Maes, hay una vara que siempre me ha volado la cabeza: la confianza. Uno pasa la vida tratando de cuidarse de los de afuera, poniendo rejas, alarmas y hasta al perro que ladra por todo. Pero, ¿qué pasa cuando el enemigo no solo está adentro, sino que además tiene el gafete de la empresa colgado del cuello? Diay, pasa lo que acaba de confirmar el OIJ con el robo millonario a un Palí en Limón, una historia que parece sacada de una película, pero con el sello de "Hecho en Costa Rica".
La noticia en sí ya es un problemón: una banda de acetileno se levanta un platal de un supermercado. Hasta ahí, lamentablemente, es una historia que ya hemos oído. Pero el giro de la trama es donde todo se pone color de hormiga. Resulta que dos de los presuntos cerebros detrás de la operación no eran ningunos desconocidos; eran empleados. ¡Qué torta, mae! Y no cualquier empleado. Aparentemente, una encargada regional de Limón y otro colaborador fueron los que se jalaron la torta de orquestar el plan desde la cocina. Estamos hablando de gente que conocía los horarios, los puntos ciegos de la seguridad y, lo más importante, quién tenía las llaves. Es el equivalente a darle el santo y seña al ladrón para que entre a tu casa sin forzar la cerradura.
Y claro, como siempre pasa en estos casos, ya salió Walmart con el comunicado oficial, ese que parece escrito por un robot corporativo. Usan palabras como "excolaboradores" y aseguran que están brindando "la colaboración necesaria a las autoridades". Es el manual de crisis 101, un libreto que ya todos nos sabemos de memoria. Nadie esperaba que dijeran: "Sí, la verdad no nos dimos cuenta de que teníamos al enemigo en la planilla". Lo que de verdad preocupa no es la respuesta de la empresa, que es predecible, sino la facilidad con la que se vulnera un sistema desde adentro. Esto demuestra que la mejor tecnología de seguridad no sirve de nada si el factor humano está corrupto.
Pero alejemos un poco el zoom, porque esta vara es más grande que un solo supermercado. El OIJ aprovechó para recordarnos un dato escalofriante: tienen identificadas a seis bandas de acetileno operando a lo largo y ancho del país. Seis. Esto no es un grupito de improvisados, es crimen organizado con método, herramientas y, como este caso demuestra, con inteligencia interna. El plan de este grupo en particular, por suerte, se fue al traste gracias a los allanamientos y las detenciones. Pero la pregunta queda en el aire: ¿cuántos otros golpes sí han sido exitosos gracias a este mismo método? ¿Cuántos "colaboradores" más estarán esperando su momento?
Al final, lo que queda es un despiche de inseguridad y desconfianza. Ya no solo es el miedo a que te asalten en la calle, sino la paranoia de pensar quién está a tu lado en el brete o quién te atiende en la caja. Si la gente que, en teoría, está ahí para cuidar el negocio es la primera en entregarlo en bandeja de plata, estamos salados. La lealtad y la honestidad parecen ser artículos de lujo que no se encuentran en ninguna góndola. Por eso, les dejo la pregunta a ustedes, maes del foro: ¿Creen que esto es una falla garrafal de las empresas a la hora de contratar o simplemente un reflejo de que la cosa en la calle está tan dura que la gente ya le perdió el miedo a todo?
La noticia en sí ya es un problemón: una banda de acetileno se levanta un platal de un supermercado. Hasta ahí, lamentablemente, es una historia que ya hemos oído. Pero el giro de la trama es donde todo se pone color de hormiga. Resulta que dos de los presuntos cerebros detrás de la operación no eran ningunos desconocidos; eran empleados. ¡Qué torta, mae! Y no cualquier empleado. Aparentemente, una encargada regional de Limón y otro colaborador fueron los que se jalaron la torta de orquestar el plan desde la cocina. Estamos hablando de gente que conocía los horarios, los puntos ciegos de la seguridad y, lo más importante, quién tenía las llaves. Es el equivalente a darle el santo y seña al ladrón para que entre a tu casa sin forzar la cerradura.
Y claro, como siempre pasa en estos casos, ya salió Walmart con el comunicado oficial, ese que parece escrito por un robot corporativo. Usan palabras como "excolaboradores" y aseguran que están brindando "la colaboración necesaria a las autoridades". Es el manual de crisis 101, un libreto que ya todos nos sabemos de memoria. Nadie esperaba que dijeran: "Sí, la verdad no nos dimos cuenta de que teníamos al enemigo en la planilla". Lo que de verdad preocupa no es la respuesta de la empresa, que es predecible, sino la facilidad con la que se vulnera un sistema desde adentro. Esto demuestra que la mejor tecnología de seguridad no sirve de nada si el factor humano está corrupto.
Pero alejemos un poco el zoom, porque esta vara es más grande que un solo supermercado. El OIJ aprovechó para recordarnos un dato escalofriante: tienen identificadas a seis bandas de acetileno operando a lo largo y ancho del país. Seis. Esto no es un grupito de improvisados, es crimen organizado con método, herramientas y, como este caso demuestra, con inteligencia interna. El plan de este grupo en particular, por suerte, se fue al traste gracias a los allanamientos y las detenciones. Pero la pregunta queda en el aire: ¿cuántos otros golpes sí han sido exitosos gracias a este mismo método? ¿Cuántos "colaboradores" más estarán esperando su momento?
Al final, lo que queda es un despiche de inseguridad y desconfianza. Ya no solo es el miedo a que te asalten en la calle, sino la paranoia de pensar quién está a tu lado en el brete o quién te atiende en la caja. Si la gente que, en teoría, está ahí para cuidar el negocio es la primera en entregarlo en bandeja de plata, estamos salados. La lealtad y la honestidad parecen ser artículos de lujo que no se encuentran en ninguna góndola. Por eso, les dejo la pregunta a ustedes, maes del foro: ¿Creen que esto es una falla garrafal de las empresas a la hora de contratar o simplemente un reflejo de que la cosa en la calle está tan dura que la gente ya le perdió el miedo a todo?