¡Ay, qué pena! La noticia nos cayó como balde de agua fría este viernes. Doña María Eugenia Díaz Romero, la mamá del astronauta Franklin Chang Díaz, dejó este mundo a los 97 años. Una vida llena de recuerdos, luchas y, sin lugar a dudas, muchísimo orgullo por ver a su hijo llegar tan lejos. Un ícono de nuestra sociedad, una mujer que vio crecer a su hijo persiguiendo sueños intergalácticos.
Doña María siempre ha sido figura emblemática en el Valle Central. Recordamos cuando Franklin, todavía chamaco, contaba historias de cohetes hechos con cartón y aspiraba a tocar las estrellas. Ella, con paciencia infinita y una fe inquebrantable, le apoyó en cada paso, incluso cuando algunos decían que era pura fantasía de niño. Imagínate, criar a un astronauta en Costa Rica no es tarea fácil, ¡pero ella lo logró!
Según información confirmada por el TSE, Doña María falleció ayer, aunque los detalles sobre la causa aún son desconocidos. Se invitó a familiares y amigos a la vela en Funeraria del Recuerdo, Don Bosco, desde las 7 p.m. Un espacio para despedirse y agradecerle a esta señora por el legado que deja. En medio de toda la conmoción, es importante recordar la humildad y perseverancia que caracterizó a Doña María; una verdadera inspiración para todos nosotros.
Muchos recuerdan entrevistas viejas donde doña María hablaba con modestia sobre el éxito de su hijo. Decía que él siempre había sido un 'mae esforzado' y que solo quería verlo feliz. Lejos de buscar protagonismo, prefería estar detrás, animándolo y dándole su bendición. Su discreción y dedicación familiar son un ejemplo a seguir en estos tiempos donde todo busca la fama instantánea.
¿Cómo no acordarnos de aquella visita de Franklin al país hace unos años, cuando doña María, ya con edad avanzada, lo recibió con una sonrisa y un abrazo apretado? Ese momento quedó grabado en la memoria de muchos, demostrando la fuerza del vínculo entre un hijo y su madre. Una imagen que resume la esencia de la relación, la alegría de un reencuentro después de tantos viajes espaciales.
Este hecho nos recuerda también la importancia de apoyar a nuestros seres queridos en la búsqueda de sus pasiones. Doña María entendió que el talento necesita espacio para florecer, y brindó a su hijo todas las herramientas necesarias para alcanzar sus metas, incluyendo su amor incondicional. Es admirable la capacidad de una madre para renunciar a su propia comodidad en pos del bienestar de sus hijos – una virtud muy tica, diría yo.
Además, la partida de Doña María representa la pérdida de un pedazo de historia costarricense. Ella fue testigo de cambios trascendentales en nuestro país, desde la abolición del ejército hasta la llegada de internet. Y a pesar de todo, mantuvo intactos sus valores y su espíritu optimista. Era una guardiana de tradiciones, una maestra silenciosa que transmitía sabiduría con su simple presencia. De verdad, un tesoro nacional.
Con la muerte de Doña María, cerramos un capítulo lleno de éxitos y enseñanzas. Su historia nos inspira a perseguir nuestros sueños con determinación y a valorar el apoyo incondicional de nuestras familias. Ahora me pregunto, ¿qué creéis que sería lo que más orgulloso le habría dado a Doña María del legado que su hijo ha construido para Costa Rica?
Doña María siempre ha sido figura emblemática en el Valle Central. Recordamos cuando Franklin, todavía chamaco, contaba historias de cohetes hechos con cartón y aspiraba a tocar las estrellas. Ella, con paciencia infinita y una fe inquebrantable, le apoyó en cada paso, incluso cuando algunos decían que era pura fantasía de niño. Imagínate, criar a un astronauta en Costa Rica no es tarea fácil, ¡pero ella lo logró!
Según información confirmada por el TSE, Doña María falleció ayer, aunque los detalles sobre la causa aún son desconocidos. Se invitó a familiares y amigos a la vela en Funeraria del Recuerdo, Don Bosco, desde las 7 p.m. Un espacio para despedirse y agradecerle a esta señora por el legado que deja. En medio de toda la conmoción, es importante recordar la humildad y perseverancia que caracterizó a Doña María; una verdadera inspiración para todos nosotros.
Muchos recuerdan entrevistas viejas donde doña María hablaba con modestia sobre el éxito de su hijo. Decía que él siempre había sido un 'mae esforzado' y que solo quería verlo feliz. Lejos de buscar protagonismo, prefería estar detrás, animándolo y dándole su bendición. Su discreción y dedicación familiar son un ejemplo a seguir en estos tiempos donde todo busca la fama instantánea.
¿Cómo no acordarnos de aquella visita de Franklin al país hace unos años, cuando doña María, ya con edad avanzada, lo recibió con una sonrisa y un abrazo apretado? Ese momento quedó grabado en la memoria de muchos, demostrando la fuerza del vínculo entre un hijo y su madre. Una imagen que resume la esencia de la relación, la alegría de un reencuentro después de tantos viajes espaciales.
Este hecho nos recuerda también la importancia de apoyar a nuestros seres queridos en la búsqueda de sus pasiones. Doña María entendió que el talento necesita espacio para florecer, y brindó a su hijo todas las herramientas necesarias para alcanzar sus metas, incluyendo su amor incondicional. Es admirable la capacidad de una madre para renunciar a su propia comodidad en pos del bienestar de sus hijos – una virtud muy tica, diría yo.
Además, la partida de Doña María representa la pérdida de un pedazo de historia costarricense. Ella fue testigo de cambios trascendentales en nuestro país, desde la abolición del ejército hasta la llegada de internet. Y a pesar de todo, mantuvo intactos sus valores y su espíritu optimista. Era una guardiana de tradiciones, una maestra silenciosa que transmitía sabiduría con su simple presencia. De verdad, un tesoro nacional.
Con la muerte de Doña María, cerramos un capítulo lleno de éxitos y enseñanzas. Su historia nos inspira a perseguir nuestros sueños con determinación y a valorar el apoyo incondicional de nuestras familias. Ahora me pregunto, ¿qué creéis que sería lo que más orgulloso le habría dado a Doña María del legado que su hijo ha construido para Costa Rica?
