¡Ay, Dios mío! Aquí seguimos, con la gotera que nunca cesa. Este domingo amanecimos con la cruda realidad de otra tragedia en Alajuelita: una pareja de adultos mayores, Don Bonilla y Doña Molina, encontrados sin vida en su propia casa. Qué manera de irse, señores... Con 80 años él y 65 ella, viviendo tranquilos, lejos del ruido de la ciudad, y esto les toca. No hay palabras, diay.
El OIJ, como siempre, confirmando datos fríos: heridas de arma blanca, investigación abierta. Pero las cifras, esas hablan claro. Estamos hablando de un año negro, mi gente. Un 2025 que parece no tener final, lleno de violencia y, lo peor de todo, de una sensación de impotencia generalizada. Ya vamos por casi 762 asesinatos a nivel nacional, contando solamente hasta el viernes pasado, antes de que llegaran los del finde. ¡Una locura!
Y ni hablar de las víctimas colaterales, esos inocentes que caen en el fuego cruzado. 64 personas, simplemente en el lugar y momento equivocados, perdiendo la vida por cosas que ni siquiera sabían que existían. 50 hombres y 14 mujeres, vidas truncadas que dejan un vacío inmenso en sus familias y comunidades. Uno se queda pensando, ¿cuándo va a parar esta pesadilla?
Pero ahí está la clave, ¿eh? No es solo que haya más muertes, sino cómo están ocurriendo. El 65% de estos homicidios, prácticamente dos tercios, son ajustes de cuentas entre bandas criminales. Narcotráfico, control de territorios… la misma vieja historia, pero con consecuencias cada vez más graves. Parece que nos estamos convirtiendo en un patio trasero de organizaciones internacionales, y eso, mis queridos lectores, no es ninguna broma.
San José lidera tristemente el escalofriante ascenso. 260 homicidios en la capital este año, contra 205 el año pasado. ¡Un aumento considerable! Aunque Guanacaste tampoco se queda atrás, con sus 68 asesinatos. Lo que sí sorprende, aunque no debería, es Limón. Históricamente un foco rojo, ahora ha logrado disminuir ligeramente los números, registrando 155 homicidios, tres menos que el año anterior. No obstante, tres menos no borran la realidad: Limón sigue siendo un problema grave.
Y mientras tanto, ¿qué hacemos nosotros, la población común? Nos agachamos, nos escondemos, vivimos con miedo. ¿Hasta cuándo vamos a tolerar esta situación? El gobierno dice estar haciendo esfuerzos, pero a simple vista, parece que no son suficientes. Más policías no basta si no se combate la corrupción interna y las causas profundas de la violencia: pobreza, desigualdad, falta de oportunidades. Esto es un brete que requiere soluciones integrales, no parches.
La verdad es que la situación se pone cada día más crítica. Los jóvenes, especialmente, ven en el narcotráfico una vía rápida para salir adelante, sin comprender las terribles consecuencias que conlleva. Las familias sufren, las comunidades se desmoronan, y la confianza en las instituciones se erosiona. Necesitamos un cambio radical, una movilización social que exija resultados, un compromiso firme de todos los actores políticos y sociales para construir un país más seguro y justo. ¿Será que hemos perdido la batalla?
Con todo esto que hemos hablado, me pregunto: ¿Cuál cree usted es la solución más efectiva para frenar esta ola de violencia que azota a nuestro país? ¿Es más importante invertir en seguridad pública, fortalecer la educación y programas sociales, o atacar directamente a las estructuras criminales? Deje su opinión abajo y partamos el debate.
El OIJ, como siempre, confirmando datos fríos: heridas de arma blanca, investigación abierta. Pero las cifras, esas hablan claro. Estamos hablando de un año negro, mi gente. Un 2025 que parece no tener final, lleno de violencia y, lo peor de todo, de una sensación de impotencia generalizada. Ya vamos por casi 762 asesinatos a nivel nacional, contando solamente hasta el viernes pasado, antes de que llegaran los del finde. ¡Una locura!
Y ni hablar de las víctimas colaterales, esos inocentes que caen en el fuego cruzado. 64 personas, simplemente en el lugar y momento equivocados, perdiendo la vida por cosas que ni siquiera sabían que existían. 50 hombres y 14 mujeres, vidas truncadas que dejan un vacío inmenso en sus familias y comunidades. Uno se queda pensando, ¿cuándo va a parar esta pesadilla?
Pero ahí está la clave, ¿eh? No es solo que haya más muertes, sino cómo están ocurriendo. El 65% de estos homicidios, prácticamente dos tercios, son ajustes de cuentas entre bandas criminales. Narcotráfico, control de territorios… la misma vieja historia, pero con consecuencias cada vez más graves. Parece que nos estamos convirtiendo en un patio trasero de organizaciones internacionales, y eso, mis queridos lectores, no es ninguna broma.
San José lidera tristemente el escalofriante ascenso. 260 homicidios en la capital este año, contra 205 el año pasado. ¡Un aumento considerable! Aunque Guanacaste tampoco se queda atrás, con sus 68 asesinatos. Lo que sí sorprende, aunque no debería, es Limón. Históricamente un foco rojo, ahora ha logrado disminuir ligeramente los números, registrando 155 homicidios, tres menos que el año anterior. No obstante, tres menos no borran la realidad: Limón sigue siendo un problema grave.
Y mientras tanto, ¿qué hacemos nosotros, la población común? Nos agachamos, nos escondemos, vivimos con miedo. ¿Hasta cuándo vamos a tolerar esta situación? El gobierno dice estar haciendo esfuerzos, pero a simple vista, parece que no son suficientes. Más policías no basta si no se combate la corrupción interna y las causas profundas de la violencia: pobreza, desigualdad, falta de oportunidades. Esto es un brete que requiere soluciones integrales, no parches.
La verdad es que la situación se pone cada día más crítica. Los jóvenes, especialmente, ven en el narcotráfico una vía rápida para salir adelante, sin comprender las terribles consecuencias que conlleva. Las familias sufren, las comunidades se desmoronan, y la confianza en las instituciones se erosiona. Necesitamos un cambio radical, una movilización social que exija resultados, un compromiso firme de todos los actores políticos y sociales para construir un país más seguro y justo. ¿Será que hemos perdido la batalla?
Con todo esto que hemos hablado, me pregunto: ¿Cuál cree usted es la solución más efectiva para frenar esta ola de violencia que azota a nuestro país? ¿Es más importante invertir en seguridad pública, fortalecer la educación y programas sociales, o atacar directamente a las estructuras criminales? Deje su opinión abajo y partamos el debate.