Diay maes, ¿se acuerdan de ese dicho de que no hay que mezclar la amistad con los negocios? Parece que en la política tica esa línea es más borrosa que receta de doctor, y la última vara que lo demuestra es el “tour de la amistad” que se tienen montado el presi Rodrigo Chaves y la ahora candidata oficialista, Laura Fernández. La situación es simple: se los están topando en un montón de eventos públicos, se saludan, se abrazan, y todo queda registrado. Para ellos, es una simple muestra de una “linda amistad”. Para otros, huele a beligerancia política y ya hasta el Tribunal Supremo de Elecciones (TSE) tiene un amparo electoral que analizar.
Como era de esperarse, cuando le preguntaron al presidente por este asunto, no se anduvo por las ramas. Fiel a su estilo, Chaves mandó a “madurar” a la gente y soltó que pensar que un saludo es beligerancia política es algo que “solo en la mente de una persona muy estúpida podría construirse”. Su argumento es que doña Laura es una ciudadana más, que puede ir a eventos públicos si le da la gana. Además, recordó que tiene otros excolaboradores en la carrera presidencial, como Natalia Díaz, Luz Mary Alpízar o hasta Álvaro Ramos —a quien, por cierto, no perdió la oportunidad de recordarle que él mismo lo echó de la Caja—. Según Chaves, cualquiera de ellos podría saludarlo. Otra vara, advirtió, es que él les devuelva el saludo. ¡Qué nivel!
Por su lado, Laura Fernández maneja un discurso similar. Dice que ella es una ciudadana como cualquier otra, que se entera de las giras por redes sociales y decide asistir porque le interesa el desarrollo del país. Niega de cabo a rabo que se estén usando fondos públicos para su campaña y defiende su relación con Chaves como una “excelente relación profesional y una amistad muy linda”. Asegura que por eso se saludan y se seguirán saludando “donde sea”. La vara es que las “coincidencias” ya son varias y en lugares bien distintos: desde Playas del Coco en Guanacaste, pasando por una feria del IMAS en la Antigua Aduana, hasta en las afueras del Congreso y, más recientemente, con abrazo incluido en el Grand Gala Parade de Limón. La frecuencia es lo que levanta cejas.
Aquí es donde la puerca tuerce el rabo, porque más allá de si son compas o no, el meollo del asunto es la percepción y la delgada línea de la legalidad electoral. La ley prohíbe a los funcionarios públicos participar en actividades político-electorales y usar recursos del Estado para favorecer a un partido o candidato. Aunque Chaves y Fernández insistan en que son encuentros casuales, el hecho de que ocurran en eventos oficiales, donde el Presidente es la figura central y tiene toda la plataforma mediática del gobierno, es lo que genera todo este despiche. Una cosa es un saludo en el súper, y otra muy distinta es que en un acto oficial el animador pida que la candidata se ponga de pie para que todos la vean, como pasó en Guanacaste.
Al final, la pelota está en la cancha del TSE, que tendrá que decidir si estos encuentros son simples gestos de cordialidad entre excompañeros de brete o si, por el contrario, constituyen una forma solapada de hacer campaña utilizando la investidura presidencial. Es un debate complejo, porque pone a prueba los límites de la ley electoral frente a la astucia política. Mientras tanto, la estrategia parece clara: seguirán apareciendo juntos, defendiendo su amistad y dejando que la gente saque sus propias conclusiones. La pregunta del millón es si esta cercanía le suma votos a Fernández o si, más bien, le podría terminar costando una torta legal que complique sus aspiraciones.
Y ahora, abro el debate para el foro: ¿Ustedes qué creen, maes? ¿Es pura paranoia de la oposición y ganas de armar bronca por un simple saludo entre amigos? ¿O de verdad Chaves y Fernández se están pasando de listos y usando la plataforma presidencial para darle un empujón a la campaña? ¿Dónde se debería pintar la raya para que no se confunda la amistad con la beligerancia política?
Como era de esperarse, cuando le preguntaron al presidente por este asunto, no se anduvo por las ramas. Fiel a su estilo, Chaves mandó a “madurar” a la gente y soltó que pensar que un saludo es beligerancia política es algo que “solo en la mente de una persona muy estúpida podría construirse”. Su argumento es que doña Laura es una ciudadana más, que puede ir a eventos públicos si le da la gana. Además, recordó que tiene otros excolaboradores en la carrera presidencial, como Natalia Díaz, Luz Mary Alpízar o hasta Álvaro Ramos —a quien, por cierto, no perdió la oportunidad de recordarle que él mismo lo echó de la Caja—. Según Chaves, cualquiera de ellos podría saludarlo. Otra vara, advirtió, es que él les devuelva el saludo. ¡Qué nivel!
Por su lado, Laura Fernández maneja un discurso similar. Dice que ella es una ciudadana como cualquier otra, que se entera de las giras por redes sociales y decide asistir porque le interesa el desarrollo del país. Niega de cabo a rabo que se estén usando fondos públicos para su campaña y defiende su relación con Chaves como una “excelente relación profesional y una amistad muy linda”. Asegura que por eso se saludan y se seguirán saludando “donde sea”. La vara es que las “coincidencias” ya son varias y en lugares bien distintos: desde Playas del Coco en Guanacaste, pasando por una feria del IMAS en la Antigua Aduana, hasta en las afueras del Congreso y, más recientemente, con abrazo incluido en el Grand Gala Parade de Limón. La frecuencia es lo que levanta cejas.
Aquí es donde la puerca tuerce el rabo, porque más allá de si son compas o no, el meollo del asunto es la percepción y la delgada línea de la legalidad electoral. La ley prohíbe a los funcionarios públicos participar en actividades político-electorales y usar recursos del Estado para favorecer a un partido o candidato. Aunque Chaves y Fernández insistan en que son encuentros casuales, el hecho de que ocurran en eventos oficiales, donde el Presidente es la figura central y tiene toda la plataforma mediática del gobierno, es lo que genera todo este despiche. Una cosa es un saludo en el súper, y otra muy distinta es que en un acto oficial el animador pida que la candidata se ponga de pie para que todos la vean, como pasó en Guanacaste.
Al final, la pelota está en la cancha del TSE, que tendrá que decidir si estos encuentros son simples gestos de cordialidad entre excompañeros de brete o si, por el contrario, constituyen una forma solapada de hacer campaña utilizando la investidura presidencial. Es un debate complejo, porque pone a prueba los límites de la ley electoral frente a la astucia política. Mientras tanto, la estrategia parece clara: seguirán apareciendo juntos, defendiendo su amistad y dejando que la gente saque sus propias conclusiones. La pregunta del millón es si esta cercanía le suma votos a Fernández o si, más bien, le podría terminar costando una torta legal que complique sus aspiraciones.
Y ahora, abro el debate para el foro: ¿Ustedes qué creen, maes? ¿Es pura paranoia de la oposición y ganas de armar bronca por un simple saludo entre amigos? ¿O de verdad Chaves y Fernández se están pasando de listos y usando la plataforma presidencial para darle un empujón a la campaña? ¿Dónde se debería pintar la raya para que no se confunda la amistad con la beligerancia política?