Diay, maes, pónganle atención a esta vara porque el ambiente político se puso más tenso que cuerda de guitarra en concierto de rock. Resulta que don Rodrigo Arias, el presi de la Asamblea Legislativa, se fue de gira a Limón para una sesión solemne por el Día de la Persona Negra y la Cultura Afrocostarricense y, en medio del discurso, soltó una bombita que todavía está haciendo eco: le tiró durísimo al “populismo autoritario”. Y seamos honestos, cuando un político de ese calibre dice eso, no está hablando del clima, está mandando un telegrama con nombre y apellido directo a Casa Presidencial.
El contexto lo es todo. La Asamblea no estaba en Limón solo para la foto y el rice and beans. La provincia está que arde con la crisis de seguridad. La misma que el presidente Chaves, hace unas semanitas, dijo que “no es tan grave como la quieren poner”. ¡Qué torta esa frase! Mientras tanto, Arias llega y pinta un panorama completamente distinto, uno mucho más apegado a la realidad que vive la gente allá. Habló de sicarios, de niños asesinados mientras duermen y de una “economía del terror”. O sea, mientras en Zapote le bajan el tono, en Cuesta de Moras (simbólicamente desde Limón) le suben todo el volumen al problema. Es un choque de narrativas que deja al ciudadano en el medio, preguntándose a quién carajos creerle.
Aquí es donde la cosa se pone interesante. El filazo de Arias sobre el “populismo autoritario que pretende dividirnos” y “desacreditar nuestras instituciones” no fue casualidad. Es el capítulo más reciente de la novela entre el Ejecutivo y el Legislativo. Arias, con un tono que no se le escuchaba desde hace rato, básicamente acusó al gobierno de debilitar la democracia para concentrar poder. Es un manazo en la mesa en toda regla. Ya no son indirectas sutiles ni puyas en conferencias de prensa; esto fue una declaración frontal, un “hasta aquí llegamos” en el terreno del adversario simbólico.
La pregunta del millón, claro, es si esto sirve de algo. Porque mientras los dos Rodrigos se mandan estos mensajitos, el verdadero problema sigue ahí, creciendo como la mala hierba. El crimen organizado no se detiene a escuchar discursos. La gente de Limón no duerme más tranquila porque dos maes con poder se peleen. Todo este pleito político se siente como un despiche monumental que desvía la atención del brete real: encontrar soluciones efectivas y a largo plazo. Corremos el riesgo de que, entre tanto dime y direte, el país entero se nos vaya al traste. Se necesita menos show y más acción coordinada, pero eso parece una misión imposible en este momento.
Al final, lo que queda es un sabor amargo. Por un lado, se agradece que una figura como Arias “alce la voz”, como él mismo dijo. Pero por otro, uno no puede evitar ser cínico y pensar que todo es parte del mismo juego de poder de siempre. Un cálculo político de cara a lo que viene. La línea entre la defensa genuina de la institucionalidad y la simple y llana politiquería es cada vez más borrosa. Y mientras los de arriba juegan ajedrez, los de abajo seguimos esquivando las balas.
Ustedes qué dicen, maes, ¿lo de Arias fue un acto valiente para defender la democracia o es solo el mismo pleito de siempre para ver quién tiene más poder? ¿O un poco de las dos? ¡Los leo en los comentarios!
El contexto lo es todo. La Asamblea no estaba en Limón solo para la foto y el rice and beans. La provincia está que arde con la crisis de seguridad. La misma que el presidente Chaves, hace unas semanitas, dijo que “no es tan grave como la quieren poner”. ¡Qué torta esa frase! Mientras tanto, Arias llega y pinta un panorama completamente distinto, uno mucho más apegado a la realidad que vive la gente allá. Habló de sicarios, de niños asesinados mientras duermen y de una “economía del terror”. O sea, mientras en Zapote le bajan el tono, en Cuesta de Moras (simbólicamente desde Limón) le suben todo el volumen al problema. Es un choque de narrativas que deja al ciudadano en el medio, preguntándose a quién carajos creerle.
Aquí es donde la cosa se pone interesante. El filazo de Arias sobre el “populismo autoritario que pretende dividirnos” y “desacreditar nuestras instituciones” no fue casualidad. Es el capítulo más reciente de la novela entre el Ejecutivo y el Legislativo. Arias, con un tono que no se le escuchaba desde hace rato, básicamente acusó al gobierno de debilitar la democracia para concentrar poder. Es un manazo en la mesa en toda regla. Ya no son indirectas sutiles ni puyas en conferencias de prensa; esto fue una declaración frontal, un “hasta aquí llegamos” en el terreno del adversario simbólico.
La pregunta del millón, claro, es si esto sirve de algo. Porque mientras los dos Rodrigos se mandan estos mensajitos, el verdadero problema sigue ahí, creciendo como la mala hierba. El crimen organizado no se detiene a escuchar discursos. La gente de Limón no duerme más tranquila porque dos maes con poder se peleen. Todo este pleito político se siente como un despiche monumental que desvía la atención del brete real: encontrar soluciones efectivas y a largo plazo. Corremos el riesgo de que, entre tanto dime y direte, el país entero se nos vaya al traste. Se necesita menos show y más acción coordinada, pero eso parece una misión imposible en este momento.
Al final, lo que queda es un sabor amargo. Por un lado, se agradece que una figura como Arias “alce la voz”, como él mismo dijo. Pero por otro, uno no puede evitar ser cínico y pensar que todo es parte del mismo juego de poder de siempre. Un cálculo político de cara a lo que viene. La línea entre la defensa genuina de la institucionalidad y la simple y llana politiquería es cada vez más borrosa. Y mientras los de arriba juegan ajedrez, los de abajo seguimos esquivando las balas.
Ustedes qué dicen, maes, ¿lo de Arias fue un acto valiente para defender la democracia o es solo el mismo pleito de siempre para ver quién tiene más poder? ¿O un poco de las dos? ¡Los leo en los comentarios!