Maes, hay noticias que de verdad lo dejan a uno frío. Apenas estamos procesando la vara de que don Eduardo Cruickshank, el que fue presi de la Asamblea, falleció en marzo, y ahora nos cae este bombazo: asesinaron a su hijo, Jermaine. En un bar, a sangre fría, como en las películas que nadie quiere ver en la vida real. ¡Qué despiche! Es un golpe durísimo para una familia que ya venía de un luto y una cachetada de realidad para todos los que vivimos en este país, especialmente para la gente de Limón, que ya no aguanta más.
Aquí es donde la vara se pone más enredada. El OIJ no está tratando esto como un simple asalto o un pleito de bar que se salió de control. No, señores. La hipótesis más fuerte que tienen sobre la mesa es un posible ajuste de cuentas. Y el origen de todo este despiche parece ser una denuncia que el mismo Jermaine, que era abogado, le plantó a un mae de apellidos Torres Quesada el año pasado. El cargo: administración fraudulenta. O sea, estamos hablando de que, en teoría, Jermaine denunció un posible chanchullo de plata y la respuesta que recibió, meses después, fue una lluvia de plomo. ¡Qué torta!
Y es que es demasiado salado, maes. Pónganse a pensar: Jermaine Cruickshank no era ningún improvisado. Tenía 40 años, su propio bufete heredado de su tata, donde de hecho compartían brete. Era un profesional, papá de dos chiquitos de 9 y 15 años. Un mae con toda una vida por delante. Que tu "pecado" sea usar las vías legales para denunciar algo que te parece incorrecto y que eso se convierta en tu sentencia de muerte... diay, es para que a uno se le revuelva el estómago. Esto va más allá de un simple homicidio; es un mensaje macabro para cualquiera que se atreva a alzar la voz.
Y lo peor es que esto ya no sorprende, solo entristece y enoja más. La situación de seguridad en Limón, y en varias partes del país, de un tiempo para acá se fue al traste. Ya no es una percepción. Lo vemos todos los días. Los ajustes de cuentas, los sicarios en moto, la violencia desmedida... se ha vuelto el pan de cada día. Pareciera que la ley del más fuerte, o más bien, del que tiene el arma más grande, está ganando la partida. Y cuando matan al hijo de una figura pública tan conocida, en su propia tierra, el mensaje es claro: aquí nadie está a salvo. Es un fracaso total del Estado en su deber más básico, que es proteger a sus ciudadanos.
Al final, mientras el OIJ sigue con su investigación y ojalá logren pescar a los responsables materiales e intelectuales, la procesión va por dentro. Una familia está destrozada y un país entero se pregunta hasta dónde vamos a llegar. La vara es que este caso deja un sabor amargo, una sensación de impotencia brutal. Por eso les pregunto a ustedes, maes: más allá de este caso, ¿ustedes sienten que el sistema judicial sirve para algo si denunciar un delito te puede poner una lápida encima? ¿O es que ya en este país la ley del plomo manda sobre la ley del papel? Los leo.
Aquí es donde la vara se pone más enredada. El OIJ no está tratando esto como un simple asalto o un pleito de bar que se salió de control. No, señores. La hipótesis más fuerte que tienen sobre la mesa es un posible ajuste de cuentas. Y el origen de todo este despiche parece ser una denuncia que el mismo Jermaine, que era abogado, le plantó a un mae de apellidos Torres Quesada el año pasado. El cargo: administración fraudulenta. O sea, estamos hablando de que, en teoría, Jermaine denunció un posible chanchullo de plata y la respuesta que recibió, meses después, fue una lluvia de plomo. ¡Qué torta!
Y es que es demasiado salado, maes. Pónganse a pensar: Jermaine Cruickshank no era ningún improvisado. Tenía 40 años, su propio bufete heredado de su tata, donde de hecho compartían brete. Era un profesional, papá de dos chiquitos de 9 y 15 años. Un mae con toda una vida por delante. Que tu "pecado" sea usar las vías legales para denunciar algo que te parece incorrecto y que eso se convierta en tu sentencia de muerte... diay, es para que a uno se le revuelva el estómago. Esto va más allá de un simple homicidio; es un mensaje macabro para cualquiera que se atreva a alzar la voz.
Y lo peor es que esto ya no sorprende, solo entristece y enoja más. La situación de seguridad en Limón, y en varias partes del país, de un tiempo para acá se fue al traste. Ya no es una percepción. Lo vemos todos los días. Los ajustes de cuentas, los sicarios en moto, la violencia desmedida... se ha vuelto el pan de cada día. Pareciera que la ley del más fuerte, o más bien, del que tiene el arma más grande, está ganando la partida. Y cuando matan al hijo de una figura pública tan conocida, en su propia tierra, el mensaje es claro: aquí nadie está a salvo. Es un fracaso total del Estado en su deber más básico, que es proteger a sus ciudadanos.
Al final, mientras el OIJ sigue con su investigación y ojalá logren pescar a los responsables materiales e intelectuales, la procesión va por dentro. Una familia está destrozada y un país entero se pregunta hasta dónde vamos a llegar. La vara es que este caso deja un sabor amargo, una sensación de impotencia brutal. Por eso les pregunto a ustedes, maes: más allá de este caso, ¿ustedes sienten que el sistema judicial sirve para algo si denunciar un delito te puede poner una lápida encima? ¿O es que ya en este país la ley del plomo manda sobre la ley del papel? Los leo.