¡Ay, Dios mío! Quién lo diría, después de más de dos décadas, dos señoras lograron que el Banco Nacional rinda cuentas por unas prácticas que parecían sacadas de una novela. Resulta que doña Luisa y doña Marta, dos mamás trabajadoras, cayeron en un brete con unos préstamos hipotecarios en UDES que terminaron siendo una verdadera torta.
La historia arranca allá por el 2004, cuando, ilusionadas con tener su casa propia, contrataron un crédito hipotecario con el BN. Las UDES, esas unidades de desarrollo que son medio confusas para empezar, prometían una inversión segura, pero resultaron ser un gallinazo financiero. Nadie les explicó bien cómo funcionaban, qué pasaba si el país se movía económicamente, y claro, ahí entró el problema.
Lo que pasó, queridos lectores, es que el saldo de sus créditos empezó a crecer, ¡y eso que estaban pagando religiosamente! Con el pasar de los años, la inflación y la devaluación jugaron en su contra, aumentando el monto original del préstamo. Doña Luisa y doña Marta, con el sudor de su frente, seguían metiendo plata, pero la deuda parecía no disminuir, sino engordar más y más.
Y pa’ rematar, cuando ya habían cancelado todo el crédito, ¡le dijeron que tenían un saldo pendiente! El banco las reportó a la SUGEF como morosas, arruinando su historial crediticio y poniéndoles trabas para conseguir nuevos créditos. Imagínense la frustración, la rabia… ¡qué sal!
Después de una larga lucha legal, llena de idas y venidas al Tribunal Contencioso, finalmente, la justicia prevaleció. El juez determinó que el Banco Nacional había incumplido su deber de informar adecuadamente a las señoras, que las cláusulas de las UDES eran abusivas e incluso nulas. ¡Una victoria importantísima para todos los consumidores!
Ahora, el Banco Nacional tendrá que devolverles todas las sumas pagadas en exceso, cubrir los costos de los cobros judiciales, limpiar su historial crediticio en la SUGEF, levantar la hipoteca de su propiedad en Cartago y, para colmo, ¡pagarles un millón de colones por daño moral! Imaginen la satisfacción de estas dos luchadoras, después de tantos años peleando por sus derechos.
El fallo judicial establece que el banco no pudo probar que había explicado correctamente a las actrices los riesgos asociados al uso de las UDES, ni cómo el valor de estas fluctuaba con el IPC. Según el Tribunal, simplemente poner “UDEs” en la escritura no es suficiente; hay que explicarlo todo con claridad, maela. De hecho, la decisión del Tribunal incluye una cita clave de la Sala Primera de la Corte Suprema, recordándonos que informar que un crédito se expresa en UDES no es suficiente para que el consumidor comprenda cómo las variaciones económicas pueden afectar el saldo.
Es una lección importante para todos nosotros: debemos estar muy atentos a lo que firmamos, leer toda la letra pequeña y, si tenemos dudas, ¡preguntar! Pero también es una señal de que la justicia, aunque tarde, llega. Ahora me pregunto, ¿creen ustedes que este caso abrirá la puerta a otras demandas similares contra entidades financieras por malas prácticas informativas?
La historia arranca allá por el 2004, cuando, ilusionadas con tener su casa propia, contrataron un crédito hipotecario con el BN. Las UDES, esas unidades de desarrollo que son medio confusas para empezar, prometían una inversión segura, pero resultaron ser un gallinazo financiero. Nadie les explicó bien cómo funcionaban, qué pasaba si el país se movía económicamente, y claro, ahí entró el problema.
Lo que pasó, queridos lectores, es que el saldo de sus créditos empezó a crecer, ¡y eso que estaban pagando religiosamente! Con el pasar de los años, la inflación y la devaluación jugaron en su contra, aumentando el monto original del préstamo. Doña Luisa y doña Marta, con el sudor de su frente, seguían metiendo plata, pero la deuda parecía no disminuir, sino engordar más y más.
Y pa’ rematar, cuando ya habían cancelado todo el crédito, ¡le dijeron que tenían un saldo pendiente! El banco las reportó a la SUGEF como morosas, arruinando su historial crediticio y poniéndoles trabas para conseguir nuevos créditos. Imagínense la frustración, la rabia… ¡qué sal!
Después de una larga lucha legal, llena de idas y venidas al Tribunal Contencioso, finalmente, la justicia prevaleció. El juez determinó que el Banco Nacional había incumplido su deber de informar adecuadamente a las señoras, que las cláusulas de las UDES eran abusivas e incluso nulas. ¡Una victoria importantísima para todos los consumidores!
Ahora, el Banco Nacional tendrá que devolverles todas las sumas pagadas en exceso, cubrir los costos de los cobros judiciales, limpiar su historial crediticio en la SUGEF, levantar la hipoteca de su propiedad en Cartago y, para colmo, ¡pagarles un millón de colones por daño moral! Imaginen la satisfacción de estas dos luchadoras, después de tantos años peleando por sus derechos.
El fallo judicial establece que el banco no pudo probar que había explicado correctamente a las actrices los riesgos asociados al uso de las UDES, ni cómo el valor de estas fluctuaba con el IPC. Según el Tribunal, simplemente poner “UDEs” en la escritura no es suficiente; hay que explicarlo todo con claridad, maela. De hecho, la decisión del Tribunal incluye una cita clave de la Sala Primera de la Corte Suprema, recordándonos que informar que un crédito se expresa en UDES no es suficiente para que el consumidor comprenda cómo las variaciones económicas pueden afectar el saldo.
Es una lección importante para todos nosotros: debemos estar muy atentos a lo que firmamos, leer toda la letra pequeña y, si tenemos dudas, ¡preguntar! Pero también es una señal de que la justicia, aunque tarde, llega. Ahora me pregunto, ¿creen ustedes que este caso abrirá la puerta a otras demandas similares contra entidades financieras por malas prácticas informativas?