Bueno, pues gente, parece que el Índice de Competitividad Nacional (ICN) nos dio una pequeña alegría este año, pero ojo que no nos hagamos ilusiones porque la cosa sigue más turbia que un café frío en Bagaces. Después de cinco años de andar regodeándonos en notas bajas, este año subimos poquito, pero recalco, POQUITITO, de 54.5 a 56.2 puntitos. Digamos que nos acercamos un peldaño, pero todavía estamos lejos del terreno donde podríamos decir que vamos a la grande.
La verdad, la historia es siempre la misma. Desde 2021, el país no logra despegar realmente en cuanto a competitividad. Tenemos una nota bastante floja, rondando los 56 puntos en una escala de 0 a 100, lo cual significa que todavía leeeeejos de ese desempeño “medio” que andamos buscando. Subimos un poco este año, sí, pero la impresión general es que seguimos dando vueltas en círculos, como un pato mareado tratando de encontrarle la vuelta al estanque.
Y ahora, hablemos claro. Lo único que realmente nos ha mantenido a flote estos últimos años ha sido el tema de las telecomunicaciones. ¡Qué carga de bendición tener internet decente!, porque eso ha movido la aguja del ICN casi un 60%. Se agradece mucho el esfuerzo que le hemos dado a la infraestructura digital, producto de la apertura del mercado en 2008, pero esto no es suficiente, ¿me entienden?
Porque mientras anda bien la onda con el internet, otras cosas van pa’ abajo. Las instituciones, por ejemplo, están que dan pena. Cayeron 13.6 puntos en seguridad entre 2021 y 2025. ¡Doce puntos! Eso es un trompo, maé. Además, la atención médica tampoco anda muy bien, con un aumento preocupante en la mortalidad infantil. Ahora tenemos más cantones con números rojos en ese aspecto, lo que da que pensar seriamente sobre cómo andamos gestionando los temas públicos.
En la parte educativa, la cosa es complicada también. Sí, es cierto que más jóvenes tienen secundaria completa, especialmente fuera de la GAM, lo cual es una gran señal, un ¡qué chiva! Por fin vemos que se abren caminos, pero aún así, hay muchísimos jóvenes que no terminan el colegio, especialmente en zonas rurales y fronterizas. Siete de cada diez jóvenes en esos lugares rezagados no están recibiendo la educación que necesitan, y eso es una brecha enorme que necesitamos tapar ya.
Y qué decir de la educación técnica… Avanzamos en cuántos van a estudiar carreras técnicas, pero sigues viendo que somos unos raritos en el tema de las profesiones relacionadas con tecnología. Por cada diez hombres que cursan carreras de IT, apenas hay seis mujeres. ¡Qué nivel de prejuicio todavía tenemos! Necesitamos romper ese techo de cristal y animar a las chicas a meterse en esas áreas, porque ahí está el futuro, diay.
Lo que me preocupa, y creo que a muchos de ustedes también, es que este pequeño repunte de 2025 no significa ningún cambio estructural profundo. Según el estudio, es simplemente una “recuperación estadística”, influenciada principalmente por las TIC. No estamos transformando el país, estamos haciendo ajustes superficiales. El puntaje global sigue siendo bajo, apenas por encima de la mitad de la escala. Esto demuestra que necesitamos cambios más profundos y ambiciosos, no solo parches temporales.
Al final del día, lo importante es entender que la competitividad no es un juego de números, sino una cuestión de mejorar la calidad de vida de todos los costarricenses. Invertir en educación, fortalecer nuestras instituciones, impulsar la innovación y reducir las desigualdades territoriales. En fin, trabajar duro y dejar de irnos al traste. Entonces, dime, ¿crees que estamos haciendo lo suficiente para construir una Costa Rica más competitiva y justa para todos, o nos conformaremos con estas pequeñas alegrías estadísticas sin llegar a cambiar realmente la vara?
La verdad, la historia es siempre la misma. Desde 2021, el país no logra despegar realmente en cuanto a competitividad. Tenemos una nota bastante floja, rondando los 56 puntos en una escala de 0 a 100, lo cual significa que todavía leeeeejos de ese desempeño “medio” que andamos buscando. Subimos un poco este año, sí, pero la impresión general es que seguimos dando vueltas en círculos, como un pato mareado tratando de encontrarle la vuelta al estanque.
Y ahora, hablemos claro. Lo único que realmente nos ha mantenido a flote estos últimos años ha sido el tema de las telecomunicaciones. ¡Qué carga de bendición tener internet decente!, porque eso ha movido la aguja del ICN casi un 60%. Se agradece mucho el esfuerzo que le hemos dado a la infraestructura digital, producto de la apertura del mercado en 2008, pero esto no es suficiente, ¿me entienden?
Porque mientras anda bien la onda con el internet, otras cosas van pa’ abajo. Las instituciones, por ejemplo, están que dan pena. Cayeron 13.6 puntos en seguridad entre 2021 y 2025. ¡Doce puntos! Eso es un trompo, maé. Además, la atención médica tampoco anda muy bien, con un aumento preocupante en la mortalidad infantil. Ahora tenemos más cantones con números rojos en ese aspecto, lo que da que pensar seriamente sobre cómo andamos gestionando los temas públicos.
En la parte educativa, la cosa es complicada también. Sí, es cierto que más jóvenes tienen secundaria completa, especialmente fuera de la GAM, lo cual es una gran señal, un ¡qué chiva! Por fin vemos que se abren caminos, pero aún así, hay muchísimos jóvenes que no terminan el colegio, especialmente en zonas rurales y fronterizas. Siete de cada diez jóvenes en esos lugares rezagados no están recibiendo la educación que necesitan, y eso es una brecha enorme que necesitamos tapar ya.
Y qué decir de la educación técnica… Avanzamos en cuántos van a estudiar carreras técnicas, pero sigues viendo que somos unos raritos en el tema de las profesiones relacionadas con tecnología. Por cada diez hombres que cursan carreras de IT, apenas hay seis mujeres. ¡Qué nivel de prejuicio todavía tenemos! Necesitamos romper ese techo de cristal y animar a las chicas a meterse en esas áreas, porque ahí está el futuro, diay.
Lo que me preocupa, y creo que a muchos de ustedes también, es que este pequeño repunte de 2025 no significa ningún cambio estructural profundo. Según el estudio, es simplemente una “recuperación estadística”, influenciada principalmente por las TIC. No estamos transformando el país, estamos haciendo ajustes superficiales. El puntaje global sigue siendo bajo, apenas por encima de la mitad de la escala. Esto demuestra que necesitamos cambios más profundos y ambiciosos, no solo parches temporales.
Al final del día, lo importante es entender que la competitividad no es un juego de números, sino una cuestión de mejorar la calidad de vida de todos los costarricenses. Invertir en educación, fortalecer nuestras instituciones, impulsar la innovación y reducir las desigualdades territoriales. En fin, trabajar duro y dejar de irnos al traste. Entonces, dime, ¿crees que estamos haciendo lo suficiente para construir una Costa Rica más competitiva y justa para todos, o nos conformaremos con estas pequeñas alegrías estadísticas sin llegar a cambiar realmente la vara?
