Maes, en serio, a veces uno lee una noticia y lo primero que piensa es: ¡qué despiche! Hoy me pasó eso. Estaba terminando el brete, scrolleando por ahí, y me topo con el titular de la balacera en Alajuelita, justo al lado del Colegio Ciudadelas Unidas. En plena tarde, a las dos, cuando los chiquillos están en clases o a punto de salir. La vara es que se escucharon los plomazos y, como era de esperarse, el caos. Un güila, de apenas 14 años, murió ahí mismo, acribillado. Y la imagen que me queda en la cabeza es la de un montón de estudiantes y profes, tirados en el piso, siguiendo un "protocolo de tirador activo".
Y aquí es donde la cosa se pone más densa. El MEP salió casi de inmediato a decir que el protocolo se aplicó "de forma exitosa". Y uno los lee y, por un lado, dice: "diay, por lo menos están preparados para algo así". Pero por otro lado, maes... ¡qué torta que tengamos que celebrar que un colegio sepa cómo reaccionar a una balacera en la puerta! El éxito no es que los niños sepan esconderse debajo del pupitre. El éxito sería que no tuvieran que hacerlo nunca. La ironía es brutal: dentro del cole, un procedimiento de primer mundo para una realidad del tercer mundo que nos está comiendo vivos justo en la acera de afuera.
Luego están los detalles que lo complican todo. El OIJ está en la investigación, pero de momento lo que se sabe es que el muchacho que falleció no era estudiante de ese centro educativo y ni siquiera andaba identificación. Catorce años. Uno se pregunta qué hacía ahí, en qué andaba metido, por qué le pasó eso. Es demasiado fácil caer en el prejuicio y empezar a especular, pero al final del día la única verdad es que un chiquillo que debería estar pensando en tareas, en el partido de la noche o en qué va a hacer el fin de semana, terminó tirado en la calle. Es un fracaso como sociedad, por donde se le vea.
Lo que más me agüeva es la normalización de esta vara. Hace unos años, una noticia así habría paralizado al país por una semana. Hoy, compite por nuestra atención con el último meme, el resultado de la mejenga o el próximo aguacero. Se siente como que esa idea de la "Suiza Centroamericana" tranquila y segura se nos fue al traste hace rato, y lo que queda es este sálvese quien pueda. La Fuerza Pública y la Municipal llegaron rápido, acordonaron la zona y todo lo que dice el manual, pero se siente como ponerle una curita a una herida de bala. Es una reacción, no una solución. Estamos atendiendo los síntomas de una enfermedad que nadie parece querer o saber cómo curar.
Entonces, más allá de aplaudir que los protocolos funcionen, la pregunta que me queda dando vueltas es más jodida. ¿Qué estamos haciendo para que no haya que activarlos? ¿De qué nos sirve tener el procedimiento perfecto para encerrarnos si afuera la ley de la selva se está comiendo a nuestros güilas? Me encantaría leerlos, porque de verdad, a veces el panorama se ve muy salado. Más allá de la noticia y del protocolo, ¿cómo carajos salimos de este hueco?
Y aquí es donde la cosa se pone más densa. El MEP salió casi de inmediato a decir que el protocolo se aplicó "de forma exitosa". Y uno los lee y, por un lado, dice: "diay, por lo menos están preparados para algo así". Pero por otro lado, maes... ¡qué torta que tengamos que celebrar que un colegio sepa cómo reaccionar a una balacera en la puerta! El éxito no es que los niños sepan esconderse debajo del pupitre. El éxito sería que no tuvieran que hacerlo nunca. La ironía es brutal: dentro del cole, un procedimiento de primer mundo para una realidad del tercer mundo que nos está comiendo vivos justo en la acera de afuera.
Luego están los detalles que lo complican todo. El OIJ está en la investigación, pero de momento lo que se sabe es que el muchacho que falleció no era estudiante de ese centro educativo y ni siquiera andaba identificación. Catorce años. Uno se pregunta qué hacía ahí, en qué andaba metido, por qué le pasó eso. Es demasiado fácil caer en el prejuicio y empezar a especular, pero al final del día la única verdad es que un chiquillo que debería estar pensando en tareas, en el partido de la noche o en qué va a hacer el fin de semana, terminó tirado en la calle. Es un fracaso como sociedad, por donde se le vea.
Lo que más me agüeva es la normalización de esta vara. Hace unos años, una noticia así habría paralizado al país por una semana. Hoy, compite por nuestra atención con el último meme, el resultado de la mejenga o el próximo aguacero. Se siente como que esa idea de la "Suiza Centroamericana" tranquila y segura se nos fue al traste hace rato, y lo que queda es este sálvese quien pueda. La Fuerza Pública y la Municipal llegaron rápido, acordonaron la zona y todo lo que dice el manual, pero se siente como ponerle una curita a una herida de bala. Es una reacción, no una solución. Estamos atendiendo los síntomas de una enfermedad que nadie parece querer o saber cómo curar.
Entonces, más allá de aplaudir que los protocolos funcionen, la pregunta que me queda dando vueltas es más jodida. ¿Qué estamos haciendo para que no haya que activarlos? ¿De qué nos sirve tener el procedimiento perfecto para encerrarnos si afuera la ley de la selva se está comiendo a nuestros güilas? Me encantaría leerlos, porque de verdad, a veces el panorama se ve muy salado. Más allá de la noticia y del protocolo, ¿cómo carajos salimos de este hueco?