescate, utilizando drones, equipos caninos y voluntarios, pero lamentablemente, no lograron hallar ninguna pista del paradero del niño. Aquella búsqueda masiva movilizó al país entero, llenando las pantallas de televisión e internet con la imagen de un niño perdido y el desesperado llamado de sus padres.
Ahora, con la llegada de noviembre, la nostalgia y la incertidumbre pesan aún más sobre la familia. El tiempo avanza inexorablemente, y aunque la intensidad de las lluvias ha disminuido, Israel Mangas, tío de Leandro, asegura que no cejarán en su empeño. “Nosotros seguimos buscando, maes. No podemos darle paz a la mamá si no sabemos qué pasó con el niño. Bajamos la intensidad con estas lluvias, pero el fin de semana próximo volvemos a echarle ojo”, afirmó con voz entrecortada durante una entrevista reciente.
La proximidad del cumpleaños número seis de Leandro añade otra capa de tristeza a la ya compleja situación. Imaginen el golpe que representa para la madre, ver cómo el tiempo pasa y su hijo sigue desaparecido. Como dice Israel, “ahora lo complicado es que ya viene el cumpleaños de Leandro... Eso va a ser muy duro”. Es un recordatorio constante de la alegría que se les arrebató de forma tan abrupta.
Pero la angustia no solo afecta a los padres; los hermanitos de Leandro también sufren enormemente. Según relataron fuentes cercanas a la familia, los niños recuerdan constantemente a su hermano mayor, y sus crisis emocionales son frecuentes. Un sueño especialmente impactante reveló la profundidad del anhelo del niño menor: “Soñó un día de estos que Leandro llegaba a la casa y le dijo a la mamá: ‘mami, ahí viene Leandro’. Entonces, esas son cosas en las que mi hermana se pone peor,” explicó Israel, visiblemente afectado.
Si bien las autoridades han mantenido silencio sobre posibles nuevas líneas de investigación, la comunidad local ha organizado diversas iniciativas de apoyo a la familia Mangas, incluyendo colectas de alimentos y artículos básicos. Muchos vecinos colaboran en la búsqueda, ofreciendo su tiempo y esfuerzo para ayudar a resolver este misterio que ha conmocionado a toda la provincia de Puntarenas. Se revisan cauces secos, se exploran senderos boscosos... cada atisbo de esperanza es celebrado.
La desaparición de Leandro plantea interrogantes sobre la seguridad en zonas ribereñas, especialmente durante la temporada de lluvias. ¿Se podrían haber tomado medidas preventivas para evitar esta tragedia? ¿Es suficiente la educación pública sobre los riesgos asociados a las inundaciones? Estas preguntas, además de atormentar a la familia, deberían servir como un llamado a la reflexión para las autoridades competentes, garantizando la seguridad de todos los ciudadanos, especialmente de los más vulnerables.
Con un año transcurrido y la esperanza aún viva, nos preguntamos: ¿Cómo podemos, como sociedad costarricense, ofrecer un apoyo más efectivo a las familias afectadas por tragedias similares y asegurarnos de que historias como la de Leandro nunca se repitan?
Recordamos aquel septiembre de 2025, cuando las intensas lluvias provocaron la inundación repentina del río, llevándose consigo al pequeño Leandro mientras jugaba cerca de la ribera. La Cruz Roja desplegó un amplio operativo de rescate, utilizando drones, equipos caninos y voluntarios, pero lamentablemente, no lograron hallar ninguna pista del paradero del niño. Aquella búsqueda masiva movilizó al país entero, llenando las pantallas de televisión e internet con la imagen de un niño perdido y el desesperado llamado de sus padres.
Ahora, con la llegada de noviembre, la nostalgia y la incertidumbre pesan aún más sobre la familia. El tiempo avanza inexorablemente, y aunque la intensidad de las lluvias ha disminuido, Israel Mangas, tío de Leandro, asegura que no cejarán en su empeño. “Nosotros seguimos buscando, maes. No podemos darle paz a la mamá si no sabemos qué pasó con el niño. Bajamos la intensidad con estas lluvias, pero el fin de semana próximo volvemos a echarle ojo”, afirmó con voz entrecortada durante una entrevista reciente.
La proximidad del cumpleaños número seis de Leandro añade otra capa de tristeza a la ya compleja situación. Imaginen el golpe que representa para la madre, ver cómo el tiempo pasa y su hijo sigue desaparecido. Como dice Israel, “ahora lo complicado es que ya viene el cumpleaños de Leandro... Eso va a ser muy duro”. Es un recordatorio constante de la alegría que se les arrebató de forma tan abrupta.
Pero la angustia no solo afecta a los padres; los hermanitos de Leandro también sufren enormemente. Según relataron fuentes cercanas a la familia, los niños recuerdan constantemente a su hermano mayor, y sus crisis emocionales son frecuentes. Un sueño especialmente impactante reveló la profundidad del anhelo del niño menor: “Soñó un día de estos que Leandro llegaba a la casa y le dijo a la mamá: ‘mami, ahí viene Leandro’. Entonces, esas son cosas en las que mi hermana se pone peor,” explicó Israel, visiblemente afectado.
Si bien las autoridades han mantenido silencio sobre posibles nuevas líneas de investigación, la comunidad local ha organizado diversas iniciativas de apoyo a la familia Mangas, incluyendo colectas de alimentos y artículos básicos. Muchos vecinos colaboran en la búsqueda, ofreciendo su tiempo y esfuerzo para ayudar a resolver este misterio que ha conmocionado a toda la provincia de Puntarenas. Se revisan cauces secos, se exploran senderos boscosos... cada atisbo de esperanza es celebrado.
La desaparición de Leandro plantea interrogantes sobre la seguridad en zonas ribereñas, especialmente durante la temporada de lluvias. ¿Se podrían haber tomado medidas preventivas para evitar esta tragedia? ¿Es suficiente la educación pública sobre los riesgos asociados a las inundaciones? Estas preguntas, además de atormentar a la familia, deberían servir como un llamado a la reflexión para las autoridades competentes, garantizando la seguridad de todos los ciudadanos, especialmente de los más vulnerables.
Con un año transcurrido y la esperanza aún viva, nos preguntamos: ¿Cómo podemos, como sociedad costarricense, ofrecer un apoyo más efectivo a las familias afectadas por tragedias similares y asegurarnos de que historias como la de Leandro nunca se repitan?