¡Ay, Dios mío! La cosa está que quema, mi gente. Resulta que nuestros arroceros están echándose unas cuantas reflexiones serias sobre la posibilidad de traer arroz barato desde Asia. Conarroz, la organización que representa a estos luchadores del campo, ha soltado la bomba: podríamos estar metiéndonos en un brete gordo si no andamos ojo avizor.
Todo empezó porque parece que, con la poca cosecha que hemos tenido este año –y eso ya nos tenía agarrados de los pelos– algunos importadores le están dando vueltas a buscar alternativas más económicas. Ya saben, Vietnam, Tailandia, Bangladés… países donde el arroz sale a precio de banana. El problema es que, detrás de esa aparente ganga, hay una maraña de problemas que podrían hacerle tremendo daño a nuestra agricultura local, ¿me entienden?
Y no me vengan con cuento de que “el mercado se regula solito”. Conarroz nos explica clarito que esto ya le ha pasado a Europa, y les salió rana. Ahí, al abrirle la puerta al arroz asiático, los agricultores locales no pudieron ni pestañear frente a esos precios bajísimos. Se fueron al traste, ¿captan? Imaginen a Don Juan, el vecino que planta arroz desde siempre, teniendo que cerrar su finca porque no le alcanza a competir…
Pero no solo es la cuestión económica. Aquí también entra la salud, mi pana. Parece increíble, pero algunos estudios han demostrado que el arroz de algunas regiones de Asia viene con niveles peligrosos de arsénico. ¡Imagínese eso! Un grano de arroz que te enferma. No quiero ni pensar en qué pasaría si empezáramos a consumir arroz contaminado a gran escala. ¡Sería un desastre!
Y para colmo, existe el riesgo de que nos traigan plagas que pueden acabar con toda la producción. Hablando de plagas, mencionan al gorgojo Khapra, una cosa que devora el grano a una velocidad impresionante. Si eso llegara a meterse en nuestras plantaciones, sería una catástrofe agrícola sin precedentes. Ni el gallito pío podría salvarnos, ¡qué sal!
Conarroz no se queda de brazos cruzados. Están empujando con todo para que aprueben el Fonarroz, un fondo que ayudaría a los agricultores a modernizarse, a seguir produciendo arroz de calidad y a protegerse de estas importaciones baratas que nos quieren tumbar. Este fondo, si sale adelante, podría ser nuestro salvavidas para mantener la soberanía alimentaria y evitar que nos vayamos al traste como pasó en Europa.
Ahora bien, recordemos que todo esto va de la mano con la llamada “Ruta del Arroz”, esa iniciativa del Presidente Chaves que muchos consideran que ha debilitado a nuestros productores. La idea era bajar los aranceles para abaratar el precio del arroz, pero parece que estamos pagando caro por eso. ¡Qué carga! A veces pienso que los políticos no tienen ni idea de lo que significa trabajar la tierra día tras día.
En fin, la pelota está en nuestro tejado, mi gente. Tenemos que apoyar a nuestros arroceros, exigir medidas que protejan la producción nacional y asegurarnos de que el arroz que llega a nuestras mesas sea seguro, saludable y producido con dignidad. Pero díganme, ¿creen que realmente vale la pena arriesgar nuestra agricultura tradicional por unos cuantos pesos ahorrados en el súper? ¿Deberíamos priorizar la comida segura y local, aunque sea un poquito más cara, o ceder ante la tentación del arroz barato, aunque eso signifique poner en peligro nuestra salud y nuestro sustento?
Todo empezó porque parece que, con la poca cosecha que hemos tenido este año –y eso ya nos tenía agarrados de los pelos– algunos importadores le están dando vueltas a buscar alternativas más económicas. Ya saben, Vietnam, Tailandia, Bangladés… países donde el arroz sale a precio de banana. El problema es que, detrás de esa aparente ganga, hay una maraña de problemas que podrían hacerle tremendo daño a nuestra agricultura local, ¿me entienden?
Y no me vengan con cuento de que “el mercado se regula solito”. Conarroz nos explica clarito que esto ya le ha pasado a Europa, y les salió rana. Ahí, al abrirle la puerta al arroz asiático, los agricultores locales no pudieron ni pestañear frente a esos precios bajísimos. Se fueron al traste, ¿captan? Imaginen a Don Juan, el vecino que planta arroz desde siempre, teniendo que cerrar su finca porque no le alcanza a competir…
Pero no solo es la cuestión económica. Aquí también entra la salud, mi pana. Parece increíble, pero algunos estudios han demostrado que el arroz de algunas regiones de Asia viene con niveles peligrosos de arsénico. ¡Imagínese eso! Un grano de arroz que te enferma. No quiero ni pensar en qué pasaría si empezáramos a consumir arroz contaminado a gran escala. ¡Sería un desastre!
Y para colmo, existe el riesgo de que nos traigan plagas que pueden acabar con toda la producción. Hablando de plagas, mencionan al gorgojo Khapra, una cosa que devora el grano a una velocidad impresionante. Si eso llegara a meterse en nuestras plantaciones, sería una catástrofe agrícola sin precedentes. Ni el gallito pío podría salvarnos, ¡qué sal!
Conarroz no se queda de brazos cruzados. Están empujando con todo para que aprueben el Fonarroz, un fondo que ayudaría a los agricultores a modernizarse, a seguir produciendo arroz de calidad y a protegerse de estas importaciones baratas que nos quieren tumbar. Este fondo, si sale adelante, podría ser nuestro salvavidas para mantener la soberanía alimentaria y evitar que nos vayamos al traste como pasó en Europa.
Ahora bien, recordemos que todo esto va de la mano con la llamada “Ruta del Arroz”, esa iniciativa del Presidente Chaves que muchos consideran que ha debilitado a nuestros productores. La idea era bajar los aranceles para abaratar el precio del arroz, pero parece que estamos pagando caro por eso. ¡Qué carga! A veces pienso que los políticos no tienen ni idea de lo que significa trabajar la tierra día tras día.
En fin, la pelota está en nuestro tejado, mi gente. Tenemos que apoyar a nuestros arroceros, exigir medidas que protejan la producción nacional y asegurarnos de que el arroz que llega a nuestras mesas sea seguro, saludable y producido con dignidad. Pero díganme, ¿creen que realmente vale la pena arriesgar nuestra agricultura tradicional por unos cuantos pesos ahorrados en el súper? ¿Deberíamos priorizar la comida segura y local, aunque sea un poquito más cara, o ceder ante la tentación del arroz barato, aunque eso signifique poner en peligro nuestra salud y nuestro sustento?