¡Ay, Dios mío! La cosa está más que fea aquí en Costa Rica. Resulta que la diputada Montserrat Ruiz soltó la bomba en el Foro Legislativo, y vaya que dio que hablar. Acusa al gobierno de estar actuando como si quisieran tener su propio ejército, ¡pero sin los soldados! En lugar de eso, parece que están armando un “ejército interno” con políticas públicas que van directamente encaminadas a hacerle la vida imposible a la juventud, y ni me hablo de la educación.
Ruiz sacudió la gallina cuando recordó el caos del 1 de diciembre, allá en Cuesta de Moras. No se guardó nada, diciendo que esto ya no es cosa de política, sino de cómo estamos viendo hundirse nuestro país. Remarcó que la forma en que el gobierno utiliza la Fuerza Pública y la retórica oficial es preocupante; casi como si estuvieran tratando de silenciar cualquier voz disidente, especialmente estudiantes, campesinos, periodistas y la oposición. Parece que confunden la autoridad con el abuso, y quieren imponer sus ideas a punta de fuerza.
Pero lo que realmente puso a todos los pelos de punta fue la denuncia sobre lo que está pasando en nuestras escuelas y universidades. Imagínense, ¡amenazaron con un arma de fuego a alguien en la Universidad de Costa Rica para cambiar unos requisitos de posgrado! Eso ya es llegar demasiado lejos. Ruiz dijo que la UCR, que siempre ha sido un refugio de conocimiento y seguridad, se ha transformado en un campo minado, lleno de amenazas de tiroteos y bombazos, alimentado, según ella, por discursos llenos de odio que salen de las esferas más altas del gobierno. ¡Qué poca madre!
Y ahí entra otro punto crucial: la falta de oportunidades para los jóvenes. Becas cortadas, programas educativos desmantelados... parece que el Estado les está dando la espalda. ¿Cuál es la conclusión? Que muchos jóvenes, al no ver otra salida, terminan cayendo en las garras del crimen organizado. Ruiz lo expresó así: “Al no haber otra salida, pasan a las filas del sicariato y del crimen”. ¡Eso es duro decirlo, pero hay que enfrentarlo! Estamos sembrando la cosecha amarga de la inseguridad.
La diputada hizo un llamado directo a la población a despertar y no dejarse llevar por la polarización y el “continuismo”. Calificó la gestión actual como una muestra de “soberbia absoluta”, que nos está arrastrando a una espiral de violencia contra mujeres y niños. Dice que estamos viviendo la peor versión de Costa Rica que podríamos haber imaginado, y vaya que hemos visto cosas, ¿eh?
En las redes sociales, la polémica no se hizo esperar. Muchos coincidieron con Ruiz, criticando la falta de inversión en educación y el creciente autoritarismo del gobierno. Otros, más defensores del statu quo, acusaron a la diputada de exagerar y buscar réditos políticos. Pero la verdad es que la preocupación es generalizada. Todos estamos sintiendo el pulso del país acelerándose, y nadie sabe hacia dónde vamos a terminar.
Muchos recuerdan tiempos mejores, donde la educación era vista como la piedra angular del desarrollo nacional, y la juventud tenía acceso a oportunidades reales. Hoy, la realidad es diferente. La crisis económica, la pandemia y las decisiones políticas han dejado secuelas profundas. Ahora vemos cómo la frustración y la desesperanza se apoderan de nuestros jóvenes, quienes ven pocas opciones para construir un futuro digno.
Esta situación nos obliga a reflexionar seriamente sobre el rumbo que le estamos tomando al país. ¿Cómo podemos revertir esta tendencia y garantizar un futuro mejor para nuestra juventud? ¿Deberíamos exigir una auditoría exhaustiva de las políticas educativas actuales y reorientar los recursos hacia programas que promuevan la inclusión social y el desarrollo personal? ¡Dígame usted, qué piensa al respecto?
Ruiz sacudió la gallina cuando recordó el caos del 1 de diciembre, allá en Cuesta de Moras. No se guardó nada, diciendo que esto ya no es cosa de política, sino de cómo estamos viendo hundirse nuestro país. Remarcó que la forma en que el gobierno utiliza la Fuerza Pública y la retórica oficial es preocupante; casi como si estuvieran tratando de silenciar cualquier voz disidente, especialmente estudiantes, campesinos, periodistas y la oposición. Parece que confunden la autoridad con el abuso, y quieren imponer sus ideas a punta de fuerza.
Pero lo que realmente puso a todos los pelos de punta fue la denuncia sobre lo que está pasando en nuestras escuelas y universidades. Imagínense, ¡amenazaron con un arma de fuego a alguien en la Universidad de Costa Rica para cambiar unos requisitos de posgrado! Eso ya es llegar demasiado lejos. Ruiz dijo que la UCR, que siempre ha sido un refugio de conocimiento y seguridad, se ha transformado en un campo minado, lleno de amenazas de tiroteos y bombazos, alimentado, según ella, por discursos llenos de odio que salen de las esferas más altas del gobierno. ¡Qué poca madre!
Y ahí entra otro punto crucial: la falta de oportunidades para los jóvenes. Becas cortadas, programas educativos desmantelados... parece que el Estado les está dando la espalda. ¿Cuál es la conclusión? Que muchos jóvenes, al no ver otra salida, terminan cayendo en las garras del crimen organizado. Ruiz lo expresó así: “Al no haber otra salida, pasan a las filas del sicariato y del crimen”. ¡Eso es duro decirlo, pero hay que enfrentarlo! Estamos sembrando la cosecha amarga de la inseguridad.
La diputada hizo un llamado directo a la población a despertar y no dejarse llevar por la polarización y el “continuismo”. Calificó la gestión actual como una muestra de “soberbia absoluta”, que nos está arrastrando a una espiral de violencia contra mujeres y niños. Dice que estamos viviendo la peor versión de Costa Rica que podríamos haber imaginado, y vaya que hemos visto cosas, ¿eh?
En las redes sociales, la polémica no se hizo esperar. Muchos coincidieron con Ruiz, criticando la falta de inversión en educación y el creciente autoritarismo del gobierno. Otros, más defensores del statu quo, acusaron a la diputada de exagerar y buscar réditos políticos. Pero la verdad es que la preocupación es generalizada. Todos estamos sintiendo el pulso del país acelerándose, y nadie sabe hacia dónde vamos a terminar.
Muchos recuerdan tiempos mejores, donde la educación era vista como la piedra angular del desarrollo nacional, y la juventud tenía acceso a oportunidades reales. Hoy, la realidad es diferente. La crisis económica, la pandemia y las decisiones políticas han dejado secuelas profundas. Ahora vemos cómo la frustración y la desesperanza se apoderan de nuestros jóvenes, quienes ven pocas opciones para construir un futuro digno.
Esta situación nos obliga a reflexionar seriamente sobre el rumbo que le estamos tomando al país. ¿Cómo podemos revertir esta tendencia y garantizar un futuro mejor para nuestra juventud? ¿Deberíamos exigir una auditoría exhaustiva de las políticas educativas actuales y reorientar los recursos hacia programas que promuevan la inclusión social y el desarrollo personal? ¡Dígame usted, qué piensa al respecto?