Maes, en serio que a veces leer las noticias de Limón es para sentarse a llorar. La vara con la seguridad allá es un despiche monumental, y el último capítulo de esta novela de terror es casi una comedia negra. Resulta que los tres fulanos que el OIJ anda buscando como loco, los que ahora son los supuestos nuevos duros de la banda “La T”, hace un año eran poco más que los que mandaban a comprar el fresco. Pasaron de ser los peones del ajedrez a moverse como las torres, y todo gracias a que sus jefes terminaron en la sombra. ¡Qué rápido se sube la escalera corporativa en el bajo mundo!
Vamos a ponerle nombre a los ‘empleados del mes’: “Villo”, “Bajob” y Eddier Castro. Según la investigación del caso Tony’s Boys, que es de donde sale todo este arroz con mango, estos maes eran la definición de carne de cañón. Su brete era el de cualquier sicario novato: hacer mandados peligrosos, pulsearla como vendedores de droga en terminales y, por supuesto, apretar el gatillo cuando se los ordenaban. No eran estrategas, no eran líderes, eran simplemente los pistoleros a sueldo de Tony Peña Russell. Pero como en el crimen, igual que en la política, no hay silla vacía, la captura del gran jefe en junio del año pasado les abrió una puerta que ni ellos seguro vieron venir. Cayó Tony, cayeron sus hombres de confianza, y de repente, estos tres vieron el campito libre para montar su propio chante.
Y aquí es donde la vara se pone más densa. Ya sentados en la silla del jefe, empezaron a replicar el mismo modelo que los llevó a ellos a la acción. El informe judicial es clarísimo: ahora son ellos los que reclutan güilas para que hagan el trabajo sucio. El caso de los hermanos Doranth es el ejemplo perfecto. Los contrataron para una tarea que ellos mismos hacían antes: esconder las armas de la organización. Es un círculo vicioso que da miedo, mae. Los que ayer recibían órdenes, hoy las dan. Utilizan a los más nuevos como escudo, como una primera línea de defensa para que sean ellos los que se coman el broncón si la ley llega a tocar la puerta. Mientras tanto, los nuevos “jefes” se resguardan, mueven los hilos desde las sombras y evitan que la policía los sorprenda. Un plan casi de manual.
Lo más irónico, y hasta frustrante, es que casi se van al traste en el último megaoperativo del OIJ. Decenas de agentes entraron al barrio Atlántida con la misión de agarrarlos, pero ¡qué sal! los maes se les esfumaron. Es como la escena de una película de acción mal escrita. Uno de ellos, Abraham Joseph González, hasta se dio el lujo de, supuestamente, robarse un carro en plena fuga para facilitar su escape y el de sus compas. Imagínense la escena: el tipo, todo mojado, sale de la nada en media calle, baja a un pobre cristiano de su carro y se va como si nada. Mientras las autoridades despliegan un montón de recursos, estos tipos improvisan y les ganan la partida. Es para jalarse una torta, la verdad.
Al final, todo esto nos deja con una pregunta que quema. La captura de Tony Peña Russell fue vendida como la “captura del año”, un golpe maestro contra el crimen. Y sin duda lo fue. Pero un año después, la estructura no solo sigue viva, sino que tiene nuevos líderes que aprendieron del negocio desde abajo. Se descabeza una hidra y le crecen tres cabezas más, quizás menos experimentadas, pero igual de peligrosas. Diay, maes, aquí es donde les pregunto a ustedes en el foro: ¿realmente sirve de algo enfocarse solo en capturar a los líderes si la estructura que los crea sigue intacta y lista para ‘promover’ al siguiente en la fila? ¿O estamos atrapados en un ciclo que no tiene fin? ¡Los leo!
Vamos a ponerle nombre a los ‘empleados del mes’: “Villo”, “Bajob” y Eddier Castro. Según la investigación del caso Tony’s Boys, que es de donde sale todo este arroz con mango, estos maes eran la definición de carne de cañón. Su brete era el de cualquier sicario novato: hacer mandados peligrosos, pulsearla como vendedores de droga en terminales y, por supuesto, apretar el gatillo cuando se los ordenaban. No eran estrategas, no eran líderes, eran simplemente los pistoleros a sueldo de Tony Peña Russell. Pero como en el crimen, igual que en la política, no hay silla vacía, la captura del gran jefe en junio del año pasado les abrió una puerta que ni ellos seguro vieron venir. Cayó Tony, cayeron sus hombres de confianza, y de repente, estos tres vieron el campito libre para montar su propio chante.
Y aquí es donde la vara se pone más densa. Ya sentados en la silla del jefe, empezaron a replicar el mismo modelo que los llevó a ellos a la acción. El informe judicial es clarísimo: ahora son ellos los que reclutan güilas para que hagan el trabajo sucio. El caso de los hermanos Doranth es el ejemplo perfecto. Los contrataron para una tarea que ellos mismos hacían antes: esconder las armas de la organización. Es un círculo vicioso que da miedo, mae. Los que ayer recibían órdenes, hoy las dan. Utilizan a los más nuevos como escudo, como una primera línea de defensa para que sean ellos los que se coman el broncón si la ley llega a tocar la puerta. Mientras tanto, los nuevos “jefes” se resguardan, mueven los hilos desde las sombras y evitan que la policía los sorprenda. Un plan casi de manual.
Lo más irónico, y hasta frustrante, es que casi se van al traste en el último megaoperativo del OIJ. Decenas de agentes entraron al barrio Atlántida con la misión de agarrarlos, pero ¡qué sal! los maes se les esfumaron. Es como la escena de una película de acción mal escrita. Uno de ellos, Abraham Joseph González, hasta se dio el lujo de, supuestamente, robarse un carro en plena fuga para facilitar su escape y el de sus compas. Imagínense la escena: el tipo, todo mojado, sale de la nada en media calle, baja a un pobre cristiano de su carro y se va como si nada. Mientras las autoridades despliegan un montón de recursos, estos tipos improvisan y les ganan la partida. Es para jalarse una torta, la verdad.
Al final, todo esto nos deja con una pregunta que quema. La captura de Tony Peña Russell fue vendida como la “captura del año”, un golpe maestro contra el crimen. Y sin duda lo fue. Pero un año después, la estructura no solo sigue viva, sino que tiene nuevos líderes que aprendieron del negocio desde abajo. Se descabeza una hidra y le crecen tres cabezas más, quizás menos experimentadas, pero igual de peligrosas. Diay, maes, aquí es donde les pregunto a ustedes en el foro: ¿realmente sirve de algo enfocarse solo en capturar a los líderes si la estructura que los crea sigue intacta y lista para ‘promover’ al siguiente en la fila? ¿O estamos atrapados en un ciclo que no tiene fin? ¡Los leo!