¡Ay, Dios mío! Aquí seguimos con los temas calentitos que dividen al país. Resulta que el diputado Fabricio Alvarado, ese que siempre anda buscando cómo volver a llegar al palco, ahora quiere que estemos estudiando la Biblia en las escuelas. Sí, así como lo oyes, el man este propone reformarle a la Ley Fundamental de Educación para meterle cositas bíblicas a lo que leímos los chinos.
El proyecto, que lleva por nombre expediento 25.274, básicamente busca que la Biblia sea considerada una “fuente de valores” en la educación costarricense. Según él, esto garantiza la libertad religiosa, pero a ver, ¿quién me explica eso? Porque suena bastante a querer imponer una creencia particular, aunque digan que no obligarán a nadie a participar. ¡Qué vara!
El diputado, pa’ justificar su brete, dice que ya estamos todos pegados al celular y que qué mejor que combinar el aprendizaje tecnológico con un “manual de vida” como la Biblia. Claro, porque un libro escrito hace miles de años es exactamente lo que necesitamos para prepararnos para el siglo XXI. ¿En serio, mae? A veces pienso que algunos diputados vivimos en otra galaxia, lejos de la realidad del pueblo tico.
Y ojo, que el man ya va por tercera ocasión aspirando a la presidencia. Parece que tiene claro su estrategia: apelar a los sectores más conservadores del país. Ya sabemos cómo funciona el juego político, ¿verdad? Uno le da cuerda a los temas religiosos para movilizar a la gente y conseguir votos. ¡Qué jugada!
Ahora bien, dentro del proyecto, dicen que habrá una opción para aquellos que no quieran participar en estas lecturas bíblicas. Como si eso resolviera el problema. A ver, imagínate a un niño que se sienta diferente porque no quiere estudiar la Biblia. Se crea un ambiente de exclusión, de presión social. ¡Esto es más complicado de lo que parece!
Pero bueno, el proyecto todavía está dando sus primeros pasos en la Asamblea Legislativa. Todavía queda mucho camino por recorrer. Lo que sí es seguro es que este tema va a levantar polvareda y generar debates acalorados entre los diferentes actores políticos y sociales del país. Ya estamos viendo cómo se pone la gente nerviosa con tan solo mencionar la idea.
Algunos dirán que es una excelente iniciativa para fortalecer los valores morales y espirituales de los jóvenes. Otros argumentarán que viola el principio de laicidad del Estado y que atenta contra la libertad de conciencia. Y luego estarán los que dirán, como yo, que hay cosas más urgentes de resolver en el sistema educativo, como mejorar la calidad de la enseñanza, reducir la deserción escolar y garantizar que todos los niños tengan acceso a una educación digna. ¡Prioridades, señores!
De tantas vueltas, me pregunto: ¿Realmente creemos que meter la Biblia en las escuelas es la solución a los problemas de nuestra juventud? ¿O es simplemente otro intento de politización de la educación? Diganme, ¿qué piensan ustedes? ¿Apoyan o rechazan esta propuesta?
El proyecto, que lleva por nombre expediento 25.274, básicamente busca que la Biblia sea considerada una “fuente de valores” en la educación costarricense. Según él, esto garantiza la libertad religiosa, pero a ver, ¿quién me explica eso? Porque suena bastante a querer imponer una creencia particular, aunque digan que no obligarán a nadie a participar. ¡Qué vara!
El diputado, pa’ justificar su brete, dice que ya estamos todos pegados al celular y que qué mejor que combinar el aprendizaje tecnológico con un “manual de vida” como la Biblia. Claro, porque un libro escrito hace miles de años es exactamente lo que necesitamos para prepararnos para el siglo XXI. ¿En serio, mae? A veces pienso que algunos diputados vivimos en otra galaxia, lejos de la realidad del pueblo tico.
Y ojo, que el man ya va por tercera ocasión aspirando a la presidencia. Parece que tiene claro su estrategia: apelar a los sectores más conservadores del país. Ya sabemos cómo funciona el juego político, ¿verdad? Uno le da cuerda a los temas religiosos para movilizar a la gente y conseguir votos. ¡Qué jugada!
Ahora bien, dentro del proyecto, dicen que habrá una opción para aquellos que no quieran participar en estas lecturas bíblicas. Como si eso resolviera el problema. A ver, imagínate a un niño que se sienta diferente porque no quiere estudiar la Biblia. Se crea un ambiente de exclusión, de presión social. ¡Esto es más complicado de lo que parece!
Pero bueno, el proyecto todavía está dando sus primeros pasos en la Asamblea Legislativa. Todavía queda mucho camino por recorrer. Lo que sí es seguro es que este tema va a levantar polvareda y generar debates acalorados entre los diferentes actores políticos y sociales del país. Ya estamos viendo cómo se pone la gente nerviosa con tan solo mencionar la idea.
Algunos dirán que es una excelente iniciativa para fortalecer los valores morales y espirituales de los jóvenes. Otros argumentarán que viola el principio de laicidad del Estado y que atenta contra la libertad de conciencia. Y luego estarán los que dirán, como yo, que hay cosas más urgentes de resolver en el sistema educativo, como mejorar la calidad de la enseñanza, reducir la deserción escolar y garantizar que todos los niños tengan acceso a una educación digna. ¡Prioridades, señores!
De tantas vueltas, me pregunto: ¿Realmente creemos que meter la Biblia en las escuelas es la solución a los problemas de nuestra juventud? ¿O es simplemente otro intento de politización de la educación? Diganme, ¿qué piensan ustedes? ¿Apoyan o rechazan esta propuesta?
